domingo, 29 de diciembre de 2013

EL LOCO DE LA CALLESITA

EL LOCO DE LA CALLESITA.
Cada mañana desde su percha,
O bajo del alero,
O arriba en la colina,
O en medio del  paseo,
Gritaba sus canciones.
Graznaba su relato.
Qué se yo… simulaba cantar…
…Era lo que le gustaba.
Las gentes abrían las ventanas
Y al escucharlo sonreían.
Paraban su ajetreo.
Pausaban sus quehaceres.
Y hasta le saludaban.
E  iluso complacido
Grita aun más alto,
Gesticula y gorgotea.
Y así fue cada día.
Y uno de esos días
No abrieron las ventanas
Y nadie sonreía.
Y el loco que cantaba
Pensó que molestaba
Cesó su canturreo.
Se fue callado y triste
Buscó en las rastrojeras
Y sólo halló heliotropo.
Compuso unos ramitos
Para adornar ventanas
Y enmudeció en la colina
El viento que soplaba.


León M.N. diciembre de 2013.

lunes, 23 de diciembre de 2013

DESPUÉS DE SIETE ECOS

ALLÍ NO MÁS DESPUÉS DE SIETE ECOS
Empeñando un gran esfuerzo y después de atravesar por una ruta sembrada de tropiezos, que crecen, florecen y dan fruto en la intemperie, preguntó:
¿Cuánto cree usted que aún nos falta?
Pensaría que sólo distamos de la meta, unos siete ecos, si descendemos por este cañón zigzagueante por el que asciende tronando el mugir del torrente que va precipitándose a su lado.
… Siete ecos… ¿y cómo habremos de crearlos por encima de este estruendo de cascadas sucesivas?
El eco no existe sino hay alguien que lo escuche y antes de eso: alguien o algo que lo haya provocado, interponiéndose frente al rumbo que las voces toman por sí mismas, o devolviendo los mensajes a quienes los hayan proferido.
Y avanzó en busca de la oportunidad de crear o encontrar su propio eco.
Confió en que la primera muralla que se alzara en el espacio de un silencio, acortaría la distancia entre él y su objetivo.
Gritó con voz que quería superar a la tormenta…
Y cantó como cantan las ballenas cuya voz atraviesa los muros del océano, como un llanto femenino inconsolable y quedo.
Y como las sirenas que desde los acantilados desvarían la conciencia de los marineros y se les unen tan pronto pierden el sentido, y su rumbo, y se van buscando no se qué, por los arrecifes que desde la profundidad del mar se erigen y apenas pueden rosar la espuma de las olas.
Cantó como cantan los vaqueros: Con esos cantos largos que son como lamentos desgarrados que a galope recorren las sabanas. Huelen a crines que en el viento flotan y a ijares bañados en espumas de sudor que fertiliza pajonales donde paren las vacas sus becerros.
Y unió su voz al ronco coro de quejas y protestas que sube desde los negros socavones donde el golpe de las picas se confunde con el de los tambores y con el latigazo que revienta sobre las espaldas  negras. Allí se encriptan el dolor junto con el odio en las entrañas del oro y del carbón de piedra.
Y tras una columnata interminable que remata en arcos de piedra labrada y en ladillos, se fue buscando una salmodia, con las esperanza de que concluyera en la explosión de un gloria y por lo menos en un rotundo miserere.
Y convocó a la ventisca, al vendaval, al tifón, al huracán, al ciclón y unido a ellos sopló tan fuerte como pudo.
Y su grito, y el canto de ballenas y el de las sirenas, y la voz de los vaqueros, y los arrullo y los alabados de las minas, y las salmodias desde los conventos y también el viento, se volvieron siete ecos que estallaron en medio del silencio y de esa forma se creó el vacío. El mismo vacío donde lo encontré tendido y muerto.

León M.N. diciembre de 2013.

lunes, 16 de diciembre de 2013

HURRA

HURRA

Reconozco que me he dejado llevar de mi lado pesimista, aunque en ocasiones no lo llamo así. En veces digo que es mi lado realista.

Y al hacerlo, veo el devenir, la historia, como una sucesión de nefastos ciclos repetidos.

O como una espiran precipitándose en un hueco sin fondo del que nunca habrá salida.

Guerras, inconsciencia, pillaje, corrupción. Siempre ha habido, sólo los protagonistas cambian.

Lobos con piel de ovejas en todas las esferas de las sociedades de toda época que hemos podido registrar y sin duda también en épocas anteriores a la invención de la grafía.

Guerra, inconsciencia, pillaje y corrupción, ejercida cada vez con nueva y mejor  tecnología, pero al fin y al cabo la misma maldita corrupción.

El mismo andar sobre un piso huidizo. Creyendo que avanzamos, cuando lo que avanza es el paisaje que nos hemos pintamos para hacernos la ilusión de que vamos progresando.

