martes, 31 de enero de 2012

OTROS POEMAS


AMANECER


Desde aquí, donde unas rocas son guardias que miran la mañana.

Ausente el sol que sube lento la otra vertiente de este cerro


Miro que se levanta desde le suelo,

Un leve velo que danza entre las hojas

Traspasado el follaje de altas copas,

Gira en el aire como las rondas de los niños buenos.

Le veo saludar batatillas en guirnaldas

Prendidas a las ramas de cafetos

Ocultos en atalayas verdes

Imagínolos  azules, oro y escarlata

Y  escucho silbos, trinos y chillidos

Que picotean, liban y degustan

La pulpa expuesta y jugosa de las fruta.

Y asciende raudo y da cabriolas

Y en torbellinos emerge nuevamente

En cada ciclo renueva este paisaje

Y se condensa en la extendida telaraña

Cual clonación de universos repetidos.

Miro a lo alto y veo

Formación de nueves como espuma

Promesa de frescura allá en la tarde

Y fertilidad a las semillas que dejé en el surco.

León M.N. XII’11



AMANECER ANDINO.


Una claridad lechosa se asoma tras las cortinas y el empañado ventanal.

Me levanto, las descorro y abro también de par en par la humedecida vidriera.

El paisaje se me ha borrado.

Una espesa capa blanca con tonalidades azul y gris me aísla de lo que hasta ayer fue mi lugar.

Solo emergen de entre la bruma que avanza, unos arbustos de la huerta,  algunas yerbas y el corredor por donde en oleadas lentas se aposenta aquella masa blanda que todo va borrando.

Salgo al corredor y al abrir las dos alas de la puerta, como afanada penetró al zaguán, la sala y las alcobas.

Se expande silenciosa, como curioseando todos los rincones, y enfría la tibieza  de los cuartos.

Descolgué del perchero mi vieja ruana  y con ella puesta fui a prender la estufa y preparé café.

El calorcillo de la cocina expulsó la niebla y el aroma del café me trajo una sonrisa.

Volví, pocillo en mano a indagar por el paisaje: El matizado telón blanco, el silencio, el  pasmo de la ausencia o la presencia de la nada.

El temblor de la vida en el moverse de la bruma y la neblina y, los colores pálidos en gamas de blanco, grises y grises azulados.

Fui hasta el estudio y desde un artilugio de la tecnología le pedí a Meldelssohn que me acompañara esta mañana, y él lo hizo y nuevamente sonreí.

Bebido el último sorbo, fue corriéndose el velo y todos los verdes renovados tiñeron las montañas. Y nuevamente se creó el espacio entre al aquí, el allá, el más allá y el horizonte.

Y revoloteos emplumados, primero silenciosos y luego en algarabía, picotearon todos los tonos amarillos que el platanal les prodigaba.

La neblina se posó sobre las cordilleras y sólo permitió que el sol me besara, pasado el medio día.
León. XII-11 




AMANECER TELÚRICO

León M.N. Dibujo digital. 2011

AMANECER TELÚRICO


Arriba, en lo que según el lugar donde me encuentro,
según las fuerzas gravitacionales que me influyen,
según la posición que siento ocupar, es mí arriba,
se desató una batalla.

Así lo atestigua  el movimiento tormentoso de las nubes.
Giran y chocan, y se engullen unas a las otras y avanzan por el espacio.
Se elevan y descienden y retrocede, para nuevamente avanzar,
retorcerse y algunas repelerse.

Y así fue en el principio.
En lo que yo puedo imaginar como principio:
Mil fuerzas pugnando por realizarse, por surgir a la vida.
Por condensarse en moléculas,
en células cargadas de protones y neutrones.
Rabiosas sintetizando proteínas y sales,
y mil fluidos de diversas consistencias, colores, aromas y texturas.

Separándose las dispares
y amalgamándose las afines y cercanas.
Acumulando experiencias, instintos y lenguajes.
Esa danza cósmica creó en cada partícula
una energía propia que posibilitó el movimiento
a nuevos estadios del existir,
y hacia diferentes formas de consumirse,
de compostarse, de ser abono, vida para otros
y transmitir semejanzas, rasgos, taras, aciertos, desaciertos…


Y hubo fusiones, generación de multitud de formas de ser,
merced a las semillas, las esporas, los huevos y el esperma.
Y una cadena infinita de células madres
que fueron hijas de otras
y madres de las que las sucedieron y sucederán.

Y tuvo lugar en esa épica batalla por la vida que no acaba de concluir,
la aparición de fuego que es la expresión de la vida y de la muerte.
El fuerte abrazo de esas nubes cósmicas
cargadas de complementarias energías,
estalló en rayos incendiarios que cubrieron la infinita dimensión el éter.
Y unas de sus portentosas chispas golpearon con las olas del planeta azul
que flotaba en el espacio del silencio.


Y fue el hervir del caldo primitivo de la vida.
El elevarse del vapor.
El explotar de mil pozos subterráneos que al expandirse,
abrieron grietas, y cráteres y se formaron los ríos,
las vertientes, los geiseres y con ello las nubes que hoy me tienen fascinado.

El calor de ese estallido viene tardando millones de milenios en extinguirse
y en su devenir inicia nuevos incendios
que son causa de muerte para algunos seres
y térmica cuna para la aparición de otros.

El calor y la presión soportados por la roca,
la tornó carbón negro y brillante
y más presión y tiempo la volvió diamante,
hechizo iridiscente que descompone la luz del fuego
que hace milenios lo causara.

Y la fricción de  las rocas
al danzar sobre las oleadas del magma donde navegan,
dio origen a largas vetas de metales
que pacientes esperaron el nacimiento de los orfebres
que los convirtieran en sarcillos, brazaletes y hermosas narigueras.

Y las nubes allá arriba continuaron con su danza,
el vapor ascendió, y la neblina descendió
y la vida condensada en gota de rocío,
giró sobre la piel de un pétalo.
Me acerqué y pude ver que encerraba un universo
pleno de constelaciones en los que vagaban sin aparente dirección,
una orquestación de mundos, con soles, mares y volcanes.

