miércoles, 13 de agosto de 2014

LA TERRATENIENTE ENAMORADA

TERRATENIENTE ENAMORADA.
Historias de la Petata

Tiene un nombre que se le parece y está entrada en años, muchos.
Es de esas mujeres que tú sabes que son viejas, pero no te animas a adivinar o querer intuir cuantos años tiene, pues sería tarea imposible de lograr.
Ágil, enérgica, siempre está en las calles  como atareada en importantes asuntos y enterándose de todo. Desde el evangelio del día, en la misa de cinco, hasta de cuáles misterios se entonan cada tarde en el rosario: Si los gozosos, los gloriosos o los dolorosos. Y después del rosario, cuando ya el sacristán cierra la iglesia, ella se va por los cafés y las cantinas a coquetear.
En las procesiones que el cura hace durante las fiestas de los principales Santos, ella va al lado del cura y de la imagen del Santo. Mira al cura y mira al santo. Al santo con ojos muy devotos y, al cura… con otros ojos…
Su nombre no es que sea viejo, porque los nombres no envejecen, las que se envejecen y mueren son las personas. Aunque en el caso de ella, nombre y persono no envejecen, sólo cambian a color sepia como las fotografías.
Su nombre es de los de antes, como de tatarabuela. Tanto es así, que en mis sesenta y seis años, no he conocido una niña, a la que la hayan bautizado igual que a ella.
Sí, su nombre es como ella: antiguo y feo. Su pelo blanco y  largo, no se lo peina con moña, ni con trenzas. Se cree joven y lo lleva como en cola de caballo o suelto sobre los hombros y la espalda, y a veces con diademas o con hebillitas de colores.
Vive en una casita de dos cuartos con una improvisada cocina, más vieja que ella, pues la construyó su padre antes de casarse y que, para más veras, murió de ciento y pico de años, cuando yo me preparaba para mi primera comunión.
En todos  estos años que ha aguantado, apoyada en sancos, como queriendo saltar por la barranca frente del hospital, no han tenido más mantenimiento y renovaciones que la letrina que le ordenó hacer el inspector de higiene, por allá en los años 50. Se la construyó su difunto hermano, antes de que le atacara la tuberculosis que lo llevó a la tumba.
Ya no recuerda la fecha en que murió su papá y sólo atina a decir que él, su papá, regresó de la muerte a los ocho días de haberlo enterrado y antes de concluir el novenario, y se llevó con él a su mamá.
Dice que quedó huerfanita muy joven y desde ese entonces, vive de la misericordia de dios, porque lo que son los vecinos y paisanos, eso, no le alargan la mano sino para darle bofetadas. Y debe ser como ella dice, pues sin que se le conozca trabajo o renta alguna, vive robusta, sana y colorada, de puro milagro.
Les dije antes que ella era coqueta. Y además de coqueta es crédula, fantasiosa, empecinada, mandona, amiga de interponer querellas y denuncias.
Además de ella en el pueblo hay otros vago  y charlatanes indolentes.
Un día, antes de que la coqueta de marras se fuera para su casa a dormir, previniendo que salieran los espantos por la Calle de  Abajo, donde ella vive; la llamó un paisano a su mesa en el café y la invitó a que se tomara un tintico con él, pues le tenía que contar algo.
¿Vos pasaste ahora por la cantina El Chispero? Le preguntó el vago mientras les servían los tintos.
Si pasé, ¿por qué…, qué pasó allí…?
¿Vites quiénes estaban tomando y ya casi borrachos?
Claro que los vi, están el alcalde, el juez y el secretario del juzgado.
¿A que no sabes por quién está el juez tan despechado?
Contá pues, contá…, de quien está enamorado ese pipiolo tan lindo.
Pues de vos mujer y no te hagas la boba. De vos está enamorado, tragado como calzoncillo de torero.
Tan embustero que sos vos, tan mentiroso. Si él a mi no me ha arrimado, ni me ha dicho nada.
No te ha dicho nada…, y la serenata de ayer que fue pues… O me vas a decir que no la oíste.
Que serenata ni que otra carajada, vos como que también estás borracho.
¡No oíste la serenata, que fue con trío de cuerda que mandó traer de Medellín y ésta mañana los despachó de vuelta para la Bella Villa en el bus de seis de la mañana!