Pero hoy he decidido decir: Basta.

Voy a dejar de ser pesimista y gritaré de alegría por este nuevo día.

Grito mil hurras  desde mi azotea, pues hemos salido a manifestar en defensa de los árboles y a pedir que encarcelen las motosierras y las hachas.

Por qué seguir derribando las perchas donde las aves cantan y los micos dan cabriolas o se acicalan alumbrados por la luna.

Por qué seguir quemando el bosque que cuida el musgo, que nutre los arroyos, si aun no hemos podido fabricar el agua que es la vida.

Hurra por los estadígrafos y los periodistas que han encontrado irrefutablemente que hoy nuestra industria produce alimentos suficientes para nutrir a todo ser humano.

Hurra por los estudiosos que están tratando de lograr que esos alimentos lleguen a la mesa de todos los hambrientos.

Hurra por los que predican, y uno más por todos los que practican la acogedora y aleccionadora tolerancia con las diferencias.

Hurra por los que legislan intolerancia con la corrupción y educación universal, de alta calidad y gratis. Y un hurra con aplausos incluidos para los harán que esa ley se cumpla.

Hurra por los que meditando han encontrado que el agua es un bien común inalienable, un derecho básico de todo ser viviente.

Y mil hurras por quienes lograrán que así lo sea.

Hurra por los que han descubierto que la esclavitud aun existe y hurra por los que han decidido acabar con ella.

Hurra por los que practican la solidaridad a cada día, por los que trabajan por que se borren las fronteras.

Hurra por los amaneceres de nubes coloridas sobre un  firmamento azul cerúleo que aparece detrás de copos de neblina.

Hurra por ese sol que incendia la llanura y luego se hunde desnudo en mitad de la laguna, acompañado de un coro de grillos, de monos aulladores y de ranas que imitan a vaqueros.

Un hurra grande por la música que es la más cercana referencia de que si es verdad que existe Dios.

Y si es verdad que Él existe, un fuerte hurra para que deje de mirarnos desde lejos y se venga a ayudarnos a construir un remedo de su cielo aquí en la tierra.


León M.N. Navidad 2013.

lunes, 9 de diciembre de 2013

URGE UNA PEDAGOGÍA[IA POR LA PAZ


Señor Mauricio Vargas, Usted es sensato en sus comentarios periodísticos y a mí me parece, que no se deja fácilmente meter los dedos en la boca y que le interesa el futuro de este país y no solamente el suyo. Por lo anterior me atrevo a escribirle.
Usted sabe, como muchos colombianos que: De que la firman, la firman…
En la Habana firmarán lo que sea y a eso lo llamarán: LA PAZ
Pero usted sabe que eso no será ni de lejos: el inicio de la Paz.
Una firma protocolaria como esa que harán, no nos obligará a perdonar: ni a olvidar, ni a acoger, ni a abrazar, ni a no temer.
Esa firma no representará a todos esos bandidos y ellos no podrán abandonar sus cultivos de coca y marimbo, sus minas de oro y de coltan, sus rutas de narcotráfico, sus armas que les dan seguridad.
No soy tonto para imaginarlos: yendo a la nocturna a validar su bachillerato, después de todo un día en la rusa, echando palustre a sol y sombra. O yendo a misa o al culto, llevando a sus hijos de la mano. No me los imagino comiendo piquete en los pastos del Simón Bolívar o en el Parque Norte de Medellín.
No los imagino en internados de resocialización como los que tienen las mil y una organizaciones que luchan a favor de los narcodependientes o alcohólicos.
No, ellos no saben hacer otra cosa, que: imponerse por la fuerza, obedecer ciegamente al comandante, sin filtros éticos, ni morales. Y sobre todo su resentimiento y su amor natural por elevar su nivel de vida, los hará seguir deseando de manera fácil, los bienes ajenos y eludir el trabajo lento y abnegado.
Señor Periodista, es carajada que yo le siga diciendo a usted, lo que usted mejor que yo, ya sabe. Pero le ruego que utilice sus recursos periodísticos para insistir en que para lograr si quiera algo de paz al cabo de unas dos o tres generaciones, es necesario que se inicie ya un programa pedagógico serio que nos enseñe a perdonar a quienes no nos han pedido perdón. A acoger en nuestro vecindario, en nuestros colegios, en nuestras empresas a quienes hasta hoy sólo han tratado de destruirlas. Necesitamos asesoría psicológica y psiquiátrica para sanar de las heridas que por 60años o más nos han causado estos forajidos. Necesitamos que nos llenen de un carácter especial para no temer a los nuevos vecinos que llegarán a departir en nuestras fiestas patronales, mientras en el solar de sus casas, regaladas por el gobierno, esconderán las armas que les dan esa preponderancia de que siempre han gozado.
La paz no se decreta, ni se logra con una firma y una foto. Por favor cuéntenos qué es lo que ha ocurrido en Sudáfrica y en El Salvador, países donde ya la firmaron.
Confío en que haya alcanzado a motivarlo y que de esa manera ayude usted, con otros periodistas a que se inicie ya un programa masivo que nos prepare a nosotros: El Pueblo, para hacer frente a lo que se nos viene encima, con ese embeleco de querer amasar fieras.
Cordial saludo.

