sábado, 23 de marzo de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
martes, 19 de marzo de 2013
martes, 12 de marzo de 2013
LOS ESPANTOS DE ARMENIA MANTEQUILLA
En esta entrada he puesto un enlace con mi publicación:
LOS ESPANTOS DE ARMENIA MANTEQULILLA
Para leerla sólo tienes que hacer clic sobre el enlace., que está debajo de este párrafo..
Los Espantos de Armenia Mantequilla
LOS ESPANTOS DE ARMENIA MANTEQULILLA
Para leerla sólo tienes que hacer clic sobre el enlace., que está debajo de este párrafo..
Los Espantos de Armenia Mantequilla
AÑO DE 1900 Y PICO
AÑO
DE 1900 Y PICO.
Se
inician en Armenia Mantequilla, las preliminares al interior de ocho partidos
políticos, con el fin de escoger sus candidatos para la próxima elección de
alcalde.
Crece
la efervescencia partidista, el entusiasmo y el delirio electoral.
De
todas las ventanas cuelgan los trapos de los diferentes paridos. Perdón por lo
de trapos, corrijo: se enarbolan las banderas.
En
mi partido todos queremos participar. Para asistir a la convención nos pusimos
ropa dominguera y los más pudientes hasta estrenaron camisa y calzoncillos. Muy
precavidos pues a la hora de las reuniones políticas uno nunca sabe dónde y
delante de quién le va a tocar bajarse los calzones. Y que a uno lo vean con
calzones abajo es una cosa, pero otra muy distinta, es con calzoncillos rotos.
No
había quién recibiera la invitación a un tinto, todos queríamos pagar y de esa
manera incentivar cada quien su candidatura.
Lo
mismo ocurría en las toldas de los otro siete paridos de la oposición.
Las
calles estaban vacías pues en las sedes partidistas estaban reunidos los
ochocientos trece electores y sus hijos.
Solo
estaban abiertos al público los tres cafés del pueblo, cada uno vigilado por un
policía para que se respetara la ley seca.
Por
las calles desérticas subía y bajaba el bobo del pueblo con bandejas de
pocillos para tinto y termos, gritando: Por qué más bien no se juntan y así los
puedo atender más fácil.
Era
el único que predicaba la unión. Todos los demás electores creían a pié
juntillas que le ganarían a sus contrincantes.
Por
la emisora del pueblo se escucha el Himno Nacional, el de Antioquia, el de
Armenia Mantequilla, el de la Herradura. El de la Loma y el de Paloblanco. El
locutor interrumpe de vez en cuando para pasar unas pautas publicitarias de Cootrasana
y de la Tienda del Pobre Evelio, y entre himno e himno, grita: ¡Viva la
democracia!
A
las cuatro de la tarde, como por arte de magia, quedan empapelados todas las
paredes, todos los postes de la luz y las tapias que rodean los solares, con
las pancartas de los ocho candidatos a la alcaldía.
No
se asusten, eso es obra de la tecnología. Una vez terminado el escrutinio en
cada partido; vía e.mail se trasmitió a la capital la orden de imprimir los
carteles, volantes, pasacalles, botones y demás artículos de propaganda, con la
foto de cada candidato. De esa manera los pudieron enviar en el bus de las doce
y llegaron a las tres y media a envolver
el pueblo en el más colorido carnaval de democracia.
Salieron
los ciento y pico electores de cada partido con su arsenal de papelitos para
tratar de convencer a sus vecinos de olvidarse de su candidato y que votaran
por el de ellos:
Que
el candidato de nosotros va dar mercados cada ocho días durante todo su mandato,
a los que vote por él.
Que
el de nosotros va a traer una sucursal de la Universidad de Antioquia con 19
carreras, 5 especializaciones y 3 doctorados, para que estudien lo que quieran
los 25 bachilleres del pueblo. Ah y eso no es todo… Gratis. ¿Cómo le quedó el
ojo?
El
candidato del partido Verdeazul, ya tiene listo y financiado por el Reino de
Madagascar del Sur, una escalera eléctrica para subir a Mojones. No es si no
que se posesiones nuestro candidato para que empiecen las obras.
Eso
no es nada, el candidato del partido Moradito, ya tiene la plata para el Teleférico
hasta Cangrejo y está en conversas, con los alcaldes de ahí pa´bajo hasta
Barranquilla, y entre todos van a pavimentar el Río Cauca y así poder llegar en
carro hasta la costa, sin pasar por Medellín.