Yo no oí nada. Porque cuando yo me acuesto es a dormir y no le paro oreja a nada que ocurra de puertas para fuera.
Con razón está el juez tan despechado y hasta queriéndose suicidar.
Vos pasaste tempranito delante de él y no de dijiste nada.
Y el esperando un agradecimiento, una mirada, un besito tirado, algo, pero nada… nada. Con razón este hombre está que se corta las venas.
La vieja tomó el pocillo de tinto por la oreja,  con el dedo índice y el pulgar, levantó el codo, bajó la cabeza para beberlo y alzó la mirada como estrujando los recuerdos. Luego de soplar la bebida y dar un sonoro sorbo dijo:
Ahora que me contás, yo como que entre gallos y media noche escuché guitarras y tiples, pero creía que era en sueños.
La que te perdiste por dormilona. Si los músicos vaciaron en tu ventana todo el repertorio de Los Panchos y el de los Romanceros.
Con razón las vecinas me miraban esta mañana en la iglesia, se codeaban y hacían comentarios socarrones, y yo en ayunas, sin saber nada.
Eso me imaginé yo. Dijo el charlatán. Vos has sido siempre muy cortés y delicada, y al no mencionarle nada al Doctor de Bedut, ahí mismo pensé que no habías escuchado la declaración de amor del abogado, y es por eso que te llamé para contarte, pues un partido de esos no se puede dejar pasar así no más, sin haberlo jugado y a lo mejor hasta te metan gol a vos, que todavía tenés la valla intacta.
¿Todavía…, es que me creés muy vieja?
No señor, Señorita y en edad de merecer.
Claro que sí, pero no te enojes conmigo que lo que te estoy haciendo es una favor.
Los contertulios se despidieron. El mentiroso burletero se fue a jugar billar y la beata se devolvió dando un rodeo por la plaza para pasar delante del Chispero como quien no quiere la cosa y la cosa queriendo.
Al mirar a los burócratas alzando sus copas y cantando ya entre copetones y perdidos en la borrachera, se les quedó mirando con esos ojos de ternera degollada. Fue tan insistente su mirada que le juez la sintió y sus miradas se encontraron.
El juez levantó su copa de aguardiente como brindando por ella y ella hizo una mueca de placer, de complicidad y de consentimiento tácito que hasta daba risa.
Después de ese gesto esta pobre mujer no caminaba, iba levitando por la Calle Abajo. Ni Julieta en sus mejores días con Romeo, ni la Dama de las Camelias en sus momentos de ensoñación tuvo tales arrobos.
La nueva enamorada entró al día siguiente a la misa de cinco, con su mejor vestido. Estrenando caminado tan derecha que parecía que se hubiera tragado un paraguas. Alzaba el pecho como si quisiera dar a entender a todos, que estaba estrenando sostenes o los hubiera almidonado.
Al salir de misa se encontró con su amiga Alicia, quien le manifestó su extrañeza por verla tan engandujada en un día tan común y corriente como otros. Ella le confió que estaba muy triste pues tenía un compromiso muy importante, pero carecía de la ropa elegante que al asunto ameritaba.
Alicia le dijo que no se preocupara, que ella tenía en su escaparate una ropa que no usaba, pues en ese pueblo no había ocasión de lucirla y que si ella quería, con mucho gusto podía pasar por su casa y probarse alguno de aquellos vestidos para ver si le servían.
Sin pensarlo dos veces, la vieja aceptó e inmediatamente entraron a la casa a revisar el ropero.
Entre prueba y prueba, la pedigüeña vecina preguntaba si aquellos vestidos eran nuevos, pues ella no estaba acostumbrada a ponerse nada de segunda mano.
Alicia se rió para sus adentros de las pretensiones de la pobre anciana y le aseguró que todas aquellas prendas eran nuevas y sin estrenar. Sólo después de esta última aseveración, la engreída limosnera, aceptó llevarse en una bolsa de papel dos de los vestidos ofrecidos, que fueron de última moda hacía ya como quince años.
Antes de que se despidieran en el zaguán, Alicia le preguntó:
Pero cuál es ese asunto tan importante que tenés que no me has contado.
