lunes, 27 de enero de 2014

RECUERDOS DE CAMINANTE

RECUERDOS DE CAMINANTE.

Como cuando se pasa la mano sobre los empañados  vidrios de los ventanales, así, unas mariposas corrieron la neblina, y me permitieron ver los techos del poblado.
Yo que no se mucho de identificar colores, diría que eran pardos.
Sí, creo que pardo es ese color que no tiene el vivo de los terracotas, ni es decididamente el gris viejo del musgo que se marchita aferrado a los tronco de pinos que crecen a la orilla de los caminos que van al cementerio.
Y sobre los tejados pardos, danza perezoso el humo de las chimeneas de fogones que a esta hora calientan los calderos.
Y sobre las calles empedradas, el lento caminar de las beatas que van hacia la iglesia. Y un perro flaco que cojea. No sé si de dolor o de costumbre, pues acostumbran ir cojeando con el rabo entre las patas, a veces por lastimaduras, intimidados por los muchachos que les lanzan piedras, o como estrategia para huir del frío y la llovizna.
Las beatas y yo sobre los empedrados y sobre mi espalda la pequeña mochila donde llevo mi equipaje y mi ración de caminante, una navaja, una cuerda, un encendedor, una chaqueta, un libro.
Dejé a las beatas en el atrio de la iglesia, de cuyo techo volaron palomas asustadas por un repicar ronco desde el campanario.
Crucé la desolada plaza sintiendo en mis espaldas miradas de curiosidad e interrogantes.
Dejé atrás al parroquiano que tabaco en boca y enorme llave en mano, se esfuerza en abrir la puerta de su tienda.
Me crucé con un arriero y su mula. Subían ya cansados. El animal cargaba una cantina de metal con leche y de contrapeso un costal con frutas para ofrece en el mercado.
De alguna de las casas de paredes blancas de bahareque, me llega la música montañera de una emisora de radio y algunas voces femeninas que desde los postigos apuraban niños a la escuela.
En la barranca y tras un alambrado a punto de venirse abajo, estoicamente inmóvil un burro flaco y sobre su espinazo prominente, una enorme peladura y sobre ella moscas que vuelan sin dar mucho crédito a las amenazas de la cola del jumento.
La calle por la que ando se volvió comino al perder las piedras que la tapizaban y la erosión me muestra las profundas heridas rojas y pantanosas del camino. 
Mientras desciendo por aquellos canalones que en los recodos forman tragadales que podrían engullir mulas y arrieros, vi allá abajo el río y sobre mi cabeza un cóndor solitario que asciende sobre una espiral de ráfagas de viento tibio.
Le miré sorprendido y sé que él, sobre mí, mira impasible.
Yo en zigzag bajo a buscar el río, él en espirales sube en busca del cabrío.

León M.N. enero de 2014.



domingo, 26 de enero de 2014

ART TEOLOGÍA

ART
     TEOLOGÍA.
Éste tema  me hace pensar en lo que debió ser la el nacimiento del arte, que sin duda nació al mismo tiempo que el asombro y junto con la idea de Dios, la necesidad de comunicar y trascender.

Qué otra cosa pudo sentir el hombre primitivo y las comunidades aborígenes que aun hoy pueblan la tierra, que no fuera, asombro, reverencia, temor y esperanza frente al despuntar del alba tras la planicie para ellos primigenia, o frente al inicio de las noches cuando el sol se mure tragado por la mar y aparecen fantasmas en el firmamento.

Cómo expresar el temor al rayo, el fuego y a su tronar que volando sobre el eco recorre las cañadas e incendia pastizales, augurando guerras, pestes o el ocaso de los días.

Pero al mismo tiempo deja el tizón, que será hoguera en la noche, defensa ante las fieras, calor en los gélidos inviernos, posibilidad de evolucionar de lo crudo a lo y cocido, medio para pasar de herramientas de piedra, a la edad de los metales en la fragua. Gran paso en nuestra permanente búsqueda de energías que nos permitirá migrar de este planeta cuando ya lo hayamos consumido.