Y
dice un paisano recién llegado de la capital con su grado de Administrador de
Empresas: Nosotros gobernaremos a Armenia La Más Educada y por eso le vamos a
regalar un Campero último modelo a cada estudiante que se matricules, para que
pueda llegar tranquilo a clase. El parqueadero para todos los carros va a
quedar detrás de la Casa de la Cultura y lo va a administrar, mi´apá.
Los
del partido Amarillo Pollito, que no hay que confundirlo con el Polo, tiene la
propuesta de establecer relaciones imperecederas, irrefutables e indeclinables
con la República de Petrozuela y construirá un oleoducto de aquí a Paracas,
para que de esa forma nos llegue directico el combustible y poder exportarlo a:
Amagá, Angelópolis, Titiribí, Concordia, Betulia, Ansá, y todo el Suroeste. Con
las utilidades de ese negocio se hará el aeropuerto de la Volcana, para sacar
todos los días tempranito, en avión, la leche que se le va a vender a Colanta.
Y
así siguieron los 10 mese de campaña electoral. Se agotaron las gallinas en los
solares de tanto sancocho electorero. No se encontraba un solo marrano ni para
un remedio, de tantas marranadas a las que fuimos invitados los de aquí, los de
allí y los de más allá.
Las
sirvientas de las casas renunciaron, pues ya no daban a vasto de tanto hacer
tinto para las reuniones de los copartidarios.
A
la iglesia no volvieron sino los candidatos a hacer la novena a la Patrona de
los Imposibles, los demás parroquianos, dizque estaban en correrías, en
comisiones, en brigadas o pegando carteles.
Por
fin al día siguiente de las elecciones, cuando ya quedó elegido el que ganó, la
vida volvió a su curso normal. Los finqueros a seguir mandando los piones para
las fincas y pagando el vale los domingos. Los trabajadores a seguir buscando
trabajo. Los comerciantes a escondérsele a los vendedores viajeros de
cacharros. Los vagos a seguir vagando. El párroco a hacerle propaganda al Altar
de San Isidro y yo a tomarme mis guaros en el
Café de la Esquina, pues por fin se acabó la Ley Seca.
León
M.N. Marzo de 2013.
jueves, 7 de marzo de 2013
LA CASA DE AL LADO DE
LA IGLESIA.
Esta casa, que antes
fueron dos casas, una en el primer piso en la parte de atrás, tan encerrada,
que sólo se podía mirar hacia la pared izquierda de la iglesia y otra en el segundo piso, con balcón que
miraba a la plaza. El primer piso en el frente era un largo local donde por
muchos años mi papá, Don Horacio Montoya, tuvo su almacén.
El segundo piso hospedó
en los años 50s a la familia del Doctor Jesús Castaño. El primer medico oriundo de
este pueblo. Muy acertado en sus
diagnósticos y tratamientos y también buen chupador de aguardiente. A sus
estudios médicos en la Universidad de Antioquia, contribuyó el pueblo, por
ordenanza municipal, que ordenó se le pagará la matricula, cosa que él retribuyó en gran medida y con gran
generosidad, por largos años.
Allí También vivió ya
en los 60s, el telegrafista de Armenia, de apellido Gallo, con su esposa Doña
Ernestina y su hijo José Aldemar, que fue amigo y compañero de los Mantequillos que
hoy estamos entre los sesenta y setenta años. A los paisanos de hoy debe
enseñárseles, qué es ser Telegrafista, qué era el telégrafo y qué es la calve
Morse.
Allí vivieron luego: Roberto e Ignacio Ruiz cuando
eran solteros, con su papá, su mamá y muchos hermanos. Recuerdo con mucho
cariño a Hernán que una vez, a causa de un accidente,se quebró un brazo. Luego de que le quitaron el yeso y dejó de cargar el brazo en cabestrillo, en una ocasión le pregunté: Hernán cómo sigues del brazo? A lo que él me respondió: Todavía me duele mucho pa´miar.
Pero esta casa tiene historias terribles, grabadas en
la piel que tienen los recuerdos de Armenia. Porque los recuerdos tiene piel.