La vieja meneó su cola de caballo para todos los lados, se tapó la boca con la bolsa de papel donde llevaba los vestidos, agachó la cara riendo un poco ruborizada y le dijo:
¿Es que vos no sabes… No te han llegado con el chisme?
¿Cuál chisme, contá a ver, que pasó?
Pues que tengo novio. Si mi´ja, novio y no cualquier novio, es un partidazo. El martes pasado me llevó serenata y se me declaró. Y ya ennoviada con él pues no puedo salir a la calle de cualquier manera o mal trajeada. Por eso, y por la confianza que te tengo, me atrevía pedirte los vestidos.
Alicia también se tapó la boca para no reírse de las ocurrencias de la vieja y en seguida le preguntó: ¿Y quién es el afortunado?
No te hagas la boba que de seguro vos ya sabés quién es, y además él estuvo en estos días dando lora en las cantinas todo borracho, con una tusa horrible, porque yo no le había querido dar el sí, hasta no verlo sufrir un poco.
No, no sé nada, quién es tu novio.
Pues el Dotor de Bedut.
Alicia no alcanzó a taparse la boca, estalló en una enorme carcajada y cayó de espaldas sobre el contraportón del zaguán sin poder contenerse.
Pero no hagas tanto espaviento querida, que se va a enterar todo el pueblo y nosotros no queremos que se arme mucho escándalo, queremos que todo transcurra muy discretamente.
Si, tienes toda la razón le dijo Alicia y se despidieron.
Los días que siguieron, en el pueblo veían a la vieja, con nuevas galas, nueva sonrisa y más a menudo recorriendo las calle y sobre todo el andén frente a la oficina del juzgado y las cafeterías que los funcionarios público frecuentaban.
Cada que la vieja se hacía la que se encontraba de sopetón con el juez, le lanzaba una miradas largas y lánguidas, pobladas de tintineos de pestañas y sonrisas maliciosas.
Las visitas al juzgado se le hicieron tan frecuentes y sus devaneos tan evidentes, que el doctor de Bedut, comentó a sus subalternos, que la vieja debería estar perdiendo el juicio.
Perdiendo el juicio no, ella ya está loca, lo que pasa es que se enamoró de usted y mire a ver cómo le corresponde sus amores.
No me digan ustedes que me gané la lotería sin comprarla.
Que se la ganó, se la ganó, pero no precisamente el premio gordo, más bien parece que fue uno de los premios secos o de consolación que es como los llaman.
Mientras el juez del pueblo se esmeraba en eludir todos los encuentros y encerronas que le hacía su enamorada, ésta se entretenía con todos los paisanos contándoles incidencias de su imaginario noviazgo y haciéndolos participes de todas las intimidades y de los preparativos para la boda.
Que si le llevó de nuevo serenata, que si la apercolló contra la pared del teatro y le robo unos cuantos besos, que si se fueron a bañar solitos a la quebrada de las Sabaletas, que si la invitó a almorzar en el hotel del pueblo, que si estuvieron hablando con el cura y haciendo el curso prematrimonial, que si van a venir los papás de él a conocerla, que si la luna de miel va a ser en las Islas de San Andrés o en Urrao y mil fantasías más, que a diario rodaban por las calles del pueblo haciendo las delicias de la gente y las pesadillas del que imparte justicia en la comarca.
Un día cuando ya los parroquianos estaban aburridos de inventar historias y de halarle la lengua a la novia anciana, se les ocurrió otra entretención a los vagos de la plaza y sólo por cambiar de cuento, invitaron nuevamente y la niña, a tomar tinto.
Muy serios dos de ellos le dijeron:
Oíste Ole, ¿vos qué has pensado hacer con el solar de tu casa, pues nosotros nunca hemos sabido que le hayas sacado provecho, sembrando alguna cosa allí o poniéndolo como chiquero para engordar marranos?
Cuál solar, si mi ranchito no tiene solar. La propiedad mía es el mero ranchito íngrimo y un resbaladerito estrechito que tengo para pasar a la letrina.
 Cómo que no tenés solar, si esa casa desde que tu papá la compró, tuvo un solar grande como de media cuadra, que linda con el de Las Camándulas y por el otro lado con la propiedad de Juancho Guisao.
Cual solar hombre por dios, si desde que estábamos chiquitos mis hermanitos y yo, para jugar teníamos que salirnos para la calle.