León Montoya Naranjo. 

viernes, 22 de noviembre de 2013

DANZA EN LA SOMBRA
























DANZA EN LA SOMBRA

Caminabas a la sombra de la noche
Y no sé si la luna reflejada por las olas,
O los colores que mi fogata respiraba,
O mi sangre aupada por mareas…
O el lápiz que recorriendo el papel
Te dibujaba…
Pero danzabas.
Danzabas.                                 
Y la briza
Y el rumor que se pierde entre la arena,
Y las voces lejanas…
Y el ritmo del mar y el de mi corazón:
Boom boom,      boom boom,      boom boom…

León M.N. nov.de 2013.


jueves, 21 de noviembre de 2013

LOS MAYORES SE HAN IDO

SE HAN IDO LOS MAYORES.
Los que eran mayores cuando yo era un niño, aquellos que me enseñaron a respetar por edad, dignidad y gobierno.
Los que hacían que bajara mi mirada en señal de respeto.
A quienes acataba seguro de su rectitud.
De quienes obediente recibía reprimendas, todas justas, ponderadas y oportunas,
Ya se han ido.

Ahora con los de mi generación conformo el club de los mayores.
Y de nosotros, los que pretenden: Respeto, acatamiento, obediencia e impartir justicia,
No se lo merecen.
Algo se truncó, se perdió y ha desaparecido en el camino.
En el devenir de ésta corta historia.

Se justifica una violación por el uso de una minifalda, y a renglón seguido nos escandalizamos por el uso de la Burka.
Mozalbetes prepotentes, piernipeludos agresivos e indolentes, imberbes enfundados en ternos de gran sastre se hacen retratar o se retratan ellos, y hacen circular sus fotos y sus frases hurtadas en las redes sociales, prometiéndonos de hoy y en adelantes, estar nuestra vera y a nuestro servicio.

Y a cada hora en la radio y en la prensa, firmados por los que tienen por oficio auto-editarse y auto-censurarse, y publicar rumores, dimes y diretes, leemos sus embustes, sus mentiras, sus calumnias, sus hazañas financieras, sus oscuros logros académicos, sus convenientes creaciones de Fundaciones en favor, de la niñez, de las madres cabezas de familia, de los lisiados y hasta de las putas.  

Parece ser que será necesario reeditar el diccionario y así reaprender cuál es el significado de palabras como: espeto, dignidad, justicia, lealtad, equidad, trabajo, crimen, secuestro, violación, delito, robo, impunidad, abuso, licitud, compasión, libertad y democracia.                       


León M.N. Nov. De 2013  

lunes, 18 de noviembre de 2013

PRETEXTO

PRETEXTO PARA TOPE, SERENDIPIA, CENTÓN Y RAPSODIA.

Morrales, mochilas, tulas, maletas, sobre todo las pequeñas y cómodas de llevar, me duele que vayan a parar siempre al desván, al cuarto de rebujos, al zarzo, al llamado cuarto útil, ubicado en el sótano al lado de los parqueaderos.

Y lo peor es que sólo hoy, a mis 65 años, me he dado cuenta de ese enojo que he sentido oculto tanto tiempo.

Es única la oportunidad de recorrer este mundo al que vinimos. Alguna razón habría de haber en el hecho de que tenemos pies. No vinimos pesados como piedras que a lo sumo ruedan empujadas por los arroyos que la lluvia forma, o arrojadas por las mulas que las pisan cuando ascienden los caminos. No vinimos dotados de raíces que se fincan, se afincan y se agarran a su tierra sin voluntad alguna de moverse. Tampoco somos como el agua o el viento que parecen libren pero dependen del gobierno de las temperaturas y del temperamento de la luna.

Disque somos libres, si, algunos tan libres e inconscientes, que nos quedamos sembrados en un mismo lugar haciendo parte del paisaje y sin ejercer para nada nuestra absoluta libertad.

Quiero salir aunque sea al tope* de alguien que se acerca de visita o  a hacer una pausa en su viajar.

Quiero pasar la noche con ellos al pie de la fogata. Escuchar sus historias y sus aventuras. Ver que me muestren sus recuerdos, sus fotos a la orilla de los bellos lagos, al pie de las montañas, en los muelles de los puertos, en las escalerillas de los aviones, en las ferias, en las plazas, al lado de hermosos monumentos. Abrazando a sus amigos y otras despidiéndose no con adioses, sino con hastaluegos.