Cómo explicarse el florecer de los vientres y el llenarse los pechos y las ubres de leche, para esa interminable cadena de partos con gritos de dolor y al mismo tiempo grandes sonrisas de alegría.

Quién puede responder a la pregunta por el origen de la vida, expresada en la lluvia que hace que la semilla que cayó a tierra se hinche  a tal manera, que reviente y produzca nuevos brotes.

Es algo o alguien que no habla directamente o en el particular idioma de la tribu, pero fue llamado Dios, y Él desde el principio tuvo que ser el que todo lo creó, pues como se ve, tiene el poder y la fuerza para destruirlo todo o hacer que renazca lo aparentemente muerto.

Y fue creando todo lo que se conoce, desde lo más simple hasta lo más complejo y lo crea de la nada, sólo con la magia de nombrarlo. Dijo: tierra, agua, luz, plantas y animales. Y a medida que los iba diciendo y les daba nombre, en ese mismo momento  se hacían, existían, eran.

Cómo ganarse el favor de una entidad tan poderosa que da la vida, crea tempestades, incendia, ruge y mata con tormentas, olas, inundaciones o vientos que traen pestes de los cielos.

Tal vez rugiendo en coro como Él o como Ellos. O cantando tan suave como canta el viento entre las cañas. O danzando cómo danzan las olas, la briza  o los pajonales.

Si, así nació, o pienso yo que tuvo que nacer la música y la danza. Como un ritual para atrapar la fuerza de Dios que va en las olas, el viento, la tempestad y el huracán. Que son la expresión de la ira de los Dioses. Nació el arte como un ritual para calmarlos y pedir su benevolencia.

Y los más diestros y acertados, aquellos que gozaron con más suerte en el propósito, perfeccionaron el ritual del canto y de la danza y llamaron a su oficio: arte y por consiguiente a ellos los llamamos artistas.

Y lo imaginaron, y para representarlo se vistieron con insignias que dieran testimonio de sus poderes, sus virtudes, de su fuerza, de su justicia y también de su misericordia. Para implorar el favor de las fuerzas telúricas ante la guerra y la salud en los días de mortandad por pestes, o para agradecer a Dios, el haber estado de parte de ellos en la guerra.

Y hubo el Dios luz, y el de la guerra que dispara rayos y ruge como el trueno. Y el del amor que es bello y plácido. Pero en nuestro entorno amerindio primó el dios Madre, la Pacha Mama. No pudieron las culturas Andinas sustraerse a la, carnal necesidad del origen de todo como un parto procedente de un vientre femenino.

Y fue su imagen: el mar y la laguna, y los arroyos, la montaña, el vientre, y los pechos henchidos de leche, la tibieza alrededor de la fogata que se volvió hogar y no ha dejado de serlo.

Y hubo cantos y danzas para todo. Para el amanecer, el anochecer y para celebrar el nacimiento y también la muerte, cuyo ritual en la mortuoria, es un nuevo parto de regreso a Chúndua para vivir eternamente en Aluna, en pensamiento.

La intemperie, el sometimiento por largos años al calor, a la lluvia, al frío del invierno, a los ataques imprevistos de las fieras y de los enemigos; y la observación de las guaridas de los animales y las cavernas naturales de donde brotan ríos, hizo que naciera incipiente el arte de la arquitectura, de las fortificaciones.

Intemperie y cobijo, propiciaron que se dividiera el espacio. Y nació el espacio sagrado y el profano. Los artistas, que eran como magos que hablaban con los Dioses cantándoles y danzando, necesitaron nuevos arte e instrumentos. Tambores, flautas de mil formas y coros de variadas coreografías engrosaron el acervo y daban seguridad y esperanza a la feligresía.

Las danzas todas tuvieron dos coreografías básicas. La primera en círculos de izquierda a derecha o en sentido contrario según el propósito de los rituales. Eran ceremonias de conmemoración de hechos importantes al grupo, internos, congregantes. Y la segunda: avanzando en grupo y retrocediendo, eran rememoración o preparación para la guerra, para la lucha tanto con enemigos reales como con enemigos espirituales , en aluna.