Contaba Horacio Montoya,
quien fue su dueño por más de cincuenta años, que esa casa o algunas de sus
paredes son más antiguas que la Iglesia del pueblo. Antes de que se iniciara la
construcción de la Iglesia, durante una tempestad eléctrica, cayó un rayo y
quemó la casa. Años más tarde mi papá compró las ruinas y la reconstruyó.
Terminada la iglesia y por mucho tiempo, Horacio, le insistió a los párrocos
que pusieran un pararrayos en la cúpula, si no querían que la iglesia corriera
la misma suerte que la casa antigua, junto a la nave izquierda.
Por fin alguno de los
curas le paró bolas a al cantaleta de Horacio y él mismo, con la ayuda de
Alberto Acevedo, instalaron el moderno equipo pararrayos.
La cosa no paró allí.
Los dioses del Averno, los espantos, las brujas, los truenos, los relámpagos y
las centellas, le cogieron una rabiecita a Horacio, y éste, por más que
madrugaba siempre a misa de cinco, no se los podía quitar de encima.
Rayo que caía era
atrapado por el pararrayos y sepultado muchos metros bajo tierra. Por más que
dispararan tempestades, nunca en el pueblo se volvió a saber de incendios de
casas por cuenta de los rayos.
Sólo una vez, Gustavo
Giraldo y Antonio Vélez que subían, montando una mula y un macho muy bonitos, porque
eso sí, ellos montaban animales muy bonitos, subían de la finca de La Unión. Para escampar un
aguacerito de esos espanta flojos, se metieron debajo de un palo de mangos que
había en el primer potrero. Y de buenas a primeras, cayó tremendo rayo en la
copa del mango. A ellos, como aun estaban sentados en sus cabalgaduras, sólo los
alcanzó a pringar y los mandó al Centro de Salud de Armenia, pues en ese
entonces no había Hospital o no había médico, ya ni me acuerdo que era lo que
no había.
Furiosos los demonios de
los rayos, se dedicaron a hacerle males al pobre Horacio. Primero fue un robo
continuado, de telas, zapatos, cortes de paño, peinillas, machetes, mantas,
cobijas, ruanas… Todo se desaparecía del almacén del pobre Horacio, y él, más
caviloso, preocupado y cada vez más empobrecido, se decidió por pedir a los
inquilinos, las casas pegadas al almacén, unirlas y llevar a toda la familia
para que viviéramos allí y de paso cuidáramos el chuso.
No
fue sino que llegáramos con el trasteo y que los espantos, los fantasmas, las
brujas y todos los demonios, armaran la fiesta cada noche. Nosotros bien
juiciosos ayudando a armar catres y a tender camas y los espantos y las brujas
a destenderlas. Nosotros y las sirvientas barriendo y ellos pasaban sin ser
vistos y regaban nuevamente la basura. Mis hermanas trapeando, secando y
brillando la baldosa de los pisos y ellos para arriba y para abajo del corredor
con las pesuñas empantanadas.
Y
por la noche, ni se diga: Uno con harto frío, y ellos jalándonos las cobijas. Y
como éramos tantos los hermanos, unos pensábamos que eran los otros y se
armaban las peleas entre nosotros y las quejas a mi papá y a mi mamá. Y luego
las pelas, los correazos y los castigos paternales. Hasta que nos dimos cuenta
que no éramos nosotros. Que eran nuevamente los espantos, los duendes, los
fantasmas o los demonios que vivían con nosotros en esa casa. Y cómo no les
volvimos a hacer caso, se cansaron del jueguito y no volvieron a molestar con
las cobijas.
Pero
se inventaron las lloradas. Esto ocurría como a las diez u once de la noche
cuando ya nos estábamos durmiendo. Comenzaban a oírse llanto de niños, que
venía como desde el bautisterio de la iglesia, que da contra el patio de la
casa. Al principio pensamos que eran amoríos de gatos que cuando están en celo
ñarrean perecido al llanto de los recién nacidos. Pero no eran gatos, eran los
espantos imitando el llanto de todos los niños que lloraban en el bautisterio,
cuando el cura les echaba el agua bendita para bautizarlos.
También
nos acostumbramos a oír llorar muchachitos, o mejor dicho como fuimos tantos
hermanos, no nos molestaba dormir escuchando llorar a un culicagado.