Que mujer tan desmemoriada por dios santo, eso fue que se lo vendiste a Juancho y ya no te recordás.
Yo nunca he vendido nada, ojalá tuviera algo que vender a ver si así no paso tanto trabajo en esta pobre vida.
Hace memoria mujer: Uno salía por la puerta de atrás de tu casa y había allí primero una manguita muy bonita, donde tu papá encerraba los terneros y tu mamá cuidaba las gallinas. Y había un guayabo muy fértil, unos brevos y un jardincito. Después de la manguita empezaba la platanera y hasta caña y yuca sembraba tu papá allí. El solar por la parte de abajo, lindaba con el camino que baja a la vereda del Tambor.
Ustedes están locos, cuales terneros y gallinas y jardín y platanera…, nosotros fuimos muy pobre, no teníamos nada.
Hace memoria o es que estás pensando que te vamos a robar la herencia que te dejaron a vos.
Madrugá mañana a la Notaría y pedí una copia de las escrituras de lo tuyo para que te des cuenta de dónde es que estás parada.
La pobre vieja no pudo conciliar el sueño tratando de recordar cómo era su casa y el solar y los sembrados de su papá, cuando ella estaba pequeña.
Ya estaban cansados de cantar los gallos de los vecinos, cuando logró conciliar el sueño. Soñó jugando a los columpios que hacía con sus amiguitos en el guayabo del supuesto solar. Tomó totumadas de postrerascon panela, ordeñadas por su mamá a las imaginarias vacas que decían sus amigos, que una vez tuvo. Toreó con su hermano a los terneros y hasta hizo jalea de guayaba y espejuelo con las enormes cosechas de guayabas que deba el árbol del solar de sus sueños.
Fue la primera vez que se perdió la misa de cinco pues la cogieron las ocho de la mañana aun en la cama.
Se levantó asustada, se arreglo cómo mejor pudo y se fue para donde Ofelia la Notaria a que le sacara una copia de las escrituras de su casa.
Después de mucho hurgar, escarbar y rebuscar entre los anaqueles empolvados de la Notaría, lograron desenterrar la que correspondía a su casita. Ofelia comenzó a transcribirla, chusografiadamente, pues en el pueblo no existen las fotocopiadoras, pero ofuscada por la presencia de la clienta le dijo:
Vea mi´ja, usté ahí parada esperando, me tiene como azorada, por qué no va y se da una vueltecita por la plaza y viene antes de las doce que ya para esa hora, habré terminado de copiar esta retahíla.
Con la ansiedad reflejada en su cara salió la vieja por la calle arriba, preguntándose interiormente, en qué momento ella se olvidó de su solar y permitió, sin más ni más, que los vecinos corrieran la cerca y se apoderaran de lo que era de ella.
Se sentó junto a una de las mesitas con parasol que sacan al frente del Bar Citará y pidió una pony malta con pan de queso, pues a esa hora tidavía estaba en ayunas.
No tardó en caerle al lado el primer desocupado a ponerle pereque y le preguntó:
¿Y a vos qué te está pasando que tenés esa cara tan larga y preocupada?
No hombre, los negocios, que siempre la preocupan a una, no vaya una a perder por querer ganar.
Y fue que te volviste filosofa. Yo no te entiendo nada.
No, fue que ayer unos señores forasteros vinieron a mi casa a proponerme que les vendiera el solar y no sé si se irá a perder hacer ese negocio, pues yo he sido muy despreocupada, mejor dicho muy confiada y generosa.
Cómo así, es que vos tenés tierra y no habías contado. Tratándose de terrateniente así si te para bolas el juez y hasta fija la fecha del matrimonio.
No vengás vos a meterte en lo que no te importa y dejá al Dotor de Bedut tranquilo que de él no estamos hablando.
Pero no te enojés, más bien comete otro pan de queso que yo pago y me contás cómo es eso de que vas a vender un solar.