Esas obras de arte, que eran el idioma para hablar con Dios, fueron llenándose de significado, de simbologías, muchas veces ocultas para los profanos, y materia de aprendizaje para los iniciados como magos, como artistas. Se volvió el arte, un conjunto de palabras mágicas, formulas, signos, representaciones y mitos para hablar de Dios y hacer que fuera comprensible para los profanos.

El espacio creado por el hombre para huir del peligro y la intemperie, y especialmente el creado para entrar hablar con Dios a través de: los oráculos, los chamanes, los mamos, los curacas, se llenó también de simbolismo y se adornó con sus representaciones de la divinidad y sus poderes. Y fue útero, huevo primigenio, universo en pequeño donde todo lo terrenal y lo eterno está representado.

En la Sierra Nevada lo llamaron Kankurua. Tiene las cuatro direcciones: norte, sur, este y oeste. Tiene una arriba y un abajo, y estadios intermedios que miden la evolución positiva o negativa en nuestro eterno anhelar de trascender, el tiempo, el espacio y el conocimiento.

Tiene ubicadas sus dos puertas orientadas con el naciente y el ocaso, de tal forma que sean reloj de sol y puntos de observación de los solsticios. Es su arquitectura un arte llena de simbología, de mitos y de conocimiento cósmico y teológico.

Esas direcciones y esas dimensiones del vivir están asociadas a los colores mágicos del arco iris, a los que presentan las diversas tierra aptas para la agricultura, para la alfarería, las que son estériles, las que esconden los metales, los cristales, las que propician el surgimiento de las selvas o aquellas donde sólo crecen pastos.

El simbolismo del color y el espacio dio a los artistas una nueva posibilidad de expresarse ante los dioses y de trasmitir los conocimientos que iban elaborando, a los iniciados y la tribu a la que pertenecían. Encontraron el color en los tintes de las diferentes tierras y en los sumos de raíces, tubérculos, hojas y frutos.

La utilización de fuego que dio origen al nacimiento del arte culinario, también favoreció el surgimiento del arte de la alfarería y hubo vasijas utilitarias y otras llenas de la creciente simbología dedicada a los rituales.

Las formas redondas y esféricas que recuerdan el huevo, la semilla, el vientre, el útero y la bóveda del firmamento, fueron vasijas para ofrendas, urnas funerarias, incensarios que poco a poco fueron adornadas  con seres de la naturaleza que  representaban poderes, fuerzas deseadas, enemigos, maldiciones o recipientes para contener otros objetos sagrados.

El nacimiento del arte se confunde con el nacimiento de la sorpresa de encontrarse el hombre aquí y sin saber bien de dónde vino, por qué, para qué y hacia dónde se dirige. Y hubo necesidad de dar a este hecho una explicación. Y ancestros, héroes y personajes nacidos de la imaginación que daban una explicación a hechos de la naturaleza, dieron origen al mito y con él y sus sucesivas reinterpretaciones. 

Nació la narración oral y una insipiente grafía para conservar la historia sagrada que se confunde con la profana, sobre todo cuando de narrar interminables genealogías se trata, o de contar historias que dan cuenta del heroísmo de que fueron capaces los ancestros para llegar hasta aquí y ahora, después de superar grandes pruebas y grandes enemigos.

El transcurrir de días y de noches, de nacimientos y muertes, de inviernos y veranos; crea  en la mente de los artistas que son magos que hablan con Dios y de Dios, un nuevo concepto que es el tiempo.

Y éste se representa unas veces como ciclos que se repiten como las hondas que deja una piedra que cae en mitad de la laguna.

O como la espiral que forma el caracol y que al mismo tiempo es su casa o la nave en  la cual navega por la vida.

O como el zigzaguear de la serpiente cascabel al ascender, y que en su lomo lleva el dibujo que representa las direcciones cardinales y en su cola un resonante cascabel, al que cada año  le agrega un nuevo anillo, para medir el tiempo transcurrido.