Cómo
no podían asustarnos se inventaron meterse en la cocina a jugar con los
pocillos de la vajilla. Cuando por quedarnos hasta tarde de la noche,
conversando con los amigos en las cantinas o billares del pueblo, entrabamos a
la cocina a tomar algo antes de acostarnos, se oía clarito como si descargaran
un pocillo sobre el poyo y éste quedara dando vueltas y vueltas antes de
asentarse bien.
Cuando
en alguna oportunidad nos acompañaba mi mamá, ella decía: Vámonos a acostar ya, que llegó éste espanto cansón a pedir tinto, apagábamos la luz y encerrábamos
al pobre espanto hasta el otro día, en la cocina.
León
M.N. Marzo de 2013.
miércoles, 6 de marzo de 2013
LLANTO LECHOSO
LLANTO
LECHOSO.
Vengo sobre un camino largo, antiguo.
Desde un país del que ya nadie tiene historia.
Partió de las ondulaciones que sobre la mar trazó una balsa,
Y navegó por entre la neblina.
Luego se dibujó con huellas en la arena,
Delineándose en las hendiduras cavadas por el agua
entre las rocas.
Por los intersticios líquidos que unen los juncales
Trepó por cárcavas por las que descienden la lluvia
arañando la desnuda tierra.
Traigo entre el vientre, en el centro del sentir:
Dolor de patria.
No te alarmes.
Solo de la patria mía, la intima,
La que yo construí
como un collage de retazos de historias familiares,
De fragmentos de lecciones escolares.
Con recuerdos de paisajes míos, pero en tierra ajena.
Construida con propósitos, enmiendas, contrición y
penitencias bien cumplidas.
Me duele una patria de anhelos no encontrados,
De notas musicales que lloran entre cañas de guaduales
quejumbrosos
A ritmo de corazones sincopados.
Y sangro una hemorragia blanca como leche diluida,
Que gotea y quema las piedras del camino.
Voy dejando marcado un sendero corroído del que brota
un humillo blanco y seco.
Sangro savia de flores albinas que le temen al sol por
que las quema.
Es sangre de la patria mía,
No te alarmes.
Sólo de la mía,
La internamente mía,
La patria que construí como un soneto viejo.
Con metáforas prestadas,
Con rimas flojas,
Con asonancias y discordancias que se fueron
convirtiendo en mi cacofonía.
León M.N. Marzo de 2013.
martes, 5 de marzo de 2013
CUENTOS POR CONTAR
CUENTOS POR CONTAR.
1. HACIENDO LA TAREA
De regreso a la casa, luego de
haber comprado un cuaderno nuevo y un
nuevo lapicero, se dijo:
Seguiré escribiendo y
escribiendo, hasta que aprenda a hacerlo bien. Una vez aprenda a hacerlo con
buen estilo, originalidad, de manera clara y bella, cambiaré de oficio.
2. SE FUE A RECORRER
Metió en una mochila una muda de
ropa y su cepillo de dientes. También guardó sus acuarelas, unos pinceles, un
estuche con lápices de colores y muchas hojas de papel en blanco. Se fue por el
camino que bordea el río y prometió no regresar, hasta no haber pintado todos
los paisajes, todos los colores que da el sol de la tarde y el del amanecer.
3. EL SIBARITA.
Salió a la huerta. Lucila vio, por
entre las cañas que forman el cercado, cómo se inclinaba sobre los surcos. Con
el sol aun cerca al horizonte, probó las hojas de las coles, los repollos, las
lechugas, las de rabanitos y las de remolacha.
Fascinado por esa colección de
sabores y texturas salió al potrero y se
mezcló con las vacas, algunas cabras que empinadas, alcanzaban las hojas
tiernas de un guayabo y con la yeguada que pastaba. Probó de los brotes del
pasto dulce y entre él, saboreó unas hojas jugosas de cilantro de sabana.
Lucila lo siguió desde la ventana,
aferrada a los barrotes. Pudo verlo camuflándose entre las sombras y el
claroscuro de la umbría cuando entrón en el bosque. El sol ya estaba en el
cenit. Lo imaginó llevándose a la boca
puñados de moras negras de lo maduras que estarían. Atiborrándose de mortiños
jugosos y del mucilago dulce que recubre las semillas en los frutos rojos.
El sol se deslizó detrás de las
colinas que una luna llena pintó de un resplandor cremoso, como el que
rebosa en la totuma postrera del ordeño.
