miércoles, 22 de enero de 2014

EL CONSEJO DE ESTADO FALLÓ.

EL CONSEJO DE ESTADO FALLÓ.
El fallo del Consejo de Estado para mi es una falla en el Estado. Es que no me caben en la cabeza, en mi pobre y pequeña entendedera de Chibchombiano las consecuencias de tan enorme falla, perdón, de éste gran fallo.
Instituyeron nuestros ancestros, el Cuerpo de Policía para que defendiera a los ciudadanos. y fueron a buscar en Chile asesoría para que quedara bien instituida, preparada y fundamentada. Y a lo largo de la historia la fuimos especializando en cuerpos como los Carabineros, que van por los campos de a caballo como lo hicieron los viajeros y en mulas como los arrieros o como Ramón en su  mula revolucionaria. Hoy tenemos Policía ambiental, policía de la niñez, policía comunitaria, etc. etc. y nos hemos enorgullecido de ella por su profesionalismo. Porque en otros países, a algunos de sus miembros, los han nombrado disque los mejores policías del mundo, (cosa que me pareció siempre una gran colombianada) pero así ha sido pues eso no me lo inventé yo. Como tampoco me inventé, los sobornos, las mordidas y las tropelías que cometen muchos de los policías.
Cuando yo levantaba, (no sé bien qué levantaba, pero mi papá que era arriero, utilizaba esa expresión para referirse a su época de piernipelido, de adolecente, de joven que ya levantaba, no sé si las cargas de la mula, las cobijas o las novias. Decía que cuando yo levantaba, había en mi pueblo: Armenia mantequilla, policía escolar. Éste era el personaje nombrado por el pueblo y pagado con los pocos impuestos que se podrían recaudar en un municipio tan pobre, cuyo erario público no le alcanzaba a Armenia, ni para salir en los mapas. El policía escolar era encargado de recorrer las calles y caminos cercanos y verificar que todos los niños fuéramos puntualmente a la escuela. Porque la educación además de ser gratuita era obligatoria y con eso no se le violaba a nadie su derecho al libre desarrollo de su personalidad, ni a su libre determinación. Afortunadamente no existían para ese entonces, las organizaciones defensoras de los derechos humanos, de las minorías y de cuanta carajada se han inventado ahora cuando yo ya no levanto, pues todo se me cae y sin remedios azulitos.
Pero antes de que llegáramos al progreso de tener policía escolar; cuenta mi querido y nunca olvidado paisano Don Eduardo Quiceno, en su manuscrito de crónicas de Armenia Mantequilla, titulado, Renglones Torcidos, que el Consejo Municipal se reunió para acordar se expidiera en letra de estilo, una mención de agradecimiento al policía del pueblo, quien después de haber sido elegido por unanimidad, para vigilar el pueblo y habiendo sido pagado con los aportes generosos de algunos comerciantes y finqueros del pueblo, cuya lista y monto de aportes costa en el acta de la reunión de aquel día memorable, había cumplido durante un año sus deberes de una manera encomiable. Pues sí, Armenia Mantequilla durante mucho tiempo tuvo un policía (íngrimo) que vigilaba el pueblito. Elegido por el pueblo y pagado por los paisanos más pudientes, pero vigilado por todos los que él vigilaba para que vivieran en paz y seguridad.
Ahora ya no vivo en Armenia Mantequilla, pero sé que el cuartel de la policía queda en donde una vez funcionaron dos salones de la Escuela Urbana de Varones. Pared con pared, hacia el sur con la casa que fue de Juancito Betancur y su señora Amalia Mejía y hacia el norte con el Hotel de las Hermanas Benjumea, quienes valga la cuña, cocinan como los mismos Ángeles.
Pero por el fallo del Consejo de Estado, y léase bien que dije Fallo no dije Falla del Consejo de Estado; el cuartel de la policía de Armenia Mantequilla lo van a tener que pasar para el municipio de Angelópolis, que tiene en los llanos de la Montoya, al otro lado de la quebrada la Horcona, el lugar más apartado y allí los guerrilleros pueden llegar a masacrar a los policías sin riesgo de que algún cilindro bomba pueda caer en la iglesia o en la Casa Cural.
