martes, 29 de diciembre de 2015

INMERECIDAMENTE VIEJO.

Es físico el dolor que siento al ver fotografías viejas.
Me refiero a las fotografías en que aparecen amigos que se fueron.
Aquellos que se llevó la muerte cuando aún éramos jóvenes.
Mirarlos allí estáticos con sus sonrisa congelada eternamente,
sin que sus caras hayan sido pobladas por arrugas.
Sin amplia frentes abrillantadas por el sol
y sin las motas del algodonales florecidos.
No lo puedo aceptar.
Me duele hasta casi provocar lágrimas de desconsuelo.
Y hago memoria, composición de tiempo y de lugar.
Y me percato de que han pasado muchos años:
 Cuarenta, cuarenta y tantos o más…
…Y ellos allí, frente a mí en las fotografías.
Inmersos en una suspensión de juventud.
Sin fecha de caducidad y yo aquí, inmerecidamente viejo.
Viejo de respirar tan diferentes aires
y de vagabundear por una variedad de paisajes
que ya difícilmente yo recuerdo.
Viejo con la soledad de sus ausencias y silencios.
Sin que tengan recuerdos de madurez y sin sus enseñanzas.
¿Cómo un viejo de mi edad puede ser amigo de estos mozalbetes?
Sin ellos aquí me siento inmerecidamente viejo.


León M.N. Diciembre 18 de 2015.

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