La rana en la ornamentación representará fertilidad que es esencial a Dios y el don que esperamos de Él para la familia y la cosecha.

El Jaguar será símbolo de poder, fuerza y liderazgo. Y se asociará a la guerra.

La redondez radiada de luz será el mismo Dios, luz, vida, poder, supremacía.

El agua es orígen y la tierra Madre.

El blanco que es luz, es el color propio del Mamo, sacerdote y artista que habla con Dios y de Dios. Es el encargado de establecer los acuerdos para que el equilibrio permanezca a todos los  niveles del existir aquí y ahora y siempre, en lo terrenal y también en Aluna.

Arriba y abajo. Derecha e izquierda, Positivo y negativo. Masculino y femenino. Bien y mal. Salud y enfermedad. Vida y muerte. Son términos de ese equilibrio, de ese acuerdo que el Mamo debe establecer con la comunidad y con los seres en Aluna.

Quien tiene la fuerza y el poder para destruirlo todo. Quien creó todo con su eterno saber con solo el esfuerzo de nombrarlo, es también dueño y es el origen de todo. Sembrar, tejer, saber hacer vasijas de barro y herramientas, bailar, cantar, tocar el carrizo, son artes que tienen su Dios o Dueño. Dios es el dueño y sólo si le pedimos su permiso podremos ejercer ese oficio. Y nos permitirá ser con Él cocreadores.

Estudiar el arte indígena, sus manifestaciones, sus elementos, su simbología, su aplicación, es entrar en  su teología y comprender sus preocupaciones y las certezas que tienen sobre el por qué, su para qué, su de dónde y su para dónde.

El Arte indígena en especial el de las culturas de la Sierra Nevada de Santa Marta, es un arte sagrado, expresión de su cosmogonía, de su teología.

León Montoya Naranjo.

Enero 22 de 2014

miércoles, 22 de enero de 2014

EL CONSEJO DE ESTADO FALLÓ.