León M.N. XII-11









  

Libro de poemas: EN OTRO TONO




EN OTRO TONO



Kunsamanu Cheirua, diseño de mochila Arhuaca. Dibujo sobre papel intervenido digitalmente



León Montoya Naranjo



2011








ÍNDICE

1.    CONVIVIO DE POETAS
2.    AZUL
3.    CON OLOR DE INFANCIA
4.    VIVÍ
5.    VIVIERON
6.    PAISAJE DE PÁRAMO
7.    EL ALTO DEL YARUMO
8.    TUKURINKA
9.    DONACHUÍ
10. DOCORDÓ
11. ALTOS DE CHIAPAS
12. CAÑO CUDUYARÍ
13. QUIBDÓ
14. CHIRAJARA
15. CHANGUINOLA
16. CITADINAS.
17. MIRADAS NEGRAS.
18. RETRATOS
19. ALGO PERDÍ
20. OFERTORIO
21. PASTORIL

22. A MI NOVIA MEDELLÍN.

23. ME  ABRO DE LA BELLA VILLA.


PRESENTACIÓN



CONVIVIO DE POETAS
Al 21 Festival Internacional de Poesía de Medellín

Desde los cafetales sonaron los gritos montañeros que llamaban a amigos que en las faldas de en frente o en las cañadas, se apresuraban a recoger los rubicundos frutos.

Y ese llamado lo trasmitieron los sinsontes, los turpiales y una miríada de emplumados que surcaron las nieblas y fueron arrastrados por vientos que recorrieron ríos y tras una planicie sembrada de pantanos y de ciénagas desembocaron al mar.

Al mar que a todos nos abraza y hace de la vida un perpetuo vagar y retornar; porque la vida no tiene sentido si no hemos de tornar, en trino, en voz o en molécula de viento o en gota de rocío que el sol hace ascender como perfume encapsulado en pétalos.

Y los tam, tams de apurado ritmo de los tambores llamadores, llegaron hasta las estepas donde galopa el viento en caballo de espeso pelaje y largas crines.

A los desiertos con fogatas donde se encienden las estrellas y alrededor de tienda de telas y curtidos cueros, sentados los camellos, esperan a que despunte el alba para salir en busca del próximo aljibe en el lejano oasis.

A la tundra donde el armiño anida entre espinas y flores del pantanos.

A las planicies de la nieve y sus esféricos hogares donde la piel de oso y de la foca, que fue alimento, entibia una noche larga o un largo día, aquel donde el sol solo se asoma desde el horizonte y la osa mayor les nuestra el norte.

Y el tom, tom, tom del golpe sobre el ahuecado tronco llegó hasta una costa poblada de fiordos y de azules acantilados que el mar del norte lucha por tragar, y defienden desde sus barcazas un puñado de jóvenes de barbas y melenas que esconden sus también azules ojos.

Y se escabulló su voz recorriendo trincheras cavadas entre rocas allende los Urales y fue distinto su toom, toom, toom, del tra,tra, tra,tra que tras un remolino de arena se escuchaba.

Por entre pagodas y mesclando su son al tommmm del gong ceremonial, llegó la invitación hasta la mesa de los calígrafos que pintan versos en papiros recogidos en derredor de arrozales que como peldaños recubren las colinas.

Desde la alta morada de la nieve donde es Nepal una atalaya y hasta la desembocadura del Ganges en el Índico, acompañando un campanilleo que mesclado con incienso ascendía de  un templo en Bangladesh; convocó a los Vedas y a mil orantes de distintas castas. Todos tienen cabida en el Convivio de Poetas.

Cruzó las arenas sobre las que el viento canta y danzan las palmeras y en la pared de una roca, dejó esculpido e indeleble el mensaje para los seguidores de Jalil Gibran.

Un pequeño tambor de piel de cabra es golpeado por un joven rebelde que solo del sol se esconde tras su Kufiyya que sostiene envuelto a modo de bufanda alrededor del cuello.

Convidó también a los guardianes de los pergaminos y de las tablas que con Estilo dieron a occidente testimonio del advenimiento de la grafía y que aún suben a consultar oráculos, a dioses y adivinos en el monte que rompe la monotonía de las dunas.

Y por el Nilo, buscando el Espíritu de los Orígenes, penetró el Continente Negro: bom, boom, burumdum…  retumbando en los tambores de mil naciones hermanas y todas tan  diversas, que danzan su libertad siempre perseguida por entre selvas  y planicies en cuyas fisuras desaparece la humedad que sol no alcanzó a borrar. Por entre los socavones de las minas donde navegan ojos en busca del pan de mijo o huyendo de látigo y cadenas.


A lomo de gaviota, como un chillido, cruzó el Atlántico eludiendo los mares del sur y su oleaje que engulle carabelas y cazadores de ballenas, de Magallanes hasta Patagonia.

Citó a cantadores y contadores de historias de los Andes, a los Pampas, Mapuches, los Gauchos y a los cultores del lunfardo. Con un graznido, un silbo o un chillido de cóndor recorrió el camino de nevados, páramos y volcanes, que es también la cincha que une a estos pueblos que comparten su historia y su opción por la palabra: Quechuas, Aimaras, Muiscas…

Tomó la voz del tambor del amazonas y con su Tom… Tom… Tommm, que es voz para todos comprensible, los llamó hasta el morichal, preñado de pepas, propicias a la chicha, a la fiesta del Dabucury.

En el norte del continente nuevo, se volvió murmullo entre pinares, reclamo de reno, retumbar de manada de bisontes que recorre las planicies en desbandada perseguida por el Tan…Tan, Tan, de los conquistadores.

Y prosiguió hacia el sur llamando a los hijos de Nezahualcóyotl que llegaron al convivio trayendo entre telas envueltos sus códices pintados sobre amate.

Y fue una sinfonía el coro de las diversas voces que alrededor de la fogata, regalo de Prometeo, se formó.

Deliraron extasiados. Demandaron con su música como arrullo, como trueno. Reclamando desfilaron los portadores de la poética de diversas latitudes, de diversas lenguas y variada acentuación.

La palabra acorazada sólo de su particular estética, unas veces como canto, otras declamada, o como grito arrojado, o como abandonada sobre la multitud que a escucharla se había congregado, la dejaron danzar y a veces se esfumaba en la noche, o quedando suspendida o no podíamos evitarlo y penetraba hondo dejándonos, escrita en sangre, una perfumada herida.

León Montoya Naranjo.
Julio de 2011.