Una silueta de mujer aferrada a
los barrotes, pasea sus tristes ojos, por la frontera que separa el bosque del
potrero.
4. MITO DE ORÍGENES
Estaba en un lugar de oscuridad.
Dicen los que lo imaginaron al
principio, pues nadie habitó allí para luego venir a relatarlo.
Siegue una ruta circular tan
grande, tan enorme, que no logra apreciarse curvatura. Va él monstruosamente
grande y solo.
No se le llamó: Resplandeciente,
ni hermoso, ni inmensamente reluciente, pues nadie hubo entonces para nombrarlo.
Imaginan que su ruta es en
espiral.
Y destellaba pero no reflejaba,
ni alumbraba, porque en su camino, su luz, al no tropezar con forma alguna,
nada develaba.
Y en la inconmensurable distancia
se adivinan sombras densas.
¿Creadas acaso por él en su
girar?
¿En su afán de no vagar
eternamente solo?
¿Tal vez con la necesidad de ser
nombrado, creado, conocido o tal vez reconocido…?
No se sabe…
Pero esas sombras densas
detuvieron unos haces de su luz y así supimos creadas las formas, los colores,
las texturas.
Y
se abrió el espacio entre el aquí y el allá y el más allá.
Se supone que de esa manera hubo
velocidad, y movimiento en el espacio.
Y su vagar rompió un celaje y
causó un silbido y nació el eco cuando tropezó con los objetos densos.
Y emergieron entonces de la nada:
la música y la danza.
Y pasaron giros y giros y más
giros, y al final mis ojos que celebran
el vagar de sombras, textura, colores, silbos y la danza.
Y la palabra que nombra todo esto
y mi capacidad de recreo que cada día veo en aumento.
5. EL ENCARCELADOR DE CANTOS.
No le rendía la tonga. Los demás
peones le cogían ventaja y él, tranquilo se quedaba como alelado, oteando el
viento como un perro cazador.
Hasta parecía que movía las
orejas buscando ruidos, murmullos, voces lejanas, cantos de pájaros…
Los sábados no se bañaba temprano
como los demás.
Ni subía al pueblo vestido de
blanco, con el sombreo nuevo y el poncho doblado sobre el hombro.
Se colgaba a la cintura y
enfundado en una vaina de cuero, un cuchillito filoso y en la mochila llevaba
una cabuya.
Se iba por las cañadas cerca a la
quebrada donde crecen silvestres las Caña Bravas.
Agobiándolas cuidadosamente para
no quebrarla, les robaba las espigas a las ya florecidas.
Les raspaba sus florecitas que
como pelusas formaban los penachos.
Haciendo un haz con las livianas
lanzas, las amarraba con la cabuya y así regresaba al corredor de la casa.
Allí era: el tomar medidas,
cortar canutos largos, medianos y pequeños.
Y ayudado con una lezna, una
rueda de alambre dulce y su filoso cuchillito, iba dando forma a un pequeño
palacio con torres, y garitas. Con puerta amplia y de ajustada cerradura. Con
techo levadizo que una vez abierto y sostenido con secreto artilugio, el leve
vuelo de una mariposa lo haría cerrar apresando a algún intruso.
Terminada la jaulita, probaba su
eficiencia cómo trampa.
Aseguraba dentro de ella un
pedazo de plátano hartón, el más maduro y perfumado y salía a buscar en el
cafetal sombreados de guamos, naranjos y bananos, el sitio ideal para colgar su
trampa.
Se sentaba en la fresca sombra a
pistiar, toches, turpiales y sinsontes.
Los llamaba imitando sus silbos.
Y acostado sobre las hierbas que
crecen y florecen en los surcos de los cafetales, con el sombrero cubriéndole
la cara, se dormía soñando con Graciela.
Cuarenta y siete años después y
luego de regresar del cementerio, Graciela abrió las puertas de las cinco
jaulas que en el corredor colgaban de las vigas y les dio la liberta a dos
sinsontes, un turpial, cinco periquitos y más de diez canarios.
Luego guardó en una petaca tejida
de bejucos, toda su ropa de color, para tenerla lista para regalársela a los
pobres de la vereda y se sentó en la banqueta del corredor a silbar imitando el
canto de los pájaros.
No la vieron llorar.
