martes, 29 de diciembre de 2015

¿GENTE?... GENTE ES ASÍ.

Cómo se me hace de difícil asentir, coincidir, decir:
-          sí, estoy de acuerdo.
-          Lo que ocurre es que hasta ahora no me había percatado de mi error.
-          Perdóname,  no volveré a insistir y a tratar de que comprendan que no puede ser de un modo diferente al que yo lo veo.
Se me hace tan difícil…
Para mí es como desaparecer, y no quiero dejar de ser así, como me guata ser.
Y si lo quieres decir de un modo más enfático:
Existir es tener opinión, a pesar de que ésta sea conflictiva, difícil de aceptar y no muy clara.
Decir que sí cuando todo en mí pugna y se atropella por decir que no, lo considero falta de carácter, y carácter algo tiene que ver con cara.
Y quien no tiene cara es invisible, no existe, desapareció.
Mi problema no es solo decir que sí, a los que hemos dado en llamar: enemigos, guerrilleros, paracos, narcos, bandidos, neas, corruptos, delincuente, hijueputas…
Y digo que hemos dado en llamar, porque: Vaya uno a averiguar hasta cerciorarse de que sí lo sean.
Por ahora, y para no ofender, prefiero llamarlos: Los otros.
Estoy absolutamente seguro, y ni me argumenten lo contrario, de que no nos va a ser posible saber quién tiene la razón, si yo, o Los otros.
Por eso, y ante la tremenda dificultad que siento, de cerrar la boca, voy a seguir diciendo lo que pienso.
Pero prepárense, no va a ser tan fácil que coincidamos, aunque mi empeño nunca ha sido tirármelas de diferente.

León M.N. Dic. 10 de 2015

IN-CONDUCENCIA.

Subiré el cerro por la necesidad de abrazar a la montaña
y la repetición de este ritual dibuje
sobre esas empinadas cuestas,
mi caricia como una cicatriz grabada entre las piedras.

A los que en la primera alborada de los soles,
sintieron la necesidad de conversar con el viento en la colina,
los que quedamos ansiosos esperándolos,
los llamamos: padre, chamanes, sacerdotes.

Yo que no soy ni padre, ni chamán ni sacerdote,
interrogante subo abrazando los senderos.
Pido razones al cóndor de los Andes
Interrogo a musgoso petroglifos.

Aguzo mi oído al susurrar del páramo
que me llega desde los pajonales
y a las atronadoras voces que desde las salientes rocas
se despeñan por entre estrechos valles.

Hablan del extravío que sufrió mi tribu.
De una ruptura brutal, como descuartizamiento.
De un desbarrancarse del camino
que rompiera el hilo al que, desde algún inicio veníamos afianzados.

León M.N. Dic. 28 de 2015.


INMERECIDAMENTE VIEJO.

Es físico el dolor que siento al ver fotografías viejas.
Me refiero a las fotografías en que aparecen amigos que se fueron.
Aquellos que se llevó la muerte cuando aún éramos jóvenes.
Mirarlos allí estáticos con sus sonrisa congelada eternamente,
sin que sus caras hayan sido pobladas por arrugas.
Sin amplia frentes abrillantadas por el sol
y sin las motas del algodonales florecidos.
No lo puedo aceptar.
Me duele hasta casi provocar lágrimas de desconsuelo.
Y hago memoria, composición de tiempo y de lugar.
Y me percato de que han pasado muchos años:
 Cuarenta, cuarenta y tantos o más…
…Y ellos allí, frente a mí en las fotografías.
Inmersos en una suspensión de juventud.
Sin fecha de caducidad y yo aquí, inmerecidamente viejo.
Viejo de respirar tan diferentes aires
y de vagabundear por una variedad de paisajes
que ya difícilmente yo recuerdo.
Viejo con la soledad de sus ausencias y silencios.
Sin que tengan recuerdos de madurez y sin sus enseñanzas.
¿Cómo un viejo de mi edad puede ser amigo de estos mozalbetes?
Sin ellos aquí me siento inmerecidamente viejo.


León M.N. Diciembre 18 de 2015.

lunes, 28 de diciembre de 2015

A LA ORILLA DEL ASOMBRO
¡Cómo me gusto cuando amanezco así de florecido!