PAISAJE DE PÁRAMO

En espirales como el humo.
Formando círculos sobre una invisible columna de aire tibio,
con ojo atento asciende en lento vuelo
la hambrienta ave de pico corvo y corva garra.
Y abajo, por entre rocas y rapados pajonales
una cinta de vivo verde serpentea.
Y un nervioso trino salta inquieto entre chamizos rotos.
Un pequeño roedor detiene su husmear de raíces y semillas.
Y observa a su enemiga que con el viento en contra lo ha ignorado.

León Montoya N. Dibijo a tintas de color, intervenido digitalmente

Cierra sus alas y con silbar de flecha
rasga el espacio que de la cazadora verde la separa.
Una ágil curva se dibuja, un chillido de victoria
deja escapar el águila que asciende
y entres sus garras se estremece
herida a muerte  la otrora acechante amenaza del  polluelo.







VIVÍ

Movió una frágil briza
la arena que contorneó mi huella
en la cuesta de una cimbreante duna
y huyó la última certidumbre de mis pasos.

Cuando emergí de la laguna quieta
las márgenes del agua que encriptaron
cada relieve de mi cuerpo náufrago
se cerraron, y nadie fue testigo
de  mi emerger de vado.
León M.N. Fotogtafía
Las voces más rotundas de mis declaraciones
se difuminaron en el espacio ocupado
por gritos y blasfemias
y mancharon nubarrones
cruzados de alas negras.

Y en la fogata de los basureros
volvieronse cenizas
los versos que esculpí
y los que delineé en los pergaminos.

Fui potencialidad que brota.
Fui cantor extasiado en alboradas.
Fui sembrador paciente.
Perseguí la justicia seguro de encontrarla.
Grave besos en sienes, en labios,
en manos y mejillas.

Y ni mi huella. Menos mi imagen.
Ni mi palabra, ni mi voz, ni mi grafía.
Ni los brotes de las semillas
que dejé caer en surcos.
Ni mis diatribas ante los estrados.
Ni la ternura agradecida, consoladora o extasiada
de mis labios habrá de sobrevivirme
más allá del tiempo en que transcurre
éste que es mi último suspiro.

Y ni en la perenne y engrilletada sombra
del almendro y de la noche,
quedarán vestigios de que allí
alguna vez yo hallé cobijo.






VIVIERON

 Tañedor de colores tiempla las cuerdas
                                 urdimbre de un telar cansado.

Variación del diseño Arhuaco, Kunsamanu Cheirua. Dibujo intervenido digitalmente


Declamó notas que extrajo
                 del jugo de raíces maceradas.
De hojas recogidas cubiertas de rocío
                 que coció con sal de mar y sumo de tabaco.

Esculpió en el viento sus poemas.
Gravó en el agua una epopeya
                       que saltó por el acantilado
                             y quedó congelada en petroglifos
                                         cubiertos por lianas, por helechos.


Cantó la historia mil veces repetida por ancestros.
Le corrigió matices e incorporó sus propios héroes,
     queriendo que su paso  por la selva y por el páramo
              quedará inscrito como legado
                   para quienes presenciarán el inicio
                             de la siguiente era.





                                                              AZUL

Juega luz de luna azul entre las hojas que vibran
y los redondos frutos henchidos de jugo
se estremecen al impulso de olas de savia
    que desde la raíz les llega.

Luna azul proyecta mi vagabunda sombra
Sobre los musgos fosforescentes adheridos a piedras
y a otros que trepan aferrándose a la corteza de los                             limoneros. 

Desde el peñasco en cuya base se esculpe el camino por el que desnudo vago,titilan luciérnagas, ojos de la noche       vigilan este peregrinaje
que no es huida,
es marcha pionera por encontrar el sumo verde que me atrae,
me llama como canción de mar traída por el viento.

León M.N. Fotografía


En una gota de rocío suspendida del ápice de un helecho
se retrata el horizonte que pintándose de oro
borra el azul y enceguece luceros.

Y esa pequeña esfera temblorosa,
suspendida y repetida,
contuvo el busque,
los peñascos,
la planicie,
la noche
y las montañas desde donde surgen estelas doradas,
luz del sol que rasga el azul y emerge de la noche.

Y en cada microcosmos de neblina condensada
se repite el universo.
Y cada célula,
cada molécula de cuerpo
expresa la vida que el nuevo sol
y la eterna agua hoy me han prodigado.



  


CON OLOR DE INFANCIA

León M.N. Fotografía


Huele a caldo de gallina,  a cilantro,  y arepa delgadita.
A afrecho de maíz recién pilado.
Agua de panela con leche  el llanto de un niño.
Danza la olleta y su aroma se vierte  en espumas de colores.
Recuerdos de carne  frita con cebolla molida, el sol de los venados.
Sobre la hoguera danzan los aromas,
Se diluye blanca con canela en dorados la panela.

Costal de fique, colmado de musgos, helechos y perfume  de monte.
Sudor de enjalma, leña apilada, sogas de cuero retorcido, cabezales.
Huele a corral de vacas, a miel, a caña picada en pesebreras
y suenan un misterioso tambor de madrugada.

Paredes blanqueadas, el aire se llena del olor a pintura quemada,
a puertas lijadas  y en thinner se diluye los colores.
Y con hisopos de cabuya se rocían las paredes
que cambian cada año de colores.

Y los vientos de agosto, engrudo,  papel de seda y caña brava.
Los baños del cabello con jabón de tierra, el copete con lechuga.
Y sus trenzas se perfuman de pino y mis pies de cagajón.

Abro el portalibros y se escapa la madera que despierta el sacapuntas,
el olor de las plumillas y del borrador.
La goma arábiga, el chicle bomba,
tronquitos de guayaba con quesito.
El ponche, las velitas, los corozos quebrados, los corozos asados.

Huelo el polvo de tierra que recubre el subterráneo,
la tierra de capote, la hierba del solar.
La deshierba  del jardín
y el perfume del florero en altar de mayo.
Los sahumerios de ramo bendito, que detienen tempestades.

Aroma de vísperas de fiestas patronales con pólvora, incienso, glostora y pachulí.
Mangos, zapotes, ciruelas, mandarinas, guamas,
mamoncillos que manchan la camisa, algarrobas, piñuelas y madroños.
Huele a lluvia la brisa que me llega y a recuerdos este  viejo baúl.