6. LA NOVIA
Sentada en un altico en la cabecera del potrero, desde
donde podía pistiar el camino y darse cuenta: quién subía y quién bajaba,
apretando entre los dientes una verriondera que sentía, finge remendar una camisa.
Y yo que soy tan boba, se decía.
– no es sino que me silbe y salgo como pepa de guama a recibirle la visita y le
creo todos sus embustes.
Dizque hoy venía a la casa a
pedirles permiso a mis papás para hacerme formalmente la visita… y mírenlo. Las
horas que son y sin llegar. Ahora dirá que lo cogió la noche en el trabajo.
Dejó a un lado la camisa rota, la
aguja y el dedal y comenzó a deshacer sus trenzas. Por si es que llega, no vaya
a pensar que estaba engandujada esperándolo. Y si quiere conversar conmigo, va
tener que esperar que me vuelva a peinar y a ponerme pispa y sino que se vaya
pa´la quita porra.
Que no se enteren las vecinas que me dejó plantada.
Cómo son de trisconas, no les va aguantar nadie sus burlas…
Y si no me quiere volver a
arrimar, que se vaya a freír moscas, tampoco me voy a morir por eso ni me voy a
quedar para vestir santos.
Mejor dicho: si hoy no baja, y el
domingo quiere conversarme en la plaza…Ahí´ manece y no lo güele. Que todo el
mundo lo vea arrastrándome el ala, y yo, muy sí señora, como si no fuera
conmigo.
Cogía nuevamente la camisa y la
aguja para remendarla, pero no daba ni una puntada. Se le iba el tiempo en
pistiar y pistiar el camino y hasta se le llorosiaban los ojos de la rabia que sentía.
Apretando los puños y los
dientes, para no explotar en llanto, desvió la mirada hasta el cerro tras del
cual se oculta el pueblo. Estaba tapado por enormes y negros nubarrones.
Qué pesar…, yo tan mal pensada.
Miren el aguacero que se desgajó en el pueblo. ¿Será que lo habrá alcanzado en
el camino y bajará por ahí: agua dios misericordia…?
Ya mismo me voy a la cocina alzar
una ollita de agua para tenerle un tinto calientico.
7. DOMINGO DEL JUBILADO
Eran las diez y veinte de la
mañana cuando abrió la puerta de su casa y entró. Llevaba puesta la ropa que
usaba para ir al gimnasio.
Traía en bolsas plásticas frutas
y verdura que compró en el mercado campesino que cada domingo se realiza en el
parque.
Hoy es domingo, no hará aseo en
el apartamento. Sólo tenderá la cama, pues de lo contrario se le daña el
programa del lunes.
Sus ropas y el periódico daban
cuenta de que la llovizna lo sorprendió en el camino. Recordó que estaba
invitado por su nuera a almorzar, así que en la tarde habría salida al parque
con los nietos y luego tomaría unas cervezas con su hijo mientras miraban en la
tele el partido.
Insistiría en no tomar más de dos
y en que lo trajeran temprano para alcanzar a leer los correos antes de
dormirse.
El periódico lo leería durante la
semana.
8. TEMPESTAD DE MADRUGADA.
Me despertó un estruendo de
locomotora loca que recorría todo por lo alto.
No había amanecido aun y parecía
que no iba a amanecer. El mundo como que se iba a acabar antes de que el sol
saliera.
Rayos, centellas, batacazos,
truenos y bombazos retumbaban.
Era muy extraña una tempestad de
estas, en la madrugada. Para mí que era una guerra de los dioses: Afrodita,
Urano, Saturno, Eros y Cupido, contra: Apolo, Zeus, Marte, y Artemisa. Minerva
o Atenea sin saber qué camino coger. Baco, en media rasca con Vulcano. Mercurio
y Poseidón haciendo de las suyas, Y los humanos aquí abajo, sin podernos
levantar muertos de miedo.
Sólo atiné a desconectar la tele,
el equipo de sonido y el televisor, para que no me fueran a hacer un daño
grande, esa manada de locos griegos y romanos que se estaban cascando de lo
lindo.
Nada raro que anoche se hayan ido
de rumba, y el oráculo se haya puesto a chismosear y banderiar romances
clandestinos, incestos y orgías, que son tan comunices entre ellos, y se haya
armado el bonche.
