miércoles, 26 de junio de 2013

DOS BRIZNAS

DOS BRIZNAS

Oye tu,… si, tu.
El que camina frente a mí, vestido con andrajos.
El que caga en los rincones de los parques
Y a veces descaradamente en los andenes.
Eres igual que yo: polvo de estrellas.
Molécula que integra el perfume azul
Que en las noches siderales
 Exhala en la constelación este planeta.
Sin ti no sería igual el amanecer de la tierra
En el blanco horizonte de la luna.
Quién le quitó el brillo a tu sonrisa.
Y quién puso las prótesis sobre mis encías.
Grita tú, que igual resonará el grito mío.
Danza tú, impone el ritmo.
Tú en la calle alumbrada por faroles
Yo en la playa cobijado con estrellas.
Y el universo danzará contigo.
Con nosotros…

León M.N. junio de 2013.





jueves, 20 de junio de 2013

SOY MONTAÑERO

MONTAÑERO

Yo soy de un pueblo
Que se encaramó en un cerro
Para alcanzar estrellas
Oculto entre las nubes.

Es un balcón con chambranas
Que divisa un Cauca lento y perezoso
Ausencia de platanales, huertas y frutales
Y por su cielo alto planean gallinazos.

Un pueblo al que nadie trazó calles
Ni le han trazado rumbo, ni futuro.
Que está como perdido en la neblina
Y borró sus caminos de herradura.

A lado y lado de esos caminos
Que lo cruzan como si lo tacharan,
Hay ranchos, casas, pesebreras,
Una iglesia, escuela y cementerio.

Empedramos esos caminos
Y los llamamos calles.
Tiene plaza, grande para el mercado,
Estrecha como parqueadero.

En manga fresca pastaban mulas,
Caballos de silla y vacas con ternero.
Se fueron los arrieros y el lechero,
Quedaron cabalgata y burroteca.

El caballete de la iglesia parece un espinazo,
En él se asolean gallinazos
Y de cuando en cuando los arropa la neblina.
Se convierten en brujas y vuelan en escobas.

La torre de la iglesia es una lanza
Que amenaza a un cercano cielo.
A sus naves nos convoca la del Carmen y el de Padua
Para alejarnos de un también cercano infierno.

En mis noches oscuras veo espantos
Gente que va a las romerías en veredas.
Festejantes de acaballo que hace topes.
Altares de San Isidro repleticos
De productos de huerta, de corral y de potreros

Y aun dormido escucho truenos,
El viento silbando entre las tapias,
Recuas de mulas cargadas de panela.
Y en calles y plaza el ganado de la feria.

Yo soy del pueblo que cuelga
En el Alto del Yarumo.
No es que sea invisible
Es que a veces lo oculta la neblina.

León M.N. Junio de 2013.






SOY DE AQUEL LUGAR EN EL RECUERDO

DE DÓNDE SOY

Si alguien quiere saber de dónde soy
Deberá hurgar en mis recuerdos.
Tendrá que ser capaz de percibir:
Olores de personas y lugares:
Casas de tapia, estaciones de buses,
Hoteles de paso, bares y cantinas.
El olor de los pupitres escolares,
Los zarzos o desvanes,
El que sale como el genio de la lámpara
Cuando abrimos los baúles viejos. 

Aromas de mercados, canastos con frutas
Huertas, cocinas donde se destapan ollas
Que guisan carnes con cilantro
Manteca, albahaca cominos, y cebollas.
El olor vegetal de los fogones de leña
El de las arepas que al asarse se revientan
Y el de los hornos de barro de panaderías campesinas.

Perfumes de cunas, alcobas y mujeres.
Del bosque,  la lluvia y de jardines.
El que en espirales danzantes
Asciende con el humo de las veladoras,
De las fogatas paganas y el de los incensarios.

Sin duda sentirá el tufillo de los libros viejos.
Que es semejante al de los teatros
Y al  de las salas de concierto,
Que marida muy bien con el tabaco
Y con el que desprenden las pipas
Olvidadas sobre los escritorios.