EL CONSEJO DE ESTADO FALLÓ.
El fallo del Consejo de Estado para mi es una falla en el Estado. Es que no me caben en la cabeza, en mi pobre y pequeña entendedera de Chibchombiano las consecuencias de tan enorme falla, perdón, de éste gran fallo.
Instituyeron nuestros ancestros, el Cuerpo de Policía para que defendiera a los ciudadanos. y fueron a buscar en Chile asesoría para que quedara bien instituida, preparada y fundamentada. Y a lo largo de la historia la fuimos especializando en cuerpos como los Carabineros, que van por los campos de a caballo como lo hicieron los viajeros y en mulas como los arrieros o como Ramón en su  mula revolucionaria. Hoy tenemos Policía ambiental, policía de la niñez, policía comunitaria, etc. etc. y nos hemos enorgullecido de ella por su profesionalismo. Porque en otros países, a algunos de sus miembros, los han nombrado disque los mejores policías del mundo, (cosa que me pareció siempre una gran colombianada) pero así ha sido pues eso no me lo inventé yo. Como tampoco me inventé, los sobornos, las mordidas y las tropelías que cometen muchos de los policías.
Cuando yo levantaba, (no sé bien qué levantaba, pero mi papá que era arriero, utilizaba esa expresión para referirse a su época de piernipelido, de adolecente, de joven que ya levantaba, no sé si las cargas de la mula, las cobijas o las novias. Decía que cuando yo levantaba, había en mi pueblo: Armenia mantequilla, policía escolar. Éste era el personaje nombrado por el pueblo y pagado con los pocos impuestos que se podrían recaudar en un municipio tan pobre, cuyo erario público no le alcanzaba a Armenia, ni para salir en los mapas. El policía escolar era encargado de recorrer las calles y caminos cercanos y verificar que todos los niños fuéramos puntualmente a la escuela. Porque la educación además de ser gratuita era obligatoria y con eso no se le violaba a nadie su derecho al libre desarrollo de su personalidad, ni a su libre determinación. Afortunadamente no existían para ese entonces, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, de las minorías y de cuanta carajada se han inventado ahora cuando yo ya no levanto, pues todo se me cae y sin remedios azulitos.
Pero antes de que llegáramos al progreso de tener policía escolar; cuenta mi querido y nunca olvidado paisano Don Eduardo Quiceno, en su manuscrito de crónicas de Armenia Mantequilla, titulado, Renglones Torcidos, que el Consejo Municipal se reunió para acordar se expidiera en letra de estilo, una mención de agradecimiento al policía del pueblo, quien después de haber sido elegido por unanimidad, para vigilar el pueblo y habiendo sido pagado con los aportes generosos de algunos comerciantes y finqueros del pueblo, cuya lista y monto de aportes costa en el acta de la reunión de aquel día memorable, había cumplido durante un año sus deberes de una manera encomiable. Pues sí, Armenia Mantequilla durante mucho tiempo tuvo un policía (íngrimo) que vigilaba el pueblito. Elegido por el pueblo y pagado por los paisanos más pudientes, pero vigilado por todos los que él vigilaba para que vivieran en paz y seguridad.
Ahora ya no vivo en Armenia Mantequilla, pero sé que el cuartel de la policía queda en donde una vez funcionaron dos salones de la Escuela Urbana de Varones. Pared con pared, hacia el sur con la casa que fue de Juancito Betancur y su señora Amalia Mejía y hacia el norte con el Hotel de las Hermanas Benjumea, quienes valga la cuña, cocinan como los mismos Ángeles.
Pero por el fallo del Consejo de Estado, y léase bien que dije Fallo no dije Falla del Consejo de Estado; el cuartel de la policía de Armenia Mantequilla lo van a tener que pasar para el municipio de Angelópolis, que tiene en los llanos de la Montoya, al otro lado de la quebrada la Horcona, el lugar más apartado y allí los guerrilleros pueden llegar a masacrar a los policías sin riesgo de que algún cilindro bomba pueda caer en la iglesia o en la Casa Cural.