EL ALTO DEL YARUMO


León M.N. Fotografía


     Sobre el azul.
            por entre astros ya dormidos
pasta un rebaño de motas leves de algodón.

Un tapete
           de verdes infinitos y cambiantes
                sombras de nubes, en las vegas del Cauca,
pastorean los potreros.
Majestuosa, serena,
negra y de cabeza calva,
un ave desliza su enorme sombra
sobre un  tobogán de cerros
y en el peñón se precipita.
Y en la gran cumbre,
allí donde te busca mi mirada,
sobre la blanca cal de tapias viejas
en clave de Morse,
escrito en luz  me llega tu mensaje.
Y entre los cafetales,
en clave de sol,
oigo un bambuco.





TUKURINKA

Que mi ojo permanezca atento y mi sopresividad dispuesta.
No quiero negarme el placer al contemplarte:
loza, piedra, arena oropelada poblada de cristales cual luciérnagas;
oscura pizarra tachonada de brillos y reflejos.

León M.N. Fotografía

Absorbes humedad que nutre a una frágil flora expuesta,
que extraña ser mirada por el ocasional viajero.
Recibes la luz y la reflejas fragmentada,  iridiscente.

Solo conservas su calor para la noche gélida,
del que en la gruta buscará cobijo.


Te acaricia la lluvia que en tu piel resbala
como sensuales gotas que forma venas,
caminitos, escurrideros, pequeños surcos
que labran cauces, cascadas y despeñaderos.


Pizarra, granito, mármol caja de resonancia.
Labrándote te canta la cascada.
Te sedimenta y te lleva del monte
hasta la playa donde la mar te lame.





Donachuí

Luz de luna, desciende la montaña.

Alumbra los cerros un gris fosforescente,

penetra los taludes, intersticio, grieta, hendidura y

dibuja los relieve.

Besa la hierba, los abrojos, las ramas, el musgo

y avanza hasta el río.

Se retrata en el agua que también desciende y riela.

Se remansa en las pesetas rodeadas de piedras

vestidas de musgos y de algas verdeazules

pobladas de dormidas ranitas y les lustra la piel.

Cruza el arroyo por el tronco del primitivo puente

que aún conserva las cicatrices del hacha que lo derribara.

Los quiches y la orquídea lo adornan todavía.

León M.N. Dibujo a lápiz intervenido digitalmente


Sobre las lisas piedras

gastadas por albarcas, por cascos

y las tempranamente callosas plantas de las niñas indias,

sube hasta la circular terraza donde la aldea

dormita al sonar del carrizo que vela la fogata.

Por entre el pajonal que a su paso destella

en reflejos dorados, azules, plateados,

se prende a las paredes de barro cuarteadas,

proyectando las sombras de paganos ancestros.

Pinta de azul y plata el pajizo techo cónico

de donde brotan tules que danzan

contra un azul plomizo

al son y al ritmo del caracol.

En el cenit se apagan las estrellas,

los luceros, las luciérnagas.

Soberbio oleaje

verde mar de bosques y potreros,

ve encenderse rubíes chispeantes.

Ahuyentan el frío y despiertan:

ladridos,

balidos

y bramidos.




Docordó


De lejos la canción del viento…,
percusión de tambores,
eco que pasa con un afán como de guerra.
Solo una débil línea entre el nubarrón y la selva.
Fuerte impone reverencia a las copas
que luchan con la fuerza que las quiere agobiar.

Resuena profundo y ronco coro.
Se queda un vibrar frío sobre la piel húmeda del trópico.
Y es cada vez más denso cercano, ensordecedor.

Traga los gritos de las aves…,
el golpe de las hachas
que desde el profundo verde pugnan por llegar…,
Las voz ronca del canalete que boga.
Y el canto, queja ancestral,
llega de las orillas lamidas por la caudalosa boa
amurallada por la puja grande
convertida en ciénaga
en remanso de Buféos,
Madres de Agua en busca de niñas
prontas al baile de la chica
o al canto de jái…



ALTOS DE CHIAPAS


Caminé al alba:

El rocío, condensación del vapor,

gotas de lluvia suspendidas

cuelgan de filamentos

de pinos verdeazules

y titilan cual campanillas

con destellos de cristal.


La luz

y la bruma

forman cortinas de tul

por las que me mira un bosque de perfumes:
ocotes,
azahares,
guayabales,
limoneros,               
vainilla,                    
ciruelos...


Por siglos han estado aquí,

siempre nuevos y

casi imperceptibles

y tal vez ignorados.

No han protagonizado epopeyas, ni cambios en la vida.

Solo la conservan sobre una mar de verdes olas

cuyos tonos conversan con las nubes

y se visten de sol en las mañanas

y en las noches de luna.





CAÑO CUDUYARÍ


El río es un espejo donde la selva lujuriosa se contempla
moteada su espesa cabellera de alegre convivio
de guacamayas y de garzas blancas.

Cimbrar de ramas al huir ágil de los monos
y al despertar perezoso de jaguares.
                                                               
Y detrás la doble estela que los remos dejan
rompe el celaje y las aves vuelan.

Y el silencio, el goteo del remo que del río sale
                      y el susurro al volver a  sumergirse.                      

Solo tiemblan los altos penachos mecidos entre trinos
y los ojos verdes de la  selva que a través del agua nos vigila.



QUIBDÓ

Remembranzas de zambos, de morenos quejidos
el Tambor Llamador.
Por entre callejuelas, callejones, bocacalles,
patios enfangados al pie de casuchas de africano sabor,

Sonido que salta sobre latas pisadas con pedazos de rocas,
y ladrillos quebrados.
Un ring oxidado y torcido una tarde de jugos
se encontró con un niño que hoy ya es pandillero,
en la tarde rojiza un viento del rio lo hace girar.

León M.N. Dibujo a lápiz intervenido digitalmente


Llamador de San Pacho, chirimía y vudú,
se pega a los rostros con sonrisas de coco.
Vibra el cuero templado con bejucos atado
que se ciñe a cinturas y las hace danzar.

Y resuenan las palmas y acompañan las plantas
contra el suelo pisado marcando el compás.

En la ronda africana de la selva chocoana
llega un Eros salvaje que excita caderas,
humedece entrepiernas
provocando gemidos en la arena nadar.