Sabrá identificar el almizcle que resudan:
Los corrales, los establos y las pesebreras.
Las enjalmas, las sillas de montar y los aperos.
Las ancas de una yegua sudada
Y el que emana del pelaje de un labrador dorado.

El hedor que emana de los vertederos
Que hay al salir de todas las ciudades.
Los efluvios que escupen las cloacas
En las quebradas detrás de las murallas.
Y el olor particular que cada una tiene
Que se me quedó grabado con sus nombres.
El de los taxis viejos, los trenes, los aviones.

Quien quiera saber de dónde soy
Tendrá que poder orientarse sin perderse
En la cartografía inédita de los olores. 
                                                                   León M.N. junio de 2013.

martes, 18 de junio de 2013

OLORES DEL RECUERDO

SOPA DE GUINEO VERDE

Floralia se llamaba
Y se encontraba muy a gusto
Entre las macetas del jardín
Y entre los surcos de la huerta.

La vi regresar del solar
Con su sombrero blanco
Y en el delantal a modo de bolso
Colinos de cebolla y tomates rojo vivo.

Flor lavó los frutos de su huerta
Y dentro de una totuma los dejó
Sobre la negra piedra de moler:
Un bodegón en claroscuro y perfumado.

Canturriando un bambuco
Florita tomó el cuchillo cachimocho.
Fue hasta el final del corredor
Donde papá guindaba los racimos.

A su paso acarició glocinias, novios y geranios.
Eludió una pucha de café
Que se secaba al sol sobre una estera
Y desyerbó canastas con claveles.

Hartones, dominicos, murrapos y bananos.
Verdes, maduros y pintones.
Cortó un gajo de guineos verdes
Y estilando mancha se los llevó hasta la cocina.

Sobre el chorro de agua los lavó y peló.
Es el secreto para no mancharse.
Las manos de Florecita siempre
Fueron blancas.

Ayudada por la pala de la cuchara
A pellizquitos los picó en otra totuma
Y los dejó al remojo,
Para que al hervirlos no se amorataran.

En una olla de aluminio reluciente
Vertió una cucharada de manteca de marrano
Y mientras se calentaba a fuego lento
Picó la cebolla y los tomates.

El crepitar de la manteca la apuraba
Entonces Florinda le agregó lo ya picado.
Un pebetero de aromas exquisitos
Fue la brillante olla donde el guiso se cocía.
Luego agregó un caldo de huesos
Que desde el día anterior tenía reservado.
Añadió los guineos pellizcados
Y unas papas capiras en cuadritos bien partidas.

Puso la tapa a la olla
Y a fuego lento la dejó sobre la estufa.
Y Florecida en una silla mecedora
 Esperó que calara despacito la sopa del almuerzo.

León M.N. Junio de 2013.

OLORES DEL RECUERDO

CARNITA FRITA

Arranca con pellizcos
Las hojas de cebolla junca,
Las más jechas
Sin dañar el colino
Para permitir que siga engrosando
Y dando hojas.
Desyerba en derredor de la matica
Y aporca con cuidado para que crezca linda.

Se lleva el manojo cosechado a la nariz
Aspira fuertemente y se deleita.

Ya en la cocina abre la llave de la canilla
Y deja que el agua lave las olorosas hojas

Las apila en ordenado manojo
Sobre la piedra de moler recién lavada.

Toma la mano de piedra de granito
Masera y macera como llevando un ritmo.

Si, es el ritmo ancestral que se inventó la bisabuela.
Perfeccionó la abuela y le enseñó su mamá.

Es una danza en la que interviene todo el cuerpo:
Se mueven agiles las muñecas de sus manos,
Sus dedos que evitan machucarse,
Se mueve su cintura y sus caderas
Y sus senos saltan alegres
Entre el volantín de la bordada blusa.

Y sobre la lustrosa piedra
Va quedando una brillante salsa verde
Que aromatiza con cominos macerados
Con cristalitos de sal blanca
Sacada de un capacho
Que su papá trajo de Guaca.

Sumerge en el untuoso aroma
Presas que rebanó a un jamón jugoso
Y mientras pone en la boca del fogón
La paila con manteca
Sopla las brazas para atizar el fuego.