Ahora vivo en Medellín y con frecuencia leo en los periódicos que regalan en las esquinas, o en los que me entregan semanalmente por debajo de la puerta, que los ciudadanos vivimos muy preocupados porque: “Uno sale a la calle y no se ve un policía ni para remedio”, “Antes era muy bueno y la ciudad muy segura porque uno contaba con el policía de la esquina y no era sino gritar: Policía, policía, cójanlo, cójanlo, y ahí mismito agarraban al delincuente”. “Pero ahora hacemos miles de reuniones con el comandante para que nos pongan el policía del cuadrante y nos dicen que no hay policía para tanta gente” “La cosa está muy difícil y la ciudad muy insegura”
Cómo irá a ser cuando empiecen a cumplir el fallo del Consejo de Estado y el deseo de las FARC, y la policía tenga que salir con sus corotos, de los pueblos y ciudades. Cuando ya no cuenten los uniformados, ni con la protección de aquella valiente y cívica mujer que se interpuso entre los arrinconados policías del ESMAD y la turba de vándalos y terroristas que los querían apedrear en Bogotá.
¡Qué falla la del Estado! Y ¡qué fallo el del Consejo de Estado!
¿Será que tendremos que  ver a la policía llorando de frustración por ser sacado a rastras por los ciudadanos, del sitio de la patria que le habíamos ordenado defender, como a aquel soldado que las minoría étnicas del Cauca sacaron a empellones de ese pedazo de nuestra patria que estaba defendiendo?
Pero eso no es nada. Ahora disque le toca al Estado, con la platíca de nosotros los contribuyentes, pagar las fechorías que hacen los terroristas. Esos hijos de madre, disque pueden hacer lo que les dé su real gana, pues las fuerzas del orden no los pueden retener o atacar, ni mirar feo, porque eso sería discriminación. Y los daños que ellos hagan tendremos la obligación de pagarlos los ciudadanos de bien, porque disque eso es el fallo de la justicia.
En Armenia Mantequilla existía la Acción Comunal y el Mutuo Auxilio, que servía, no para hacer política como ahora y para buscar votos, sino para levantar el colegio cuando hizo falta, o para arreglar la escuela cuando era necesario, para enderezar los caminos o sacar los derrumbes de la carretera. Para reconstruir las casas quemadas por los incendios ocasionales. Nadie le cobraba al municipio indemnizaciones  por falta de alertas tempranas contra terremotos, o par falta de Cuerpo de Bomberos, o falta de acueductos para apagarlos. Esas eran calamidades que los vecinos solucionábamos sin necesidad de demandas y fallos de Consejos de Estado, o Cortes Constitucionales, o Cortes Supremas de Injusticias. Eso lo arreglaba el civismo y la solidaridad ciudadana.
La reconstrucción de este país la venimos haciendo los ciudadanos porque somos vecinos, amigos, familia, no porque lo ordene ninguna ley. Lo hacemos porque somos hombres de la misma especie, que está y siempre ha estado y seguirá estando en peligro. La construcción de la patria y la reconstrucción de las carreteras voladas, los puentes destruidos, las escuelas quemadas, las iglesias, mezquitas, sinagogas y templos destruidos por los infames guerrilleros, la seguiremos haciendo los vecinos, los amigos, las familias, los fieles de cada religión y a nuestro costo. No hemos requerido, ni requeriremos en el futuro para seguir haciéndolo, que ningún Consejo de Estado falle diciendo que tenemos por obligación que echar de nuestra vecindad a la policía y que los daños que el terrorismo nos cause, los tenemos que pagar todos los ciudadanos por obligación.  No señores, lo seguiremos haciendo porque somos solidarios y esa solidaridad no la vamos a dejar matar por la ley que se inventen unos pocos.
Queremos al policía de la esquina, en la esquina de la cuadra.
Queremos al policía del cuadrante a un clic de nuestros teléfonos celulares.
Queremos al Consejo de Estado, desprovisto de su poder y de sus influencias, e igual suerte para la Corte Suprema, la Corte Constitucional, la Procuraduría y muchas otras ías, que más que ayudarnos a vivir en paz y civilizadamente, nos han confundido, enfrentado y separado.


León M.N. enero 22 de 2014.

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