miércoles, 27 de febrero de 2013

ES MALO AUTOMEDICARSE


ES MALO AUTOMEDICARSE.

Eran como las dos y media de la tarde cuando tocaron a la puerta.
-          Toña,  le gritó Berenice, a la sirvienta. Vaya mire a ver quién llegó.
-          Es Misiá Josefina y Doña Oliva…
-          Qui´ubo, pues queridas, cómo les va. Caminen éntrense.
-          Qué pena a estas horas y nosotras disque haciendo visita.
-          Síganse nos tomamos un tintico, que Aquel acaba de irse y no hay quien nos moleste.
-          Ay no mija, dijo josefina, - yo saliendo de una gripa que me dio, pero casi me mata. Era una sonsera todo el día, una moquiadera y una tos, que mi dios bendito.
-          A mí, fue como la semana pasada. Me cogió de atrás para adelante y si no hubiera sido por unas bebidas que me dio Amantina la vecina mía, me muero.
Las Tres amigas no acababan de entrar a la sala, pero ya estaban enganchadas en una conversa, donde no cabía ni una aguja.
-          ¿Y qué bebida fue la que tomaste vos?
-          Fue una infusión de flores se Sauco con miel de abejas y limón. Hice tres tomas de esa bebida, bien calientes y fue como con la mano…
-          No fregués, es que los remedios naturales, son mejores que tanto químico que están recetando hoy día los Doctores, dijo Oliva.
La dueña de casa terció, diciendo: A mí como no me faltan en el solar: que la yerbabuena, que el cilantro de sabana, que el hinojo, la salvia, la rascadera, el poleo, el yantén, la rosa amarilla, el caracucho, el quinopodio, la manzanilla. Y en la despensa el bicarbonato, los clavos de olor, la canela, el palo santo, los bizcochitos se San Nicolás. Y en el Botiquín, el alcohol, el mercurio cromo, el mejoral, la sal de frutas, la Sal Inglesa, el lilimento, la emulsión de Scott, el mentolín, el alcanfor, la pomada yodes, la pomada Peña, la crema cero y el aceite de higuerilla, el aceite cristal, yodo, calcio, polen, y el incienso.
Y en el nochero el agua bendita de la Virgen de Fátima, la camandula y la novena de la virgen del Carmen.
-          Mejor dicho, dijo Josefina, a vos, con ese arsenal, no te entra ni la guerrilla.
-          Ni los años, dijo Oliva. Mirá como está de pispa y de joven esta Berenice. ¿No te parece?
No mija, es que con ese marido que tiene, cualquiera se rejuvenece. Se parece a mí, con ese zángano, que no sabe sino tomar, trasnochar y mujeriar.
-          ¿Sabes qué es muy bueno para que los hombres aborrezcan la bebida?
-          Qué será mija, contá, contá.
Josefina se arrellenó en la poltrona dispuesta a pontificar sobre el alcoholismo y las otras dos se sentaron en el bordecito de las butacas para estar más cerca y poder escuchar mejor, sin que se les fuera a perder nada de la receta.
-          Ve querida, vos te comprás una mediesita de aguardiente y le diluís una ramita de quinopodio, unas cinco goticas de árnica y dos chorritos de agua bendita  Cuando el hombre llegue a la casa con sus traguitos entre pecho y espalda, le decís: Amorcito, quiero que le des el visto bueno a un cóctel que me enseñó a hacer  Josefina. Y le servís una copita  del brebaje con jugo de naranja. Si le gusta le seguís dando, cada que llegue traguiado. Si no le gusta le cambias de jugo, hoy de limón, mañana de mora, luego de curuba  y así hasta que se tome toda la botella. Con ese remedio los tragos le comienzan a caer tan mal, que él mismo por su propia cuenta  comienza a dejarlo y hasta te vuelve a misa y al rosario.
La visita no paró allí, cada una sacó su lista de recetas y hasta pidieron papel y lápiz para copiar las buenas para los barros de los piernipeludos, que les pone esa piel tan fea.
-          Para eso lo que se está usando es una cucharada de miel de abejas en ayunas, con una puntica de cucharita tintera de polvo de azufre.
-          ¿Y qué será bueno para el hipo?
-          ¿Y para la tortícolis?
-          ¿Y para las almorranas?
¿Y para qué es que es buenos el Romero, la limonaria, el ajo, la penca sábila, la espirulina, el boldo, el anís, la cola de caballo, el casco de vaca, el limón, la naranja agria, el  tomillo, los cogollos de aguacate, la clorofila, la linaza, el toronjil, el ruibarbo, la lengua de vaca, la uña de gato, el marrubio, la sanguinaria, el árnica, el cardamomo, el vinagre de cidra y la mora de zapo…?