Con dedo experto ahoga cada porción
En la manteca que crepita alegre
Y un aroma increíble, celestial se expande
Y se va por la chimenea con el humo
 Y rueda por los entejados
Y por los empedrados de las calles campesinas.
Convoca a los peones retrasados en las rozas
Y a los escueleros díscolos
Que se quedaron jugando trompo en las esquinas.

León M.N. junio de 2013.


lunes, 17 de junio de 2013

OLORES DEL RECUERDO

UNA TARDE EN ARMENIA MANTEQUILLA

Cuatro y treinta de la tarde
Un sol cegante campea sobre un azul barrido de  nubes por la briza.
Las hojas de los mangos y aguacates se achicharran
Y sus frutos maduran con apuro.
Altas palmeras como péndulos invertidos
Cabecean perezosas como sin afán de suspender la siesta.
Las palomas duermen en la sombra prodigada por aleros
Un perro flaco sobre el polvo que cobija la tarima
Finge dormir y espanta moscardones con la cola.
Mariela, con un pañuelo salpicado de flores estampadas,
Descuelga de los alambres templados sobre el jardín
De dalias, rosas y gladiolos
Crujientes sábanas que en la mañana lavó
Sobre las piedras abajo en la quebrada.
Las abraza con amor
Y las sacude al viento
Las dobla primorosamente como acariciándolas
Y las lleva al armario como quien carga un niño.
Se escucha resoplar y patadas de bestias
Sobre el empedrado de la pesebrera.
Van siendo ya las cinco
Y  en el aire bien cabalgando un olor
A fritura de cebolla y tomate
Es el hogao para los frisoles.

León M.N. junio de 2013.



viernes, 7 de junio de 2013

TANGO PAISA

TANGO PAISA
Tengo el ojo aguado y juntas las cejas convergen con todas mis arrugas en el centro de la frente, arriba de la nariz.

En la boca se me forma el gesto tonto, de puchero de quien quiere llorar, pero enmarcado en mi bigote, ridículo se ve.

Qué tendrá esta puta música que cuando brota de un quinteto, hace que mi mano derecha tiemble. Y ese temblor se extiende por el brazo, y mis dedos forman un semi- arco, como el que debe hacerse para agarrar una copa de licor.

Luego se empuña apoyada encima de la mesa y mi cabeza cae como golpeada, y mi piel recorrida por una suerte de caricia de fantasma, se eriza…

Y siento que me rasgan la piel, cuerdas de violines. Y como colas de gatos se restriegan  a mi cuerpo los maullidos de ese bandoneón.

¿Qué mamé cuando niño? ¿Qué me dieron en el tetero de agua de panela, o sería en el agua del bautismo o en la arepa de maíz? ¿Porqué esta música lejana, nacida en un puerto sureño, me hace estremecer?

Tango, tango… tengo el alma adolorida, en un coctel de tristeza y de melancolía. Como en una dolencia que no es solo la mía.

Sé que viene de muy lejos: en violines gitanos de migrantes perdidos por las calles y los muelles quizás desde Estambul. Se embarcó con el Fado y el flamenco en una goleta junto a un polizón.

Se abre extendido mi brazo izquierdo y la palma de mi mano me busca el centro del tórax, como si abrazara un vibrante cuerpo de mujer. O mis dedos autónomos aprietan los simulados trastes y recorren el femenino cuerpo de imaginaria guitarra pegada a mi pecho en éxtasis de amor.

Llevado por los golpes que el arco propina al contrabajo, camino y giro marcando un 4x4. Acompaso mi ritmo con el del contrabajo  y el palpitar del corazón.

Ágiles dedos bailan en el piano que suena como lágrimas que caen en el agua, junto al muelle grabado en el recuerdo de quien le vio partir.  

Aquí entre mis montañas donde el mar no llega, donde suenan campanas franciscanas. Por caminos fangosos bordeados de maizales: ¿por qué suena tan hondo, tan profundo en el alma éste bandoneón?

León M.N. junio 2013.




martes, 4 de junio de 2013

DESPUÉS DE LA HORA DE LA SIESTA.