Ahora vivo en Medellín y con frecuencia leo en los periódicos que regalan en las esquinas, o en los que me entregan semanalmente por debajo de la puerta, que los ciudadanos vivimos muy preocupados porque: “Uno sale a la calle y no se ve un policía ni para remedio”, “Antes era muy bueno y la ciudad muy segura porque uno contaba con el policía de la esquina y no era sino gritar: Policía, policía, cójanlo, cójanlo, y ahí mismito agarraban al delincuente”. “Pero ahora hacemos miles de reuniones con el comandante para que nos pongan el policía del cuadrante y nos dicen que no hay policía para tanta gente” “La cosa está muy difícil y la ciudad muy insegura”
Cómo irá a ser cuando empiecen a cumplir el fallo del Consejo de Estado y el deseo de las FARC, y la policía tenga que salir con sus corotos, de los pueblos y ciudades. Cuando ya no cuenten los uniformados, ni con la protección de aquella valiente y cívica mujer que se interpuso entre los arrinconados policías del ESMAD y la turba de vándalos y terroristas que los querían apedrear en Bogotá.
¡Qué falla la del Estado! Y ¡qué fallo el del Consejo de Estado!
¿Será que tendremos que  ver a la policía llorando de frustración por ser sacado a rastras por los ciudadanos, del sitio de la patria que le habíamos ordenado defender, como a aquel soldado que las minoría étnicas del Cauca sacaron a empellones de ese pedazo de nuestra patria que estaba defendiendo?
Pero eso no es nada. Ahora disque le toca al Estado, con la platíca de nosotros los contribuyentes, pagar las fechorías que hacen los terroristas. Esos hijos de madre, disque pueden hacer lo que les dé su real gana, pues las fuerzas del orden no los pueden retener o atacar, ni mirar feo, porque eso sería discriminación. Y los daños que ellos hagan tendremos la obligación de pagarlos los ciudadanos de bien, porque disque eso es el fallo de la justicia.
En Armenia Mantequilla existía la Acción Comunal y el Mutuo Auxilio, que servía, no para hacer política como ahora y para buscar votos, sino para levantar el colegio cuando hizo falta, o para arreglar la escuela cuando era necesario, para enderezar los caminos o sacar los derrumbes de la carretera. Para reconstruir las casas quemadas por los incendios ocasionales. Nadie le cobraba al municipio indemnizaciones  por falta de alertas tempranas contra terremotos, o par falta de Cuerpo de Bomberos, o falta de acueductos para apagarlos. Esas eran calamidades que los vecinos solucionábamos sin necesidad de demandas y fallos de Consejos de Estado, o Cortes Constitucionales, o Cortes Supremas de Injusticias. Eso lo arreglaba el civismo y la solidaridad ciudadana.
La reconstrucción de este país la venimos haciendo los ciudadanos porque somos vecinos, amigos, familia, no porque lo ordene ninguna ley. Lo hacemos porque somos hombres de la misma especie, que está y siempre ha estado y seguirá estando en peligro. La construcción de la patria y la reconstrucción de las carreteras voladas, los puentes destruidos, las escuelas quemadas, las iglesias, mezquitas, sinagogas y templos destruidos por los infames guerrilleros, la seguiremos haciendo los vecinos, los amigos, las familias, los fieles de cada religión y a nuestro costo. No hemos requerido, ni requeriremos en el futuro para seguir haciéndolo, que ningún Consejo de Estado falle diciendo que tenemos por obligación que echar de nuestra vecindad a la policía y que los daños que el terrorismo nos cause, los tenemos que pagar todos los ciudadanos por obligación.  No señores, lo seguiremos haciendo porque somos solidarios y esa solidaridad no la vamos a dejar matar por la ley que se inventen unos pocos.
Queremos al policía de la esquina, en la esquina de la cuadra.
Queremos al policía del cuadrante a un clic de nuestros teléfonos celulares.
Queremos al Consejo de Estado, desprovisto de su poder y de sus influencias, e igual suerte para la Corte Suprema, la Corte Constitucional, la Procuraduría y muchas otras ías, que más que ayudarnos a vivir en paz y civilizadamente, nos han confundido, enfrentado y separado.