Se oye  la fronda al expandirse rodeando los troncos que bailan en el bosque.
Despierta el sol a los colores que duermen placenteros sobre las blandas esteras vegetales.
Se desperezan los aferrados a los riscos que pasaron la noche abrazando  la luz de las estrellas.
Un canto verde-azul, regala en medio del murmullo, el musgo que habita entre las piedra.
La danza abraza sol y sombra, y traspasa el dosel llevando un sable entre las manos, convidada por el viento al regodeo.
Nado embriagado en el rio de perfumes de largos dedos que al pasar, me rosan, me acarician.
Cantos multicolores trepan por las lianas, cosechando flores que llueven sobre el río.
Y me cobija el manto de aguas cristalina que tejen la borrasca con agujas de algas puntiagudas, sobre el telar del gris despeñadero.
Visto mi capa de gotas de rocío recamada con luz de mariposas. Forman sus bordes un canto de luciérnagas y la cierra un broche de miel de céfiro y trinos de luceros.
Adormecido en la balada del pantano donde navegan lotos sembrados por las ranas, me abraza el sueño y me lleva cabalgando sobre un domo de palmeras de arco iris.
Es mi deleite mirar desde lo la cumbre que forma este tornado alimentado por suspiros de las olas a la luna, la sinfonía colorida que porta plumas como si fuera guacamaya.
Desciendo hasta tu encuentro por lozas de arreboles, cruzando el puente de recuerdos lánguidos, construido en ladrillos de mistela de fruta azucarada.
Recojo en el jardín del lago, un cardumen de besos que te ofrezco para luego yacer sobre el amanecer dorado, tejido en trinos tenues, atados con hilos de rumor de la quebrada.
Sobre esta selva de cantos coloridos, brotan feraces perfumes nacarados, y una eclosión de ramificaciones va formando una red de luces cual corola.
Fue que llegué sin haberlo presentido, hasta el lugar de la alborada del olvido, y  desperté sin haber yo sospechado, en la extensa llanura del asombro.


León M.N. dic. 20 de 2015.
MISIÓN
De tanto transitados… recorridos… caminados.
De tantos ser peregrinados o vagados.
De tantas migraciones que han sentido,
Y tantos carros y carretas.
Y huestes sedientas de victoria.
Y otrora diezmados contingentes.
Se cansan… y sin jubilo se van jubilando los caminos.
Se borran de laderas y montañas
y sólo quedan difuminadas cicatrices.
Ni migrantes, ni descubridores.
Y mucho menos parten ya conquistadores.
Ni machetes que marquen nuevas trochas
No hay hitos en lo alto de los montes.
Bendigo yo esta era imaginaria
Y oro yo porque se realice.
Despierte una mañana sobre un valle,
donde poder sembrar la casa y ser felices.

León M.N. Dic. 1 de 2015.


NOCHEBUENA.
Aquí:
 La cruda y maloliente realidad con sus sandeces y procacidades.
En la frontera:
Ese instante eterno del comienzo del espasmo y el suspenso.
Y allá:
Adonde me siento convocado, el sumergirse en el placer del existir, el goce y el contento.

Urra por los que trucan la realidad, así sea en  fútil alegría.
Bravo por los que de cualquier forma lo intentan.
Ole por los que gritan: bravo.
Por los que alocadamente danzan en las calles.
Por los que se carcajean hasta de sus majaderías.
Vivan los que no se dejan amedrentar por la templanza, por la ponderación y dejan salir a galope tendido sus indiscreciones.

Que continúe sin final el carnaval.
Que toda seriedad sea proscrita o por lo menos escondida detrás de alegres antifaces.
Hoy voy a bailar en calzoncillos de pepas de colores, soplando una corneta destemplada.
Me voy a emborrachar con chicha fermentada y correré por las calles como la vaca loca.


León M.N. Dic 22 de 2015.

jueves, 24 de diciembre de 2015

PARIS  11-13-15

Este tiempo de dolor y de terror para mi es el más triste de todos los milenios

Por qué razón me tocó a mí y a mis amigos el vivirlo.

Vinimos aquí sólo por algunos años… cortos.

Es más, ya casi hemos de irnos.

Por qué nos tocaron estos días de dolor y de terror y desconfianza.