DESPUÉS DE LA HORA DE LA SIESTA

La pared es blanca.
Creo que blanco humo es el nombre del color que pinta la pared de mi cuarto.
La ventana rectangular está un poco tirada hacia la parte izquierda, justo  en frente  del sillón, donde sin más nada que hacer espero la hora de tomar el café que acostumbro a media tarde.

Dije ya que la ventana es rectangular, pero debo explicar que sus lados cortos están arriba y abajo. Forma un rectángulo en posición vertical y sus lados no tiene nada más que los destaque, que las simples aristas formadas por la unión de las superficies de la pared y el hueco donde la insertaron.
Es un gran vidrio con un marco metálico, sin barrotes, rejas, ni postigos.
Pero para mí, ese simple tragaluz vertical en la pared vacía de mi cuarto tiene magia.

Allí apoltronado, indolente y voluntariamente separados de los trajines de la vida, me siento el espectador del universo. No de cualquier universo. Del universo mío.

De la parte baja del recuadro que forma la ventana, como a veinte centímetros del borde, veo que parte el hermoso, retorcido y fuerte tronco de un guayabo. Asciende en diagonal hasta el borde superior y se pierde a unos quince centímetros del lateral derecho.

En ese recorrido, le nacen varias ramas delgadas pero fuertes. Unas ascienden y se van para la izquierda y están provistas de espeso follaje verde fresco, con algunas hojas viejas, casi a punto de caer marchitas. Unas son de un brillante ocre y otras doradas.

A la derecha y un poco inclinadas hacia lo que sería el suelo, le nacen dos más. Una ya es un chamizo seco desprovisto de follaje pero no de belleza. La otra está llena de hojas nuevas, verde cogollo. Y si me quedo mirándola logro recordar el olor de las hojas del guayabo cuando se les estruja entre las palmas de las manos, que es como mejor dejan escapar su aroma.

El color del tronco que se retuerce voluptuoso frente a mi ventana, tiene todos los matices de los llamados colores tierra. Veo: marrones, cafés, grises, chocolates, sepias. Lo salpican manchas verduscas como de musgos o tal vez hongos, no lo sé de verdad, ni en este momento me interesa saberlo.

Miro, miro y remiro esa bella composición: la pared blanco humo, el trozo de tronco que en diagonal recorre el espacio rectangular de la ventana. Sus ramas de variados y cambiantes verdes, salpicadas de pinceladas de ocres y doradas. Y algo de lo que no me había percatado: rayos de luz que atraviesan el follaje cuando el viento complaciente lo permite.

Y de repente, un aleteo azul que llega desde la derecha, se posa en uno de sus frondosos brazos. Cambia de posición, lo veo un poco inquieto. Mueve la cabeza como para orientar sus ojos en todas direcciones. Como tratando de percibir algún intruso, algún peligro, quizás evitar una sorpresa.

Luego, ya más tranquilo lo veo picotear detrás de unas hojas y me aparece lo que antes no me era visible: una hermosa guayaba de un amarillo encendido y joven. Vuelve y picotea y vuela llevando un pedazo de pulpa rosada, quizás para su nido.

Mientras espero mi café, quedo pendiente del azulejo que sin lugar a dudas regresará, y regresa y un poco torpe, del picotazo tira la guayaba al suelo. Y azulejo y guayaba salen del cuadro. Se van por hoy de mi universo.
Moraleja:
-          Dejen a los viejos mirar tranquilamente en las ventanas.
-          Compartan con los azulejos y los toches: las guayabas.
-          No fabrique caucheras con horquetas de guayabo para matar los pájaros.
-          Cuando vayan a los potreros recojan guayabas maduras. Con ellas se hace, mermelada, cernido, jalea de espejuelo, y dulce de cascaritas caladas.
-          Las guayabas casi siempre tienen gusanos inquilinos, cómanselos tranquilos que es proteína con sabor de guayaba.


León M.N. Junio de 2013.

lunes, 3 de junio de 2013

ODA A MIS OJOS

ODA A MIS OJOS.

Mis ojos que buscan la belleza
Y afortunados la encuentran colgando de paredes
De casas, palacios y museos.
Como piedras lustrosas de las que surgen
Los fornidos héroes desnudos sobre pedestales.
Y en las fuentes, las ninfas de túrgidos senos
Y caderas de peras que maduran al sol de las mañanas.