Ya van a ser las ocho de la
mañana y nada que se calma esa garrotera. Y Sin a quién llamar. Qué caso le van
hacer ellos a la policía del cuadrante de la comuna nuestra. Y nuestros dioses
Chibchas que se la pasan enseñando a tejer, haciendo cascadas para futuras
hidroeléctricas, amasando barro para hacer guacas y rodillos para estampar sus
mantas. Ah… Que chimba…
Nada raro que Mercurio haya ido a
zapiar a los transportadores, y ahora que pueda salir, me encuentre con que
también hay paro de buses y taxista.
Y qué excusa voy a dar en el
trabajo. Me van a creer que los dioses amanecieron de juerga y no me dejaron
salir temprano. El jefe va a creer que fue Eros que se me metió en la cama con
Venus y que fui yo el que empezó la guerra y también el que la perdí pues
seguro me descontarán el día.
domingo, 3 de marzo de 2013
A POTROS Y POTRILLOS
A POTROS Y POTRILLOS
A la prole de los Montoya Naranjo
No
se detenga el galopar de los caballos.
Resuenen
como tambores redoblantes,
Sus
cascos sobre la llanura.
A
horcajadas los muchachos sobre los lustrosos lomos.
Las
crines y el cabello al viento.
Las
frentes y las testas hendiendo el aire.
Despidan
los pechos gritos de alegría.
Músculo,
cantos, arrojo y brío.
Emulen
liderazgo y competencia.
Cedan
el paso al que en alto lleva la bandera
Y
confiados sigan el paso al de frente limpia y ancha,
Al
de brazo fuerte, al de mano abierta y tendida.
En
pastos tiernos la yeguada vieja y los potros de ayer.
Relinchen
de gozo los potrillos
Y
corra la chiquillada en calzoncillos
A bañarse
en charcos de las quebradas limpias.
León
M.N. febrero de 2013.
viernes, 1 de marzo de 2013
LA MUERTE DE JUAN LOLO
LA MUERTE DE JUAN LOLO.
A Margarita Arredondo, ese lunes, no la despertaron los cantos de los
gallos, ni el cacarear de las gallinas, ni el ladrido de los perros, ni los
llamados de las campanas para misa de cinco.
La despertó el silencio. Era un silencio raro, como pesado, quieto,
detenido.
-
Qué escozor tan raro siento. Algo
extraño está pasando, se dijo. Malaya haberse muerto Lola, mi mama, que era tan
buena para adivinar, interpretar y leer los acontecimientos y presagios.
Trabajosamente se sentó en la cama, donde la artritis, las neuralgias y
goma de las coyunturas, la tenía
postrada. Apoyada en su caminador, fue a la cocina, y preparó café.
Con el pocillo humeante trabajosamente sostenido entre sus torcidos
dedos, abrió la puerta y salió al patio. A través del pequeño solar que
separaba las casas, vio a Rosita Sánchez, la hija mayor del difunto Elías, el
viejo sastre, que estaba regando las matas de su jardín.
-
Tan juiciosa vos regando las flores
tan temprano.
-
Miráme a mí, y sin alzar ni la aguapanela
para el desayuno.
-
No le hace mi´ja, qué afán. Miná
p´acá te tomás un tito.
-
Quedate vos ahí sentadita que yo
misma me lo sirvo.
Y con la confianza de una vecindad de años entró a la cocina de
Margarita y se sirvió un pocillo de café y salió al patio a conversar con la
vecina.
-
¿Vos no sentís este día como extraño?
-
Sí, hay como un silencio…, una
quietud…, una soledad…
-
Mirá para la Casa de Juan Lolo, Está
cerrada, como embrujada, ni se ven en el solar las gallinas, ni los pollos, ni
las palomas. Esto está muy raro.
Las dos amigas con ademanes de preocupación y alarma, y caminando con
dificultad, cruzaron el patio y la estrecha calle. Abrieron el portillo que da
a la propiedad de Juan y se acercaron la puerta de la casa.
Todo estaba en silencio, la puerta y las ventanas cerradas y no se
escuchaba como de costumbre, el radio en el que oía las noticias.
Llamaron: Juan…, Juaaan. Primero en voz baja y luego más fuerte y más
intensamente.
Y para eso que ni Yiyo, mi hijo, ni la Plasta de mi marido están, para que
de una patada tumben esa puerta, pues yo estoy segura que algo malo le pasó a
ese hombre ahí viviendo solo. A ellos les salió un trabajito en la Herradura y
se quedaron a dormir allá.