Lo que pasó fue que después de que murieron mi papá y mi mamá, vos sabes, una bien joven y desentendida y además con la pena de la muerte de los viejos, vinieron los vecinos y me dijeron que si les prestaba el solar para ellos criar allí sus animalitos y hacer una siembra y que  no había problema, que cuando yo lo necesitara ellos ahí mismito me lo devolvía. Pues yo les dije que con mucho gusto. Y fue pasando el tiempo, y el tiempo y el tiempo y nunca volvimos a hablar de eso, hasta que ayer llegaron esos señores a proponerme lo del negocio y ahí fue que yo caí de mi sonsera. Qué va a pasar  ahora que les reclame lo  mío, seguro van a poner problema y se me va a enredar el negocio, y a lo mejor hasta pierdo la propiedad y no me reconocen nada, porque como vos sabés, todo lo del pobre es robado, y uno no le puede hacer un favor a nadie pues por agarrar lo que uno les presta hasta le arrancan la mano, vos sabés…
No, pero yo no creo, porque la gente de aquí te conoce y más con escritura en mano y siendo la novia del juez, yo creo que todo se arregla fácil.
Si por eso estoy esperando que Ofelia me acabe de sacar una copia de la Escritura para poder pasar donde aquel a contarle el asunto y decirle que cómo me puede ayudar.
Lo malo que siendo él, tu novio, a lo mejor le toque declararse impedido y vas a tener que contratar abogado para que te represente en la querella.
Eso sí sería el acabose, pues en un pleito el único que gana es el abogado. Pues si se tratara de mi amorcito yo no digo nada pues todo quedaría en casa, pero si me toca contratar a un particular, ahí si se pierde chicha calabazo y miel.
Faltando un cuarto para las doce, hora en que la notaria cerraba la oficina para irse a almorzar y a hacer la siesta, se despidió la angustiada terrateniente de su confidente y se fue a reclamar el documento encargado.
Pasó la tarde leyendo y releyendo el documento sin poder entender esa jerigonza legal con que redactan los documentos de públicos y por ninguna parte vio la palabra solar, ni alguna medida que superara los cuatro metros de frente y seis de largo que tenía su ranchito.
La mente se le nubló, los recuerdos se le agolparon. Le llegaban todos juntos o todos juntos de les iban. Se le mezclaban sus sueños, con sus pesadillas. Lo que ella pensaba y suponía, con lo que le contaban sus vecinos de cómo era su propiedad. Los argumentos de los que decían que ella estaba loca, con los consejos de los que le decían que no fuera boba, que no se dejara robar.
Hecha un mar de llanto llegó a la oficia del juez y le gritó:
Mi amor, no puedes permitir que  Juancho Guisao me robe el solar. Me tienes que ayudar a recuperar lo que es mío, la herencia de mis papás que tan generosamente le preste durante tantos años a este viejo, angurrioso, deshonesto y mal agradecido. Ayudame te lo suplico, que ese va a ser nuestro nido de amor.
Después de varios intentos, el juez, el secretario escribiente y el citador, lograron calmar a la vieja y entender un poco de lo que ella relataba. Leyeron la escritura pública que adjuntaba a un memorial que le redactó Jorge Montoya, el tinterillo del pueblo, y concluyeron la reunión, citándola para el día siguiente a una ampliación de la denuncia.
Más tarde ella y Juancho fueron citados a interrogatorio. Se convocaron testigos de partes y se realizaron inspecciones oculares en el terreno.
El pueblo se dividió como nunca antes había ocurrido, ni en los tiempos de los Godos y los Manzanillos. Unos decían que Juancho Guisao era un ladrón que pretendía quedarse con la propiedad de una pobre vieja, y otros decían la tal vieja era una loca avivata que no sólo quería casarse con el juez, sino también darle de regalo un pedazo de la finca de los Guisao.
Pero como es costumbre, la justicia brilló sobre la faz del cielo, algunos prestantes ciudadanos, (enemigos acérrimos de los Guisao) declararon bajo la gravedad del juramento que lo que la vieja enamorada decía era la pura verdad.
Se hizo, con asistencia de peritos agrimensores, armados de decámetro y teodolito, una demarcación de nuevos linderos y colorín colorado, la vieja loca consiguió solar para su gallinero y Juancho Guisao casi que quedó arruinado.
El joven juez previendo que en esas circunstancia amenazaba con perder su propio pleito, y la vieja podría ganárselo a él con sus demandas, pidió traslado y pasó su despacho para otro pueblo.