La encuentran en corceles de bronce que parecen bufar
Llevando en lomos conquistadores y guerreros libertarios.
Dibujada en increíbles trazos sobre papel o porcelana.
Denotan vida, fuerza, laxitud, placer erótico y la muerte.

Y en lienzos antiguos y contemporáneos
En los que el pincel ha resbalado
Como ungiendo con aceite imágenes sagradas
Y la acuarela enjuga lágrimas y baña niños desnudos en la playa.

La belleza por doquier me busca, me persigue
Y dichosamente me encuentra preparado
Para el placer de contemplarla en los colores
El claroscuro, las texturas; infinitas tonalidades y sus brillos.

Hoy me despido de los paseos por museos
De mi rutina en soliloquio por las galerías
Las salas de cine, los teatros y los salones de concierto.
De mis entradas casi furtivas a estudios de artista
A los talleres de ceramistas, orfebres y alfareros.

No me detendré más recostado a las paredes de las iglesias
Cuando al pasar coincida con un réquiem desde el coro.
Dejaré de buscar nuevos deleites y sorpresas
En las revistas y en los interminable espacios de Internet,
Y mucho más en la anticuada enciclopedia.

Volveré a mi jardín y en cada pétalo hallaré la ceda
De la piel y de los mantos unida al perfume femenino.
Y en el muelle, el taller, el aserrío y el mercado
Encontraré los fuertes brazos, torsos lustrosos
Manos que abrazan las hinchadas venas
Piernas musculosas y nervudas batallando.

Y el brillo nervioso que salta relumbrando
Como oro u oropel adherido o mezclado con la arena
Lo veré deslizándose en la playa a merced de las mareas.
Donde formando redes intrincadas de arroyitos
Vuelve a la mar llevándose entre ellas atrapados a mis ojos.


Y cuando la luna pinte de blanco las crestas de las olas
Yo estaré allí para apreciar el azul oscuro, casi negro
Que tienen el mar sin la luz del sol que lo abandona.

Que otro lienzo querré que no el del firmamento de mi aldea
Con Venus desde el horizonte que lo va pintando
De un leve azul e infinidad de blancos
Encontrados en las madreperlas y en los velos que la neblina teje.

Que mejor obertura que la pastoril que entonan los turpiales
Y el murmullo de la quebrada donde el agua canta y riela.
Y cuando al salir el sol ya están que danzan las mariposas
Y yo desnudo en medio de ellas.

Hambrientos mis ojos no se cansan de encontrar belleza.
La encuentran en los amarillos, ocres y sepias
De las crujientes hojas que el viento del estío arroja.

En la neblina que en la mañana o en la tarde
Como ruana rodea el cuello y el pecho de los cerros.

En el brillo del sol que tintinea
En las hondas que el viento forma al jugar en la laguna.

En las esferas de liquido cristal dejadas temblorosas
Por el rocío sobre los geranios o pendiendo de filamentos verdeazules.

Encontraré la belleza desde hoy y para siempre
En el cinético ir y venir del baile de las sombras
De una rama desnuda de follaje sobre el césped.

Me esperará paciente la belleza
En formidable mosaico adherido a la pizarra de los farallones
Compuestos por areniscas, caliza, dolomita, basaltos y granito.
Cambian constantemente con la luz, la humedad y el viento.
Con los musgos, los líquenes, bromelias, los helechos…

Ya no extrañaré La Venus del Espejo
Sí coqueta me mira la redonda luna
Semioculta por dorada nube a través del cristal de mi ventana.

No temblaré al tacto del pulido mármol,
Ni ante el frío roce del cristal bruñido.

Pero seguirán alerta todos mis sentidos
Ante tu perfume suave, tu silente llegar
Tu tranquilo respirar sobre mi almohada,
Tu complaciente sonrisa bien amada Mariana.
Reflejada en el púrpura claro de mi copa de vino.