León M.N. Dibujo a lápiz inervenido digitalmente
Currulao en la piel de los brazos,
en el cuello arqueado,
en los pechos erguidos de los cuerpos que giran,
la candela que baila con idéntico afán.

El llamado de cuero de tambores alegres cruza rio y manglar.
Remo,
marimba,
canalete.
Jota,
arrullo, alabado, lamento…





CHIRAJARA

Un mural que pintan  a dos manos la lluvia y el sol,
sobre las rocas de un talud de peñascos.

Sorprendente, dramático, intrincado tapiz de colores;
unas veces de bosque, metálico…
o de paisaje con dunas, oasis y espejismos
por el que mis versos vagos
desvarían sorprendidos.

Qué espacios novísimos,
recónditos encierran los colores de las rocas,
sus texturas, sus brillos
cuando la luz los tornasola.

Hacen emerger mundos ocultos,
hogar de sueño o ensoñación,
tal vez antiguo.
                                                                                                                    
León M.N.Acuarela intervenida digitalmente.






      CHANGUINOLA

                                                                                                                                        León M.N. Fotografía


      El mar, un cristal aprisionando nubes,
      quebrose en mil pedazos
ladrones de sol.

      Plateados, nacarados y alados veloces irrumpen,
      Un instante en el aire,
arco iris de luces,
tinturado el rocío
volvieron al mar.

Y quedó el asombro…
                                   el deleite
                                               en mis privilegiados ojos. 



CITADINAS.

A veces estoy tan distraído, absorto, tan ausente, que miro esta ciudad como a un tren que lento pero indeclinablemente pasa por una estepa, una planicie, tras un pantano, una inalcanzable llanura.

Nutrido de pasajeros distraídos no advierte mi presencia, en esta esquina, estación de mis recuerdos.

Solo…, pegado contra el vidrio que empaña con su aliento, en el último vagón un niño me despide.

León M.N. Fotografía, intervenida digitalmente


Y un azuloso vapor se expande y fantasmales ruidos convergen a la plaza. Y una obertura cantada por sirenas, pitos, campanas, pregones, voceadores, gritos y metálicos chirridos, da comienzo a un nuevo día.

Acurrucado contra el ventanal mí hermano.

Rendido al cansancio al pie de la falsa esquina huyendo del filo del viento que madruga, está mi hermano.

Y más allá, en un recodo del imponente portal de mármol y granito de un vetusto edificio de oficinas, sobre diarios y sobre el frío, está otro mi hermano.

Y uno pequeño, sobre la estera de hierro que cubre la alcantarilla y deja brotar un vaho tibio y mal oliente; busca calor éste mi hermano.

En la banca del parque, tapado con hilachas y su mugre, aletargado en posición fetal, con palidez de muerto, se estremece la vida de mi hermano.

Sobre un sopor de gas alucinante, alucinado sueña evadido del ruido que prospera, flota…, finge dormir mi aletargado hermano.

No más voltear la esquina, encuentro otro hermano mío.
Revuelto en su inmundicia, su propio orín, su vómito, su esputo se mescla con el agua jabonosa que viene rodando por la acera.

Confundido entre fardos, bultos de trapos y basura, dormita cobijado con costales; semeja un fajo de desperdicios la vida de mi hermano hecha jirones.

Y el sol ya alto achicharra a un niño viejo de cachetes rojos que oculta en la bragueta su frasco de pegante.





MIRADAS NEGRAS.

Dicen que dicen esas miradas.
Dicen
¿qué dicen?,
dicen, no sé.

Tras vidrio negro
 tímido oculto.
Tras vidrio negro
furtivo ve.
Tras vidrio Negro
lágrima rueda.
Tras vidrio Negro
llora, no ve.
Tras vidrio Negro
mirar elude
Tras vidrio Negro
seguro está.
Tras vidrio Negro
linda se siente.
Tras vidrio Negro
sexy se ve.

Solo se siente entre el gentío.
Con vidrio negro de intimidad.
poniendo muros al indiscreto
que ya sojuzga con su mirar.

Aquel famoso tras vidrios negros
encuentra pronto a quién lo ve.

Mira
¿qué mira?
Mira
no ven.

Miran que miran.
Buscan qué ver.
Esos turistas tan estudiosos
Tan distraídos,
miran
no ven
Miran
¿qué miran?
miran qué ver.

Miran que miran tan indiscretos.
Miran qué roban,
miran qué hurtan
De tristes ojos
la intimidad.







RETRATOS

I

Sobre el andén.
Portados sobre esparto:
cuatro naranjas, tres mangos, dos, tres duraznos, unas guayabas.

Frutos se venden para ganar la vida.
Vida se ofrece para obtener un fruto.



II

Aparta los cartones y la tibieza de los diarios.
Se acurruca en el rincón oscuro y alivia el cuerpo de peso innecesario.
Frota su tez y brazos con rocío citadino.
Y reflejada en el vidrio del Banco,
con lentos dedos ordena vanidosa revuelta  cabellera.

¡Compro botellas, hierro, frascos…!


                                                                                  

III

El viejo del balancín, de apariencia aseada y saludable.
que mal esconde el hambre y desaseo,
coloca su banquito al pie del balancín de controlar el peso.

Recoge y tira lejos unas basuras que bien pudieran hacerlo indeseable
al pie de la vidriera del gran comercio de Boyacá con Junín, en pleno centro.

Controlar peso, gula, calorías  es importante.

Y este jubilado, por unas monedas, sin reparar en denominación, permite al transeúnte que suba al balancín, le da su peso y de regalo un consejo:
Modérese al comer o suba usted de peso.

Y sacando del bolsillo un curtido trapo, le humedece una punta en un charquito de lluvia, orín y saliva, y con él lustra el balancín que vuelve a estar listo para el próximo cliente picado de gulas o de abulias.




IV

Como surgido de las sombras,
recién bañado, con camiseta blanca,
pantalón corto que ver permite, su ulcerada pierna,
ya está en la esquina el joven limosnero.

Su mirar no es pordiosero, ni cínico, ni altivo,
ni forzadamente paciente, ni complaciente, ni impaciente,
ni esperanzado, ni desesperado.

Su mirada no hiere, ni interroga, ni suplica, ni maldice.

Es como la presencia del hermano de Asís,
perenne, ahí a mi lado, mi vecino, anónimo,
incitante, sugerente, significante, vivo.