Risita se acercó a la puerta y la empujó con timidez. La puerta se abrió
de par en par dejando entrar un chorro de luz que iluminó el rincón derecho de
la única habitación que conformaba la vivienda.
-
Margarita, vení que la puerta está
abierta.
Las dos amigas, cogidas de la mano entraron, se agachaban un poco para
adelantar la cabeza y tratar de ver más claro en la penumbra de la casa.
Con la mano que les quedaba libre a ambas, se taparon la boca y mirándose
con ojos desorbitados se dijeron:
-
¿qué está pasando aquí?
Había pollos, gallinas y palomas en toda la habitación. Silenciosos los
animales las miraban desde la cómoda, el escaparate, los taburetes, el fogón y
las repisas. La viga paralela al caballete estaba llena de palomas y unos
pollos piscuizos. El espaldar de la cama y los pilares que sostuvieron un
antiguo baldaquín, eran ahora las perchas donde se acomodaban otras aves. Y en
la cama que quedó huérfana luego de la muerte de la otra Lola, la mamá de Juan,
anidaban unas diez gallinas y rondaban curucuteando las palomas.
En el catre del rincón, acostado, como durmiendo plácidamente, con un
brazo detrás de la cabeza y el otro sobre el estómago, estaba Juan Lolo. Tenía
una sonrisa como si estuviera soñando algo muy bueno.
El catre, las cobijas y el mismo Juan estaban limpios, libres de rila de
gallinas o palomas.
-
Juan… Juaan, Oiga mijo, despierte.
-
Juan…, a vos que te está pasando,
despertate.
Lo llamaban, lo empujaban, pero nada…
-
Margarita: … Juan está muerto… Juan
se murió aquí solito…, llamemos al Padre.
-
Llamemos al Dotor.
-
También hay que avisarle a la
policía.
Las mujeres caminaban de un lado a otro de la habitación, abrieron las
ventanas, entraban y salían, y las palomas, los pollos, las gallinas,
silenciosas, apenas se movían para que en el trajín las mujeres no las fueran a
pisar.
Por fin lograron ordenar sus pensamientos, cerraron nuevamente la puerta
y las ventanas y fueron a avisar lo ocurrido a las autoridades.
Llegó el párroco con monaguillos, agua bendita, hisopo y los santos
oleos. El Cabo de la policía y un sargento, el inspector de higiene, pues no
había médico ese día en el pueblo.
Lo único que pudieron hacer fueron: unos rezos del cura que contestaron
el monaguillo, las vecinas y la policía. Un acta que redactó el comandante y
firmaron como testigos las vecinas y el cura. Y el inspector de higiene fue a la
alcaldía a solicitar un ataúd pues la falta de familiares directos hacía
necesaria la contribución del fisco o la de la Congregación de San Vicente de
Paul.
La Noticia se regó como verdolaga en playa. Llegaron beatas rezanderas,
plañideras espontáneas, amigos, curiosos, las monjas del colegio, una
delegación de los estudiantes y unos empleados de la alcaldía llevando el ataúd
donado.
El sacristán preparó el cadáver y le puso el hábito de San Francisco de Asís:
El difunto quedó como un santico.
Mientras todo esto ocurría, los gallos, los pollos, las gallinas, las
palomas, no salieron de la casa, no se asustaban con el gentío, sólo se corrían
para los lados para no estorbar o para que no atropellaran.
Pero lo verdadero milagroso fue
cuando sacaron el catafalco y se formó la procesión rumbo a la Iglesia y luego
al cementerio. Todas las aves se fueron detrás y en silencio como los
parroquianos. En la iglesia se quedaron atrás y de vez en cuando alguna gallina
cacareaba y las palomas currucuteaban.
Terminada la ceremonia, cuando el sacerdote acompañó al difunto hasta el
atrio de la Iglesia, de ahí en adelante, nadie volvió a ver a ninguna de las
aves. Ni gallos, ni pollos, ni gallinas, ni palomas. Dicen en el pueblo y
muchos lo creen, que las aves eran los ángeles de la guarda y las almas del
purgatorio que se llevaron a Juan Lolo en cuerpo y alma para el cielo.
León M.N. febrero de 2013.
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