Qué triste dejar aquí a mis hijos, y cómo no dejarlos.

Será que para ellos saldrá un nuevo sol y serán las noches menos negras.

Es mi deber hacer lo que puedo hacer y lo haré por mi consuelo:

Solemnemente maldigo a los que siembran el terror

Y de todo corazón deseo para ellos la muerte y el olvido.


Lo siento por mí… no puedo perdonarlos.

León M.N. Nov. 14 de 2015
Perdón = olvido

En estos días que corren”, y no me refiero, como es natural al escuchar la anterior expresión, a los días cercanos al presente. No, me refiero a los días que corren desde que a alguien se le ocurrió guardar por escrito la memoria de los días tal como él particularmente los vivió, o mejor, tal como pudo describirlos y considerar los hechos de los que fue testigo y como pudo expresar los que otros le relataron.
Si, en estos días que vienen transcurriendo desde que alguien inventó la grafía y otros algunos, consideraron ese hecho milagroso, porque salvaría a la especie humana del olvido. Desde ese día nos hemos empecinado en recordar y  llorar por los recuerdos.
Cuando asistía a los rituales católicos que en mi juventud, eran recitados en latín; el sacerdote decía: Memento… y seguía con una retahíla incomprensible para los vulgares asistentes. Luego supe que Memento traducía, recuerdo.
No se me olvidan mis experiencias de investigador de culturas, cuando descubrí que en los rituales de  diferentes culturas primitivas y de muchos grupos contemporáneos, se dedica un tiempo y momento especial a recordar hazañas de antepasados, de ancestros, de héroes, de dioses y de semidioses. A aprenderse sus gestas, casi todas imaginarias, ensangrentadas y violentas y a recitar su genealogía, como parte de un ritual de enraizamiento, como signo de pertenencia, de feligresía o de adopción de creencias y sentimientos, entre ellos sus odios y propósitos de venganza.
Somos herederos del miedo de perdernos. Del miedo a no saber de dónde venimos, pues se nos ocurre que en algún momento del existir caótico y sangriento en que siempre hemos vivido, debiéramos regresar, para salvar la vida o para volver a empezar de cero este camino que de forma tan fallida hemos recorrido hasta aquí.
Me ha tentado a cavilar sobre éste tema una cita del Señor Wade Davis en su libro El Rio, que actualmente estoy leyendo. Él dice que en guaraní las palabras Perdón y Olvido son la misma. No dejan de admirarme los indígenas con su sabiduría. Es que si yo sigo recordando lo que los colombianos nos hemos hecho a nosotros mismos y lo que algunos colombianos me han hecho a mí y a algunos amigos y vecinos, no podré perdonar, ni mucho menos perdonarme.
Propuesta:
Por qué no, como una de las tareas necesarias en la era del Pos dialogo que estamos próximos a iniciar en virtud de que el tiempo se le está agotando al presidente Santos, no le echamos candela a todos esos museos y casas de la memoria que se han inventado y obramos en consecuencia con el idioma guaraní, donde Olvidar es igual a Perdonar.
León M.N. Dic.18 de 2015


PLAYA.

Tendidas al sol como las hojas secas.
Como sábanas blancas extendidas
sobre las grandes piedras que hay en la quebrada.
Tumbadas sobre la arena de la playa las muchachas.
Y el mar goloso lamiéndoles tobillos
Y anteojos oscuros cubriéndoles los ojos.
Y los muchachos rumiando sus antojos
Y la cerveza enfriándose en el hielo
Y la fiebre del verano haciendo estragos
Y en la radio sonando la bachata.

León M.N. Nov.29 de 2015

QUIMERA.