PD: El que quiera conocer más de estas historias, que se vaya para Armenia Mantequilla y le invite un aguardiente a cualquier Vago desocupado que se encuentre en las cantinas de la plaza.

León M.N. agosto 11 de 2013.







martes, 5 de agosto de 2014

NO NOTICIA

NO NOTICIA
En medio de la calle y su algazara
Me gritó tu hambre que entre periódicos
Calladamente duerme.
Y me abofeteó tu frágil vida
Que entre periódicos sin ser noticia muere.
Con ojos esperanzados me miró tu perro
En tu regazo protegido y gélido.
Por los reflejo violeta de la luz de un auto
Brilló un diamante surgido entre tus parpados
Ya casi yertos.


León M. N.  Agosto 4 de 2014

AÑORANZA

AÑORANZAS
Erguido sobre un estacón de la alambrada
Un silbo claro y persistente
Un festón de plumas solferinas
Baten el aire como si fueran abanicos.
Y la brisa empujando mariposas de las flores
Y el perfume y el licor se va con ellas
La luz que juega añoranzas en la tarde
Se esconde entre las nubes de arreboles
Y mi recuerdo de ti
Y mi olvido de tu olvido
Juega añoranzas con esa luz pero a escondidas.

León M.N. Agosto 5 de 2014.


lunes, 4 de agosto de 2014

DESAPEGO

DESAPEGO
Hoy vino a mí una lección de desapego.
No sé si era desamor
O esa incapacidad de amar que surge en el aislamiento.
No sé si era asunción del dolor
O la manía que tenemos de esconderlo.
O la amarga enfermedad de no sentirlo.
Repulsa ante una vecindad no consentida.
Desdén por las personas
O por objetos que llevan adheridos los recuerdos.
Desapego siempre me supo a ingravidez
A silencio, a aceptación y ausencia de reclamos.
Siempre me pareció cercano a la virtud
Y muy alejado del pecado, la omisión y al desencuentro.
Hoy recibí una lección de desapego
Y aunque conveniente a la vida espiritual
Lo sentí: muy inhumano…


León M.N. agosto 3 de 2014.

SÓLO PARA TI

SÓLO PARA TI
Ser herida pero sin carne abierta.
Y ser lágrima y sangre sin sudario.
Ser llanto sin garganta rota.
Y rasguño sin piel ni zarpa que la hendiese.
Ser presencia sin sombra ni latido.
Ser aullido sin eco y sin reclamo.
Ser, sólo ser para ti:
Ungüento sin la molestia untuosa.
Sólo estar en el perfume que la brisa lleve.
Y en el din don de campanillas de jardines.
Ser color sin trapos de banderas,
Y sin paisajes adheridos como estigmas.
Ser y  dejar ser libertad
A través de valles y cañadas.


León M.N. agosto 3 de 2014.

PARTIDA

PARTIDA
En esa atmosfera brumosa que da el alba.
Porque claro, la ocurrencia precisa de un lugar para ocurrir.
Apenas se dibujan las ventanas.
Unas ataviadas de luces mortecina
Y una que otra con candiles temblorosos
A los que el frío se arrima a calentarse.
Algunas aun a oscuras pobladas de ronquidos
Y de sueños que libremente entran y salen
Y escriben otras vidas deseadas
O aquellas que arrepentidos dejaron olvidadas
Tiradas cual basuras en cunetas del camino.
Aprovechan el viento de la madrugada
Y sobre él, como viajando en tren les regresaban.
Y de pronto el corazón  galopa
Queriendo huir y sin lograrlo.
Los deja exhaustos sobre sus camastros
Sudorosos, agitados, confundidos. 
Y ella que parcamente proyectaba sombra
Sobre la nieve que al amanecer sería blanca
Pero ahora era gris y blanda
Y con sus leves pasos apenas si crujía.
Se fue alejando, o esfumando.
Sobre la tapia, o la cortina
O lo que fuera que se interponía
Entre el aquí y el allá
Y, por qué no,
Pienso yo…
Quizás el más allá.


León M.N. agosto 4 de 2014