ALGO  PERDÍ



Si este inútil sueño que me desvela fuera la respuesta.
Si  al ser noctambulo entre los libros  yo te hallara.
Si lograra abrazarte cuando difuminada apareces en mi espejo.
Si la rutina de cantar tu nombre no se tornara pesadilla.
Si al tejer el laberinto del agua que tu cuerpo ha recorrido te encontrara.
Si siendo como soy tu sombra he de seguir en tu camino.
Si haber emprendido esta fuga hasta el confín de hielos me redime.
Sé que no habrá de estar la perdido mi paso en el polvo de esta tierra.








OFERTORIO

Por haber encontrado a Eros en el bullicio de la escuela campesina…
Por el rozar de las manos en la clase de gimnasia…
Por declarantes miradas pecadoras llegadas desde el postigo vestido con cretonas…

¿Por qué tan pronto se borró el rubor y el galopar de un potro en mi garganta?
Porque se desbocó tras el aroma que soñó encontrar del otro lado de la tapia.

Por la magia de la caja de acuarelas, que tiñó de plumajes los cuadernos…
Por las tardes de guayabas, de encierros de terneros, de búsqueda de nidos y de mirar el cielo con cortinas de arreboles mientras hacía las tareas…

¿Por qué se quedaron los nidos sin arrullos y los aleros sin cucaracheros?
¿Por qué enjauladas las mirlas, los halcones y un ceniciento Fénix?
Porque  en medio del pincel y de la azada, de Isidro y de Sor Juana me quedé esperando las cosechas.

Por ancestrales ríos sedimentarios de los Andes y los que lentos van al Amazonas.
Por las mochilas Arhuacas, las Guayú y las de cumare, los petroglifos y los dibujos de majagua, páginas donde he leído mi pretérito encriptado.

¿Por qué Bochica permitió que la laguna desbordara?
Porque colmara mi odre con fermentada chicha y condimentara con agua de achiote mi arrogancia.

Por la sorpresa que me causan las mañanas, los trinos, las centellas, los follajes…
Por el tremor que me invade en la obertura de la Sexta Sinfonía y las Fugas de Bach entre tubos como trompas y teclados.

¿Por qué dejar de maravillar, celebrar, extasiar, inaugurar, mis ojos, mi piel y mis oídos?
Porque si tal hiciera, mi voz sería inútil, mi tacto un desperdicio y la ensoñación un desvarío.

Por el tiempo que perdí mirando a Venus y viajando a una luna en Pléyades.
Por los poemas que escribí a mi hija que aceitosamente ungieron mis heridas.
Por ese árbol que doné a la selva como pobre regalo a la lujuriosa riqueza de la vida.

¿Por qué seguirán repitiendo que  el tiempo es oro y que al que madruga dios le ayuda?
Porque desconocen el valor del ocio,  de una hamaca pendiente en dos palmeras, de un año de retiro, de los castillos construidos con arena o de los que esculpe el viento en el desierto. 

Por los oídos que estos escuchan,
Por los ojos que curiosos estos leen,
Por el saludo del nuevo vecino en la mañana.
Por querer un mañana y no temer a los ocasos.
Porque me gustan los espantos, los festejantes, los viajantes, el claroscuro y las cinco de la tarde.
Porque me gusta conversar conmigo mismo pues me está enseñado a escucha a las personas.







PASTORIL.

Una pequeña brisa, tímida y juguetona,
se atrevió a recorrer el campo sola.

Al principio con pasos cortos, se asomó tras arbustos y lianas
y regresó a su escondite tras las rocas cercanas.

Luego, en puntillas, por no ser escuchada,
se coló entre la hierba que adornaba el lugar.


Encontrándose libre, paseó entre los nidos,
y jugó levantando briznas secas de follajes caídos.

Y danzando con ellas,
en frenética ronda las llevo acariciadas,
hasta un verde maizal.

Encontró unas gardenias,
se metió entre sus pétalos, paseó por sus tallos
y aspiró su fragancia que la hizo estornudar.
Sorprendida sonríe a este aroma amigable
y volvióse a elevar.

Al llegar a los juncos de un estanque cercano,
siente extraña presencia que la hace asustar.
Y se aquieta tranquila..., reconoce el aroma
y traviesa se dice:

- Es mi flor amiguita que me quiere invitar
a jugar escondidas, y la voy a encontrar.

Juguetona y traviesa da una ronda cortita,
simulando que busca, y segura de hallar.

Mas no encuentra gardenias... y el aroma persiste
y ésta extraña presencia la ha vuelto a asustar.

Temerosa de perderse inspecciona el paisaje
y se orienta en el rumbo, queriendo regresar.

Donde quiera que vaya va el aroma con ella
y no sabe qué hacer, si reír o llorar.


Sólo escucha a lo lejos..., es el viento,
su padre, que la sale a buscar.

Recostada en los troncos de unos cedros caídos,
reflexiona en mentiras que la habrán de salvar
de un terrible regaño merecido en verdad.
Mientras peina el cabello y se alisa el vestido,
sorprendida descubre que el perfume la invade,
la delata e informa que ella estuvo, entre flores
a escondidas jugando, que su amiga gardenia
se adhirió a su vestido cual memoria inquietante,
cual presencia de amiga que la va acompañar.

Llega el viento enojado y la encuentra tratando
de esconder la gardenia o más bien su perfume
que la ha de delatar.

La recoge tranquilo y le dice al oído:
  Conociste las flores y te dieron regalos.
  Son muy buenas amigas que te habrán de enseñar:
  Si conoces a otros y trataste con ellos,
  algo suyo, algo bello se te habrá de pegar.



A MI NOVIA MEDELLÍN.

Te saludo Medellín Marta Pintuco,
Medellín Madre Laura,
Medellín Débora Arango,
Sofía Ospina de Navarro.
Abuela que bates el chocolate siete veces antes de servirlo
en tasa de loza con quesito migado y arepa delgadita en tarde de lloviznas.

Te quiero Medellín aunque no escuché
los sermones de Miguel Ángel Builes,
Ni la Hora Católica, ni nunca leí El Catolicismo,
Y tengo proscrito El Colombiano.

Te quiero porque fui a tus retretas
en el parque Bolívar los domingos a las once
y en semana a la una, se me habrían las puertas del buen humor
con Montecristo en el Radio Teatro de la Voz de Antioquia.