León M.N. enero 22 de 2014.

viernes, 17 de enero de 2014

AMO MI FIRMAMENTO

AMO MI FIRMAMENTO
Amo este lago que hay arriba y es mi techo, porque cuando estoy en lo alto de los cerros, sé que he bajado a sus profundidades. Y lo amo no porque en él se expandan los estruendos de la guerra, sino porque hacia él apuntan las miradas de los niños que vuelan detrás de mariposas. Y hacia allí va la ensoñación  de los enamorados, y el cristal de la lágrima que rueda entre arrugas desde la ventana. Y la neblina que forma hilos o trazos como de tiza sobre su cerúlea pizarra. Cada que yo ocioso lo deso, me regalan las nubes: caballitos que galopan, osos, cabritos y príncipes y hadas.
Y lo amo no porque sea mío, que lo es, y enteramente mío, sino porque lo cruzan las garzas como barcos que migran sin saber a dónde, como siempre lo han hecho los exploradores. Llenos de fe en que hallarán tesoros y países de encanto y bailarinas y viandas y licores que perfuman las noches, en las que se escudan los poetas y cantores amantes, esperando ser escuchados sólo por su amada.
Lo amo no por ser el depósito del esmog que expelen los aviones bombarderos y las chatarras de autos empujadas por mala gasolina, o porque sea la vía que me trae chirrido de sirenas. No, no es por eso. Es que cuando estoy en la colina, en sus olas, en las crestas de sus olas me llega rumor de caracolas y un coro de ninfas y los reclamos de amor de las ballenas.
Amo que el viento me acaricie, no por su olor a pólvora y metralla. No porque haya visitado socavones oscuros y sacado de allí gases mortales. Lo amo por pícaro y astuto, que va recorriendo parques y jardines y se enreda entre faldas, pañuelos y entre trenzas y a todas les roba sus perfumes.
Amo ese lago oscuro que es la noche con chal de lentejuelas, que a veces cruzan ráfagas de fuego. No del fuego que vomitan los cañones, ni los rifles, ni las bombas incendiarias. Es el fuego de dioses generosos que  nos regalan la chispa de la hoguera. Amo la noche que cobija a los sin techo y no la horrible lluvia que moja sus cartones y tampoco las promesas vanas de quienes se hacen elegir ofreciendo una ilusión de hogar a quienes sueñan que les harán respetar ese derecho.
Amo la soledad de los acantilados, no porque hayan sido la tumba de muchos desaparecidos, el despeñadero donde se arrojó a un rival político o la cripta que oculta un alevoso crimen. Los amo porque su silencio hace que sean como ermitas; me llevan a la meditación, hacia mi madre ida y hacia el callado trabajo de mi padre.
Amo la radio que llena las casas, las cantinas, las calles con bambucos, con tangos, con boleros, con rocanrol y salsa y con bachata. No la de los noticieros, recuentos de crímenes, sobornos, corrupción, mentiras, abusos, tropelías.
Amo las plazas repletas de paisanos en días de mercado y en las ferias, con cantos, con pregones vendedores, con gritos infantiles. No con arengas y promesas de oportunistas mesías que hoy llegan y no vuelven, no escuchan, prometen y se olvidan.
Amo las mañanas de lunes con una fila de niños con cuadernos que van hacia la escuela y también amo los recreos. Sobre todo aquellos que no son interrumpidos con el estallido de los cilindros bomba que lanzan los que disque van a liberar al pueblo.
Amos los cafetales con cosechadores y con chapoleras, y el retozar de algunos de ellos que se enamoran y siembran los hijos a la sombra de guamos, nogales y algarrobos. Amo a sus hijos universitarios, artesanos, músicos y deportistas, no a los que solapadamente los reclutan como guerrilleros rasos, como mulas, como prostitutas.
Amo la neblina, las fuentes de agua, los arroyos, las lagunas y los ríos. Los amos porque llevan vida a todas partes donde los conducen los canales, las acequias, los pozos, los aljibes. Su generosidad es infinita y choca con la indolencia de funcionarios públicos que no dejan que el agua ruede hasta la casa del sediento. Con la avaricia del minero y del agricultor que contamina. Con la torpeza del ingeniero o constructor que deseca los pantanos y los humedales. Amo del agua, que se resiste a que la contengan, se derrama, rebosa las represas y quiere llegar a todos, pues a todos es que pertenece.
Amo que un día, espero no lejano, esa pertenencia sea una verdad de a puño, una real certeza para todos.
León M.N. Enero 2014.




jueves, 16 de enero de 2014

Exorcismo o Catarsis

 EXORCISMO O CATARSIS

Odio el odio que me habita.
Ese que se dio su maña
Para invadir mis entrañas
Sabe dios desde que hora
El mismo que siento ahora
Cada hora y a deshoras
De la mañana a la tarde
Y tarde yo me enterado
Que cada molécula mía
Sin querer ya está infestada
De los pies a la cabeza
Ya me cruza la aspereza
De no hallar en mí sosiego
Y ciego de la belleza
Que rodea mi comarca
Vivo  yo dándole marcha
A este odio que corroe
Me posee y me domina
Oh concubina maldita
Que me afeas el paisaje              
Y mucho más a la imagen
Que en el espejo yo veo
Eres como el gran trofeo
Que a mí la vida me diera
Por andar en la tarea
De tratar de ser mejor
No mejor que aquel señor
Que trabaja, teje y labra
Mejor que yo en la ocasión
Donde el odio me tentara
No soy capaz del perdón
Que la felicidad me depare.
Sólo si pienso en mis hijos
En mis hijos y en mis nietos
Puedo hallar una razón
Que me aparte del suplicio
De pensar que con mis huesos
Van a sembrar en la tierra
Este odio que me habita.
Tal vez sí yo perdonara
Serán ellos más felices
Tal como yo lo intenté
Desde ayer hasta esta hora.


León M.N. Enero 2014.