EL
FRACASO DE LOS DOS.
“Hay que construir una salida que signifique la victoria para
los dos,
y en el peor de los casos que signifique una derrota para los
dos”.
Estas palabras del Subcomandante Marcos, dichas en una
entrevista con García Márquez y Roberto Pombo en marzo de 2001, me abren luz
sobre los diálogos de paz en La Habana.
No puedo pensar como colombiano, que los
diálogos puedan terminar con la victoria de un grupo de terroristas,
narcotraficantes, reclutadores de niños, violadores de niñas, sembradores de
minas quiebrapatas y depredadores del medio ambiente.
Tampoco pensar que la paz que firmen se corone
con el premio Novel al representante de un gobierno que traicionó las banderas
que enarbolaba cuando lo eligieron, y digo, eligieron, porque yo no voté por él
y jamás lo haría. Con la paz firmada por un mentiroso que hoy dice una cosa y
mañana otra. Por un cañero jugador de póker, quien por conseguir un voto más,
pone en boca de sus contrincantes y de sus espectadores, palabras y
significados que ellos no han dicho. Y abraza como nuevos y mejores amigos a
quienes masacran la democracia en el vecindario.
Para mí la segunda alternativa que profetizó el
subcomandante Marcos es la mejor manera de terminar las conversaciones de paz
en La Habana. Si, con la derrota para los dos grupos sentados alrededor de esa
mesa. En esa mesa donde faltan muchos y no hace falta que lleguen los que
faltan para que el fracaso no se diluya entre tantos.
Fracasaron
la FARC en tratar de demostrarnos que por las malas se podían tomar el poder y
gobernarnos.
Fracasaron
al querer imponernos que todo camino, medio, estrategia o arma es válida a la
hora de hacer una revolución. Todo ser humano que intenta la fuerza de las
armas como el camino para imponerse ante otro, ya ha fracasado como ser humano.
Y
fracasarán más allá de la firma de paz, al no entregar las armas, dejándolas
como alternativa para imponer su ideología, si es que tienen ideología.
Fracasó
un gobierno que traicionó a sus electores, incumplió su programa y pisoteó las
banderas que le dieron. No es que no tenga razón cuando dice que es estúpido no
cambiar cuando las circunstancias así lo exigen. No es por eso, es que cambiar
por beneficio personal maquillado de beneficio general es antiético. Es que yo
no puedo calificar a un grupo como terroristas y narcotraficantes, y a vuelta
seguida como luchadores por la democracia. Es que no se puede abrir el camino
al legislativo, a decidir el futuro de la patria, a quienes por cincuenta años
no han hecho más que destruir su futuro y su riqueza.
Fracasó
lo que llaman democracia, cuando nuevamente, por enésima vez, se logran
adhesiones, votos y lealtades, por el trajinado camino de las prebendas, las
dádivas y la repartición de mermelada. Y no podemos olvidar que eso que hoy
llamamos mermelada, es el patrimonio de todos los colombianos, el fruto de
nuestro trabajo, las riquezas que hemos ahorrado para hacer escuelas,
hospitales, carreteras…
No
es que no tenga razón cando dice que la paz es un bien supremo y necesario para
poder transitar las sendas del progreso. Eso es verdad. Lo que no es verdad, es
que la paz se puedo lograr con impunidad. No podrá haber paz sin justicia, sin
reparación, y no hablo de cantidad de penas y de tiempo en las cárceles. Yo
hablo de reconocimiento de errores y pecados. De abrazos de perdón y de
reconciliación. Yo hablo de la verdadera posibilidad de tomarnos de las manos
para emprender el camino de la reconstrucción y no de ocultarnos temerosos tras
de fronteras invisibles que no podamos cruzar sin el riesgo de perder la vida.
Fronteras que seguirán trazándose con el lápiz del dolor, del resentimiento y
tentaciones de venganzas. Con los hilos aparentes del olvido en un mapa
sembrado de recuerdos explosivos.
Fracasó
el capitalismo cuando, disque se crean más y más empleos, sin que se logre
disminuir el hambre, la ignorancia y la falta de atención en los hospitales. Lo
único que se percibe sin lugar a dudas, es que los ricos son cada vez más ricos
y sus impuestos o contribuciones, cada vez más blandos.
Fracasó
el sistema cuando cada día hay más acceso a la educación superior y esa educación
no es de calidad y con ella no se abren las puertas del empleo.
Fracasó
el comunismo, fracasó el capitalismo y ese si es el fracaso de todos.
Es
necesario reconocer que hemos fracasado todos y humildemente reiniciar la
marcha en búsqueda de la tierra prometida.
León
M.N. junio de 2014.