León M.N. VI de 2013.

domingo, 2 de junio de 2013

ANACORETA


ANACORETA
Al doblar la esquina atiborrada de colores y sonidos discordantes que ocupan las aceras. Llenas de rechinar de llantas y de dientes que mascullan insultos merecidos, se encontró de frente con los ojos. Con ese mirar de perro atento que acaricia. Como que mira adentro, en el alma, en la conciencia oculta.
Se sintió presa. Desenmascarados todos sus secretos. Y esos ojos de brillar inquieto le siguieron y le taladraron un hueco en la espalda, justo donde su cráneo se une a las vertebras del cuello. Y por allí le penetró sin que pudiera evitarlo, le habitó y se fueron juntos.
Cada pensamiento fue revelado en el momento mismo de surgir. Mucho antes de decidir si querrá emitirlo, olvidarlo u ocultarlo.
Ocultarlo ya será imposible, pues para quien abusivamente le acompaña, ya es conocido.
Entonces evitó pensar, planear, hacer propósitos o emitir juicios.
Se fue volviendo anodino, y más que eso evadido, como alienado. Como pendiendo de un éxtasis  inconsciente de algo que pudiera originarlo.
Sus sentidos perdieron fuerza, profundidad, interés en algo. Era consciente de esa determinación y poco a poco perdió la voluntad, la opinión y la capacidad de manifestar placer o desagrado.
Así encontré su cuerpo desnudo, flotando sobre la laguna. Estaba inmóvil, sólo la briza débil, le daba algo de movimiento.
Su piel fue tornándose azul, como las mañanas de neblina.
Igual que las miradas que escudriñan, le fueron colonizando: las ranitas, los líquenes, nenúfares y sobre su piel amortajada por el frío, como en hermosa balsa, paseaban garzas pescadoras.
Y una tarde de color azul de plata, no le vi más flota en medio de juncales.

León M.N. VI de 2013.


sábado, 1 de junio de 2013

EN LA CAL DE LAS PAREDES

EN LA CAL DE LAS PAREDES
A mis hermanos
Que hicieron de nuestra casa
 Una réplica de: El país de nunca jamás.

Se llevaron los baúles, las maletas, los muebles.
Se quedó el eco vagando por los cuartos vacíos
Ocupados por recuerdos.

Resuenan mis pisadas casia hasta despertar ancestros.
Y mi voz que, adquirió timbre de campana
Y se va como recorriendo los pasillos
Buscando quien la escuche.

Las paredes de cal que antes me parecieron blancas,
Están llenas de manchas, cicatrices, sombras.
Presencia de diferentes blancos.
Decoloradas por el sol de la mañana o de la tarde.

Son como bastidores con imprimaciones disparejas:
Allí estuvo recostado el sofá
Allí las poltronas y los escaparates.
Quedó una mancha oscura donde el Viejo recostaba la cabeza.

Es más banco el espacio que ocultó la luna del espejo.
Dos huellas como ojos cuadrados sobre la pared de la sala
Me miran como siempre me miraron las imágenes sagradas.
Como buscándome, siguiéndome como si tuviesen vida.

Y a cada lado de ellas manchas del humo
De sendas lámparas de aceite que aun crepitan.
Se ven heridas en las tapias,
Allí donde golpean los pomos de las puertas.

Me parece escuchar:
El tintinar de picaporte y las aldabas.
El ruido que produce la piedra que cuña el portón.
El resbalar, casi danzando de las pantuflas de mi madre.

El rebotar de una pelota en las paredes de los patios,
Y el rodar de las canicas sobre las baldosas en los corredores.
El galope de caballitos de palos de escoba,
Cantos y llantos infantiles.

Veo sombras que pasan sobre las paredes emboñigadas
Donde el sol de la tarde torna en dorados
Los relieves disparejos de las paredes de bahareque blanqueadas.
Deambulan con viandas, con sabanas blancas, con floreros.

En la pared de la calle, junto a la puerta de la entrada
Como dos golpes sobre el zócalo alto
Las señas que dejó el taburete recostado
Donde el abuelo tomaba el sol de la mañana.

Al ir cerrando puertas y ventanas
Queda el postigo entreabierto en la que fue mi alcoba
Y entre el haz de luz en el que flotan partículas de estrellas
Veo un muchacho de pantalón corto, con resolución de quedarse.


León M.N. v de 2013.