UNA TARDE EN ARMENIA MANTEQUILLA
Cuatro y treinta de la tarde
Un sol cegante campea sobre un azul
barrido de nubes por la briza.
Las hojas de los mangos y aguacates
se achicharran
Y sus frutos maduran con apuro.
Altas palmeras como péndulos
invertidos
Cabecean perezosas como sin afán de
suspender la siesta.
Las palomas duermen en la sombra
prodigada por aleros
Un perro flaco sobre el polvo que
cobija la tarima
Finge dormir y espanta moscardones
con la cola.
Mariela, con un pañuelo salpicado de
flores estampadas,
Descuelga de los alambres templados
sobre el jardín
De dalias, rosas y gladiolos
Crujientes sábanas que en la mañana
lavó
Sobre las piedras abajo en la
quebrada.
Las abraza con amor
Y las sacude al viento
Las dobla primorosamente como
acariciándolas
Y las lleva al armario como quien
carga un niño.
Se escucha resoplar y patadas de
bestias
Sobre el empedrado de la pesebrera.
Van siendo ya las cinco
Y
en el aire bien cabalgando un olor
A fritura de cebolla y tomate
Es el hogao para los frisoles.
León M.N. junio de 2013.
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