Te quiero Medellín
Barrio grande de casitas de bombillos rojos,
zona de tolerancia, Lovaina y El Chispero.
Te recorrí con cuaderno de bocetos y carboncillo,
en las noches de martes, las vísperas de feria ganadera.
Noches de putas perezosas.

Los viernes en las tardes juninié de La Playa hasta el Parque,
con jugo de mandarina y moritos en el Astor,
kolcana y bolos en Versalles
y fotos instantáneas frente al Club Unión con amigovias.

Me huele a luces de bengala
a paletas La Fuente la avenida La Playa.
Me vienen a acompañar:
Beethoven, Mozart,  Brahms, y Chopin,
desde el antiguo Teatro Junín, hasta el Pablo Tobón Uribe.
Y espero a que se descuide el portero y me cuelo al concierto
y escucho desde la última escala al fondo
y me emociono con Bach y sin saber por qué, algunas veces lloro.

Bajando en bus escalera de regreso del paseo a oriente,
te contemplo desde el alto Santa Elena,
desde más arriba de Media Luna.
Te pones para mí vestido largo de terciopelo oscuro
y tocado de tul tachonado de luces y luciérnagas.

Y con mi admiración tiemblas y refulgen tus joyas en la noche.
Y se erizan tus senos Nutibara y Volador.
Y si cierro los ojos y aspiro, me huele a trapiche, a guarapo,
qué digo a guarapo; me huele a Aguardiente y a perfume de muchacha
y suenan Los Melódicos, Los Ocho de Colombia y serenata con tríos y boleros.

Ven a bailar conmigo muchachita campesina.
Ponte tu blusa blanca escotada de hombros al aire y cintas de colores.
Azota el viento con tu falda bordada de glosinias y geranios,
y déjame ver tus alpargatas.

Déjate querer chapolera llegada en recua de mulas desde el suroeste.
Con olor a cafetal, a azahares desde Jardín, Hispania, Bolívar y Salgar.

Con tu talle cimbreante y a pie limpio, con sombrero de paja llegaste
desde un solar con chirimoyas, papayas, tamarindos
que en el Viejo Antioquia, Sopetrán y San Jerónimo
se hicieron almíbar con panela,
bocadillos con coco o besos con zumo de zapote.

Ríete muchacha campesina que habitas Buenos Aires.
Llegaste con tu risa de mazorca tierna venida de Guarne y Rionegro.
Tu calle Ayacucho me huele a chócolo asado y a fritanga montañera.
Y me auguras un tranvía de esperanzas que descenderá raudo Las Mellizas,
por la Puerta Inglesa y parará en San Ignacio, para que allí bajemos
y sigamos caminando a rezar un credo en San José
y a chuparnos un helado en el parque
y también a chuparnos los labios, no lo niego.

Medellín, hamaca que se cuelga en dos horcones,
uno en Ancón y el otro en lo alto de Niquía.
Eres telar de mil hilos de colores,
urdimbre de guayabos, pomarrosos, mangos y surcos de palmeras.
Tienes trama de guayacanes, gualandayes,
ceibas donde cantan sinsontes y chillan azulejos.

En esa herida que tienes en el centro,
por donde ascendió Gardel cantando Madreservas,
tu Campo de Aviación, tu aeródromo,
se posan enormes mariposas de colores, libélulas viajeras,
y parvadas de palomas mensajera.

De Taraza, del Bajo Cauca te traje oro para el compromiso,
tú argolla y tú pisa argolla
y un par de candongas en filigrana
que me hará un orfebre en tierras del Mariscal Robledo.

No me retes mulata, no me enceles coqueteando
con ese rudo moreno torsidesnudo de robustos bíceps
que te acompaña bailando currulao.
Yo sé que añoras el Urabá lejano
que con el brazo levantado y un pañuelo rojo,
saluda a un pescador del mar y del Atrato.

Dejame bañar en tus aguas quebrada Santa Elena,
Ayurá de fertilidades míticas, mi fresca Picacha, Presidenta.
Dejame recorrerte sensual, cual te recorre el Porce
de Caldas hasta los toboganes y las olas artificiales en el Parque de la Aguas,
donde sobre una ruana nos tenderemos al sol
e impúdicos nos besaremos en vestido de baño y a hurtadillas de la suegra.

No mires más a ese paisa de sombrero de fieltro y ruana gruesa
que esconde su pelo rubio y te enreda en sus ojos azules de Vikingo extraviado
por veredas de Marinilla, Santuario y San Vicente.

Medellín, semillita de violeta y mejorana
sembrada junto a la Veracruz, no en Otraparte.
Tus brazos extendidos y tus sarcillos trepan hasta Robledo, Castilla y El Hatillo.
Otros hasta la Comuna Ocho y van a Santo Domingo
y se elevan llevando flores cimbreantes en bejucos a Arvi, muy cerca a Guarne.

Los que van por balcones de Manrique y Enciso;
florecen como begonias en tarros de galletas y en ollas viejas
en Villa Tina, La Milagrosa y en Loreto
y siguen trepando como trepan los barrios  nuevos arriba de La Palmas.

Buscando humedad unos gajos de van por la Iguaná arriba,
El Estadio, Calasanz, Santa Lucía, San Javier, La Aurora, Pajarito,
formando una enredadera que cuelga del balcón
de donde te diviso  y te atisban los soles del poniente.

Me invitas a misa en la Iglesia de la América
y luego mercaremos en su placita alpiste para los canarios
y quesito campesino para el desayuno.

Nos vamos de la mano por La Ochenta,
pasaremos Simón Bolívar y Santa Gema.
Veremos grandes casonas  de los sesentas en Laureles
y sus nuevos rascacielos condominios en calles circulares.

En Belén aplaudiremos deportistas y acompañaremos jubilados
que asolean su reuma y sus recuerdos sentados en bancos de cemento
que en su parque disputan con palomas.

Dejame acariciar, rosar, besar tu Cerro Nutibara;
ascender por él hasta la cima que es un resumen de la Antioquia Montañera.
Allí blandura de enharinada gelatina,
aguardiente en pequeñas copas y un casquito de naranja.