-          ¿Cómo así?, ¿es que ya se van? ¿tan lijero? Vuelvan pues, pero sin afanes.
-          Gracias, querida.
-          Se me fue la tarde ligerito, ligerito. 
-          Cuídense mucho y me contás cuando se te alivie el borrachito.

León M.N. febrero de 2013.


EL FINAITO

EL FINAITO.

Con su mamá que poco hablaba, su papá que atendía de mañana a tarde la tienda, y con otros dos hermanos que apenas apuntaron bozo, se fueron a recorre, cada uno por su lado; se crió en la casa detrás de la tienda, a la orilla del camino. Nunca había salido de la vereda.
Creyó que eran mentira las historias que escuchaba a los arrieros que se detenían a tomar aguardiente los viernes en las tardes. Pero cada vez se avivaba más su deseo de bajar hasta la orilla del Cauca a cerciorarse.
No creyó en esos grandes remolinos  formados por las crecientes de invierno en los rápidos del río. Decían los arrieros, que embobaban a los que los miraban detenidamente, hasta que los atraían y los hacían caer al agua y allí se los tragaba.
Se burlaba a solas de la historia de ese enorme bagre que disque una tarde pescó Horacio Vélez. Dicen que midió no menos de dos metros y dizque cuando lo sacó a la orilla, se convirtió en un hombre enorme. Comentan por ahí, que fue el que primero se comió a Blasina.
Siempre pensó – porque él no hablaba- que era un invento eso de que la barca del cruce del río en Cangrejo, en las noches de lunes, se desenganchaba de su polea y se llevaba río abajo y sin regreso, al pasajero que se atreviera a montarse en ella.
Pero quería creer que era cierto que a media noche, la casa de madera y abandonada que había  en la otra orilla, se convertía en el más alegre de los burdeles. Que se llenaba de las más hermosas putas. Que sonaban: porros, cumbias y fandangos, tocados por una orquesta de músicos invisibles.
El martes temprano lo llamó desde el patio, el Negro Ignacio, para que le llevara la escoba de rama, para barrer la tienda. Como no respondió al llamado, Carlota fue y se asomó a la cama y vio, que seguía tendida y que faltaban en el garabato: la ruana y el sombrero nuevo.

León M.N. Febrero 2013.


EL ARRIERO Y LA LÍRICA


El Arriero y la lírica.

Era una madrugada clara. La luna, que había salido tarde de la noche, empezaba a derretirse en el firmamento que poco a poco se teñía de azul. De la huerta y del cafetal llegaba la alegría de los pájaros que desayunaban con plátanos maduros, con duraznos y otros con lombrices en los surcos de legumbres.
Horacio, un grueso montañero traía de cabresto, una mula vieja, y confiados en que recibirían hierba  fresca y caña recién picada, le seguían dos machos y un caballito flaco.
Atendió a las bestias y desayunó con chocolate endulzado con agua de panela, dos arepas delgaditas, calentao, medio aguacate y huevos revueltos con tomate y cebolla.
Se amarró a la cintura la paruma de lona reforzada con cuero y el machete. Se terció el guarniel y una jíquera de cabuya con el fiambre. Se caló el sombrero Aguadeño y cogió el zurriago. Y sacando a la mula vieja de cabresto, la enrumbó para que las demás siguieran detrás.
Las fue amarrando una detrás la otra, en fila, y luego se le encaramó a la primera que era la veterana y empezaron a subir la loma hacia el Chuscal.
Les dio a todas sus bestias un vistazo cerciorándose de que fueran ajustadas las enjalmas, los cabestros: ni muy largos, ni muy cortos. Los lazos de amarrar las cargas bien dispuestos y asegurados con el de sobrecarga, bien fijas retrancas y pecheras.
Pasó su ojo experto sobre los cerros. Sobre las fincas cercanas y lejanas, sobre los sembrados nuevos y los que ya eran cosechados. Sobre las cicatrices que en el monte delataban nuevas rozas y sobre los techos de teja y los de paja, donde el humo denotaba vida.
Tomó el zurriago por el cabezote y apoyó su punta sobre la enjalma y repasó mentalmente lo planeado para ese día:
-          A las ocho coronar el alto e iniciar el descenso al pueblo.
-          De nueve y media a diez, estar cargando el maíz y la sal en la agencia del Señor Aguilar en Guaca.
-          A la salida del pueblo, una media mañana de arepa con panela y un trago de agua, e iniciar  la pendiente, ya a pié, pues todas las bestias irán cargadas.
-          A la una de la tarde, que será cuando inicia la bajada a Prado, haré un alto para que la recua beba y yo almorzaré el fiambre envuelto en hojas que me empacó mi mamá Quica.
-          De tres a tres y media ya estarán bien bebidas, bañadas y pastando las bestias nuevamente en el potrero.
-          Me afeitaré y me bañaré. Ensillaré el Turpial y a galope tendido llegaré a las cuatro pasadas para tomar el Bus en Prado y luego el tranvía para Medellín en Induamérica.
-          Calculo que a las seis y media me estaré tomando un tinto en el Café del Hotel Europa y ya tendré comprado mi boleto para entrar al Teatro Junín, pues a la siete se inicia la Temporada de Operetas y Zarzuelas.
A los 25 años, quien fue mi papá, era un arriero culto, en ese entonces representante de la prometedora industria del transporte.
Esa noche estrenaron: La del Soto del Parral y al día siguiente presenció Los Gavilanes. Y a media noche cuando a trote lento regresaba a la finca, iba cantando: Mi aldea, cuanto el alma se recrea al volverte a contemplar…
León M.N. Febrero de 2013.