Tanto dinero y tanta palabrería y tantas fallidas esperanzas invertidas.
Tantas mentes exprimidas.
Tantas personalidades y tantos sabios a los que se les han hecho malgastar su tiempo.
Tantas oraciones recitadas a tantos dioses sordos.
Y tantos cantos a las vírgenes, a las que sólo les alcanza el tiempo para llorar la ausencia de sus hijos.
Porque toda mujer a la que se le arrebata un hijo se transforma en virgen.
Y todo hijo muerto en la batalla se convierte en héroe, aunque ninguno en redentor.
Tantos oportunos consejeros y tanto oportunista adulador.
Tantas experiencias maquilladas, tantos espejos opacos en los que mirarnos.
Y tantas realidades de ficción.
Ni orador, ni sabio, ni experto, ni mucho menos dios.
Ni valiente, ni soldado, ni héroe y mucho menos redentor.
Tengo delirios de poeta y no quiero fungir de historiador.
Me declaro profeta y, como profeta: el mejor.
La paz es una quimera:
Un monstruo imaginario con cabeza de león.
No quieras amansarlo para que duerma a tu rincón.
Tiene cuerpo de cabra que sólo busca el monte y boca de dragón.
La paz es una fantasía que se cree posible, pero no nos engañemos es sólo una ilusión.


León M.N. Noviembre 15 de 2015.
REPUGNANCIAS.
Hay exquisitos objetos que para mí son repugnantes, y no me refiero a aquello que los decora y engalana, y menos aún a lo que representan o al lugar donde se exponen, y ni tampoco estoy pensando en los materiales con los que fueron fabricados.
Pueden representar escenas de entrañable ternura, madres que amamantan a hijos de ojos felices, dioses que dejan caer lluvias de bondad sobre sus fieles. Otros recuerdan gloriosas batallas libradas contra la guerra y la peste, en la que sus personajes terminaron victoriosos. Bucólicos escenas donde se recuerda a la familia y sus diarias tareas y placeres. El amor en clímax de exaltado misticismo. El heroísmo, la bondad, la generosidad, la donosura.
Esos asquerosos objetos a lo que me refiero se encuentran en iglesias, en palacios, en plazas y en museos. Cuelgan del cuello de algunas grandes damas o pueden  refulgir en el pecho de varones, difícilmente en los de caballeros. Son muchos a los que les han ordenado falsas copias de oropel para mantener a  buen recaudo, los originales en las bóvedas de seguridad que para el propósito hay en los bancos.
De tarde en tarde y a nivel internacional o meramente local, por la prensa, la radio, o conveniente y discretamente con invitación privada, convocan a exposiciones en las grandes galerías, donde es posible admirar o pujar por enormes y valiosos colecciones de esas vergüenzas de la especie humana.
Es que estoy hablando de algo que se ve entre líneas, entre los pliegues, escondido en los matices y en el variar de los destellos que refulgen.
Me refiero el método, a la condición, al usufructo. A la época, el lugar y al empresario que lo ordenó o a su primer, y a veces a la dinastía de sus dueños. A la técnica y sus consecuencias para el autor, o los autores y todos sus hermanos.
En muchos casos también me refiero a su objetivo, a su destinación y al desempeño.
Cuando actúas como debe ser ante estos objetos a los que me refiero y aguzas tu mirada frente a ellos. Podrás ver la evidencia y pertinencia de mis calificativos hacia ellos. La propiedad de mi desprecio hacia lo que por horas o por siglos los ha rodeado como séquito.
Es difícil ocultarlo a quien observa atento que son producto de la escoria de las almas de sus ordenadores. Fabricados a pesar del hambre y de la muerte segura del artista que en locas y desesperanzadas horas de dolor los concibió, o primorosamente elaboró.
Son el fehaciente testimonio de la esclavitud que reinó y que hoy también campea camuflada escondiéndose entre marcas, grandes nombres y renombres; aplausos a innovadores y nuevos emperadores que conquistan, ya no murallas y blasones, pero sí gobiernos, mercados, dinero y muchos corazones.
Sí miras bien te enterarás, que tanto quienes hoy los fabrican y quienes ante ellos  codiciosos se hincan; quienes son sus fans,  su club de admiradores y consumidores, anestesiados de sofisticación, de originalidad y diferencia, van cayendo como burros frente a los nuevos emperadores, como esclavos. Cuando no como moscas envenenados por las consecuencias de los materiales con que fueron fabricados.