Me enamoro del danzar de tu brisa y del volar de una cometa
y extasiado en tu belleza caigo de espaldas con los brazos abiertos,
te aprisiono sobre la manguita rociada de hojas de eucalipto
y veo pasar nubes de algodón y la luna me sonríe desde oriente
y nos deja en amores y se pierde tras el Cerro Chuscal,
pues va a espiar otros amores en un cerro poblado de Yarumos Blancos
que es mi querido Armenia Mantequilla.












ME  ABRO DE LA BELLA VILLA.

Te dejo, es mi decisión, me voy y nada que hagas podrá hacer que yo la cambie.
Te dejo con tus calles encharcadas en esa agua podrida que te recorre en las mañanas cuando a deshoras ha llovido.

Abandono esas bocacalles donde de madrugada se asoma un vaho espeso que oculta a los borrachos trasnochados que trastabillando se esfuerzan en encontrar el rumbo y por las que aparecen fantasmagóricas las beatas que responden el llamado de las campanas de tantas torres todas tan cercanas.

Me alejo de todos tus balcones y ventanas; los de Matilde, Luz Ángela, La rubia Irene y de los de la flaca Andrea. Ni ellos, ni tú escucharán más mis serenatas.

Ahí te quedan tus esquinas meadas por los perros chandosos callejeros y tus antejardines cagados por otros más finos pero igual de perros. 

Te juro que no extrañaré ni el aroma a tinto que tiene El Ganadero, ni el sandungueo del traganíqueles del Bar Pilsen, ni el sonido de los golpes de esferas de marfil que envueltos en humo de tabaco salen del salón Maracaibo.

Ya olvidé las matinés dobles en el Lido y no me hará falta para nada la pobre programación del Pablo Tobón Uribe, la Feria de las Flores, ni aun su cabalgata, ni el guaro con mango viche y coco.

Te dejé de querer y eso es todo; dejémoslo así y sin más explicaciones.   Es mejor solo que mal acompañado y eso eres tú, una mala compañía. Los quieres a todos y a ninguno.

Dejo de recorrer tus largas calles que como piernas de amante sensible reconocían mis pisadas. Sé que ya no sientes mis ires y venires, ya no resuena en ellas el eco conocido de mis pasos en la madrugada de los sábados después de fiestas. De ahora en adelante me reflejaré en otras vidrieras en otros espejos callejeros que me devuelvan el brillo que usualmente yo he tenido; lo que me reflejan los tuyos no me gusta; me tienes canoso, cansado, taciturno, desgarbado, y por qué no decirlo claramente, me tienes emputado.

Si antes abandoné a Lovaina y los Moteles de Robledo, hoy puedo abandonar tus museos, tus galerías de arte, tus cines, tus parques y tus dominicales ciclovías.

Quédate con los guayacanes florecidos que yo sé bien que no tardarán en darte vainas y vainazos, y te dejarán igual que ellos, convertida en una chamiza gesticulante y engreída.

Quédate con la serpiente que diariamente te recorre de Sabaneta a Niquía y hasta tu comuna trece; aun con sus 15 años no ha logrado ascender las lomas del Poblado y de Envigado, donde no habita la chusma, esa gentuza que engulles diariamente y que vomitas en tus andenes maquillados de Cultura Metro.

Quédate con tu peatonal Carrera Carabobo, de esa manera me libro de sus buhoneros, de sus pregoneros de mercancías chiviadas que salen hasta la calle a embaucar incautos. Quédate con tú enorme Hueco y su laberinto, de pasadillos intrincados, su sucesión de ventorrillos de baratijas chinas, que para mí fue siempre como descender a un dantesco infierno.

Síguete avergonzando y sin hacer nada por tu plazuela de la Veracruz, su Iglesia y sus alrededores pletóricos de puteaderos de bajos estrato; callejuelas de amores comprados a dos por cinco, donde meretrices de entre cuarenta y sesentaicinco años, solo tienen para ofrecer mal gusto y experiencia inagotable.

Te dejo, como siempre dije: mal ubicadas, catorce estatuas del más refinado gusto europeo, que un día de locura se le ocurrió regalarte a ese escultor y pintor senil de gordas y mofletes. Cuánto hubieran dado por ellas Versalles, Paris, Ginebra o Roma; pero no; ahora sirven para que perturbados psicópatas le lustren el pipí a las de desnudos gladiadores o le manoseen la cuca y las nalgas a las graciosas gorditas que en la Plaza de Botero se broncean hasta en días invernales.

Te abandono en tu paseo por el Museo de Antioquia y su anticuada colección de oleos sentimentales y sus balbuceos de arte moderno y vanguardista. Tengo que reconocer que algunas obritas, me recordaron los esplendores del  arte universal, del que se ve en El Louvre, en El Prado o en el MAM de Nueva York.

Deléitate en tu “Palacio de la Cultura” qué le vamos a hacer, no tienes más donde culturizarte; mira y remira sus retratos de próceres “Ventijulieros”, consuélate con ellos, no son Darío, ni Alejandro, ni Cesar, ni menos, Cleopatra, pero ni modo, qué le vamos a hacer.

No te atrevas a seguir por Carabobo, salta al metro, toma un taxi o devuélvete, te pueden atracar o violar o las dos cosas. De aquí en adelante solo te consolará de mi ausencia: tu Jardín Botánico, el que aún no sé si es centro científico o piqueteadero para paseos de familias del gajo de las chupachupas.  Te complaces en sus orquídeas, su lago, sus ardillas, sus pájaros y mariposas. ¿Se te olvida que hace poco era El Bosque, lugar de paseos de pelota y olla, cercano a un lupanar de mala muerte?

 Ahí al lado te dejo con tu Parque Explora, tu Parque Norte y su olor a fiambre envuelto en hojas o lo que es lo mismo: su olor a mayordomo. Encártate tu sola con tu Parque de los Deseos y su ilusión de planetario y de viajes estelares y lo qué es peor, con los muros de grafitis de tu universidad, tu Alma Mater.

Pero no más. Adios, chao, bay, yo hasta aquí llego.
 A La Terminal por favor. Un morral, una tula vieja y esta caja de cartón con libros. - ¿Cuánto marcó? - Quédese con la devuelta.
¡Bogotá, Cali, Barranquilla…!
Qué Bogotá, Cali o Barranquilla, a mí me lleva el putas, yo me voy pa´ Armenia Mantequilla.

Fin