miércoles, 6 de febrero de 2013


NOCHE, FOGATA, GUITARRA Y TAMBOR.

I
Sobre la arena la candela
En los maderos que la marea trajo
Abrazada al viento danza.
Mueren los leños y nace el calor.

Y crece la fogata sobre el domo negro.
Negro quien toca la guitarra.
Pecho negro tatuado en llamaradas.
La luz azul tiñe su espalda en esta noche.

Y un coro de aleteos negros canta.
Con toscos dedos acaricia
Y vibra la sensual cintura.
Y el que danza también se une al coro.

Y el que pulsa las cuerdas llora.
Y el mar, el viento, y la candela
Acompañan un quejido
Que llega desde el túnel de la mina.

Un lamento entre el cañadulzal.
El arrullo al llanto de los niños.
El golpe del tambor resuena
Entre los pechos negros.
II
Disco de fuego sobre la piel del mar.
Llamarada en lo alto
Por donde huyen las gaviotas.
Mancha escarlata se hunde en el océano
Marea negra que tragó la luz.

Olas encrestas plateadas por la luna
Penetran lo convexo de las dunas
Se queja el mar, vuelve y se aleja
Regresa con ahínco.
Danza el viento al ritmo de la ola.

Te hundes en el mar.
Saciado desnuda te abandona.
Me abrazo a ti y lamo la sal que  te ha dejado.
Y ahora te penetra mi sed de ti
Y una ola nos cobija.
III
En la playa mojada por la lluvia
Cuando la noche se recuesta sobre ella:
El universo, constelaciones, estrellas vagabundas,
Soles y mundos que titilan
Refulgen, estallan y relumbran.
                                           
                                              Y en el cenit antes que la luna lo posea
Cuando la noche me mira desde allí:
El universo, constelaciones, estrellas vagabundas,
Soles y mundos que titilan
Refulgen, estallan y relumbran.

Y tanto arriba como abajo
Centellas, auroras boreales, luceros que se ocultan
Y otras supernovas y agujeros negros
Y estelas de cometas que viajan raudos.

Y en medio del arriba y del abajo: Yo
Y mi soledad de ti
Y mi angustia
Y mi sorpresa permanente
Y mi esperar la aurora.

Y el tronco de un árbol que la marea trajo
Y el vaivén de las olas que lo empujan
Y el tiempo que transcurre
Antes que encalle en esta noche
 En esta playa
Entre el arriba que me cubre
 Y el abajo donde yazco.
IV
Unas pisadas en la arena que de mí se alejan
Difuminadas por la marea van borrándose
Espuma y caracolas
Y mensajes de Orfeo a Eurídice.
Y cantos tristes de sirenas.

Algas que al sol van marchitando
Efluvios que sólo escucha el viento
Que silba entre las rocas del acantilado
 Bañándose de sal en los penachos de las olas.

Lejos se acallan los tambores.
Y muere la fogata
Habiendo devorado la guitarra
Y muero de ti porque te has ido
Y me hundo en lo negro de la noche
Olas de oscuridad me engullen
Y danzo con el viento que barrió la playa.

Noche, fogata, guitarra y tambor.


León M.N. Dic. 2012.