León M.N. Octubre 13 de 2015

TIENES RAZÓN

TIENES RAZÓN.
A: Antoine Leiris
    y a  Melvil.
Por qué razón les regalaría yo mi odio.
Odiar es venderle el alma al diablo.
Es vivir el resto de la vida en el que el odio permanezca vivo,
bajo su yugo, en sus dominios.
Malditos sean mis odios y los que lo han provocado.
He sido presa de  su ignorancia repugnante y enfermiza.
Cómo poder entrar al reino de la libertad,
antesala de la felicidad en la que no habrá cabida para los criminales,
ni para el odio que con sus actos siembran.
No habrá lugar para quienes sus crímenes han convertido en almas muertas. 
sus dios ha hecho de ellos lo que son:
Cadáveres vivientes.
Quiero que el espacio dedicado al odio que en mi han provocado,
sea ocupado por la serenidad que acompañe el dolor que cada día trae.
Y que nunca más me llegue con estos apremiantes deseos de venganza.

León M.N. Nov.25 de 2015.



TROPICALIA

TROPICALIA

No pude despegar mis ojos de la belleza que tienen los cuerpos surgidos de la mezcla de razas que hay en los puertos, donde hace siglos tienen por costumbre llegar barcos empujados por aventureros.
Huele a pescado frito y a ron diluido con agua del fruto de los cocoteros.
Por la playa, por las calles y aun en los corredores, las caderas se mueven como invitaciones a pecar: Así de descaradamente.
Las hamacas se guindan de cualquier artilugio que pueda sostenerlas.
Son cómplices de la pereza y de la imaginación exaltada por las olas. 
Un sol de bronce vivo se adhiere a las espaldas de bañistas y de pescadores.
Y la cumbia nace en las plantas de las niñas que se alzan las faldas para bañar sus pies con la marea, mientras sostienen una vela en la otra mano.
Un demonio juguetón se cuela a la fiesta en las fogatas.
Al alba se arrastran las canoas a la playa.
Con largos remos, son  llevadas mar a dentro, hasta donde ya no se sientan los olores de la playa.
Esperanzadas las siguen las gaviotas.
Al despertar pongo mis ojos sobre las luces de horizonte, que se confunde con la luz de los luceros.


León M.N. dic. 22 de 2015.

YO

YO
 El que he sido bien considerado.

Tanta misericordia de la que soy ungido cada día.
Bondadosas palabras que a mí son dirigidas.
Gentes, que según lo entiendo yo, ya han encontrado el camino al cielo, me invitan a seguirlo, con ellos, o no les importa que lo siga por mi lado, con tal que les otorgue el consuelo de seguirlo.
Y yo desde acá, desde donde mis blasfemias silenciosas parten buscando allá en lo profundo de la selva, unirse al rugido de jaguares; del jaguar, objeto del ritual que cura el miedo. Del jaguar que no sabe bien si lamer la sangre fría sobre la piedra de los sacrificios o la enardecida sangre del sacrificante.
Y mi drama es presenciado por los guacamayos de vistoso plumaje que engalanan la piel de las serpientes  que vuelan agresivas entre los pliegues  de la capa nocturna de los sacerdotes que portan el cuchillo de obsidiana.
Apenas canta el alba las primeras notas del rocío, que fija los colores sobre las flores, en mí la desazón se despereza y de la mano de la desesperanza reanudo mi vagabundo caminar sobre profundos valles. Por estrechos cañones vigilados, cuando el sol hace sonar su ardiente canto, por los aviesos ojos de los cóndores, que cada día engullen la carroña.
Dejo mi cuerpo a la vera del camino y hecho pavesa de remordimiento, desciendo en una fría corriente de las que hablan ronco y anuncian tempestades.
Ahogado por el humo espeso de tantos incensarios, que no logra elevarse por el enorme cargamento de tantas oraciones, veo a los sacristanes contando en una larga mesa las monedas de ofrendas, de diezmos y sobornos por los que los sacerdotes consienten que los ricos entren al reino de sus cielos, por el ojo de una hermosa aguja, montando camellos alfombrados con la blanca piel de las ovejas.  
De tantas vidas que hemos de vivir sólo una nos arrebatará la muerte. La muerte de la que huimos asustados, como si nos persiguiera una jauría de rabiosos perros. La muerte que tal vez es la brillante entrada, tapizada de olvidos y canciones, a un perenne vivir adormecido en apacibles  sensaciones.
Evadiendo permanentemente las horrorosas puertas de un imaginario infierno, olvidamos la promesa de la salvación que nos hiciera un bondadoso dios que se hizo crucificar para que el reino sucediera.

León M.N. Dic. 23 de 2015.