Y si lo pienso bien, sería bueno matricularme en algún circo como ayudante de bufón o ir como el que lleva de cabresto a los camellos en una caravana que vaya de regreso de Venecia hasta Samarakanda. 

Para no presumir me bastaría con ser ayudante de diversos buses de escalera. De esos que recorren los pueblos de Colombia y de vez en cuando colarme de indocumentado en la frontera de Ecuador y de allí hasta la Patagonia y dar la vuelta por la costa del Atlántico, oyendo tangos y bailando sambas.

Y por esos caminos, por esas carreteras, en medio de esas interminables carrileras, cruzando nubes, las aguas de los ríos o las olas del océano, dejarme sorprender por alguna serendipia* o ir componiendo mi rapsodia* con retazos que tome de canciones que escuche en las fondas camineras, en las cantinas de los puertos o en las fiestas que en casi todos los lugares les hacen a los santos.

Ya mismo haré uso de mi albedrío, bajaré del zarzo mi maleta, la desempolvaré y por lo pronto empacaré mi viejo centón*, un lápiz y un cuaderno nuevos.


León M.N. Nov. De 2013.
*
Topar: Hallar casualmente: Salir al encuentro de viajeros.
Serendipia: Descubrimiento afortunado cuando se está buscando otra cosa.
Centón: Colcha de retazos.

Rapsodia: Composición formada por fragmentos de otras canciones. 

VECINDADES


VECINDADES

De pronto lo invadió la soledad y quedó apresado de silencio. Hasta se le borraron sus recuerdos y también los que de él tenían quienes fueron sus amigos.

Tomó la consistencia brumosa de la neblina paramuna, y apoyado en ella y en el olor a humo que quedó formando parte de su ruana, se le siente deambular por las calles empedradas.

Sabemos que anda por ahí cuando nos llega ese helaje como de cadáver en velorio y también porque los perros, con el rabo entre las patas y cabecigachos dan un rodeo como esquivando una presencia extraña y atemorizante.

Cuando paso a su lado se queja, y su queja, que se va con el viento, espanta a los vecinos que al escucharla se persignan.

A mí se me eriza la piel, no de miedo, de una tristeza como la que trae la llovizna que cae en la madrugada. Esa tristeza que se mete en los huesos y que al brotar por los ojos los arruga y envejece.

Es como cuando vemos a un extraño, y se nos hace familiar. Lo sentimos querido y le quisiéramos hablar, o haber tenido la oportunidad de hablarle. Es esa certeza de que está presente allí y al mismo tiempo la certeza de que ya se ha ido y que nunca lo hemos conocido. La certidumbre de haber perdido la oportunidad de ser su amigo.

Y de pronto, así como llegó con el silencio, se aleja o mejor dicho: sabemos que se ha marchado porque nos queda esa sensación electrizante, jadeamos y el corazón queda con un apuro incomprensible. Miramos en derredor y no vemos ni sentimos nada. Y esa es la mejor prueba de que estuvo a nuestro lado, pues en el silencio sentimos su vacío.

León M.N. Nov. 6 de 2013.


lunes, 11 de noviembre de 2013


¿MAÑANA?
Cómo todo cambia, transmuta y se retuerce…
Y lo que hasta ahora me parecía imposible que cambiara:
El futuro.
También cambia.
Ya no es el mismo.
El futuro de antes era claro, entusiasmaba.
Aun en los días más aciagos,
Era de esperar que fuese hermoso.
Así lo veían los niños, las madres, las abuelas.
Los viejos que afilaban azadones
Lo esperaban remangados
Y con la ruana echada para atrás, hacia la espalda.                                                 
Los jóvenes se casaban y de puro placer de vivir
Se embarazaban.
Y parir los hijos era un acto de fe frente al futuro.
Era común ver a los abuelos sembrar maíz
Y también cedros, robles y caobas…
Tenían tiempo para esperar que florecieran.
Y a la par que brotaban las semillas,
Los abuelos preparaban los serruchos
Vislumbraban los pilares de la nueva casa
Los muebles y la cuna de los nietos.
Era como ver el horizonte y sobre él
Las nubes cargadas de lluvias bienhechoras.
Hoy el futuro trueca en incertidumbre,
En nubarrones negros donde vienen cabalgando
La desesperanza, la incredulidad y desconfianza.
El futuro no se le desea vivir a quien amemos.
Es como una condena injusta, una pena inmerecida
Y sin escapatoria para los que ya estamos aquí.
Se está construyendo hoy sobre un pantano
Que ha sido desecado con escombros de injusticias
Con fardos de rencor amarrados con mentiras.
Con expedientes de impunidad en alijos escondidos.
El futuro es como la garganta de un precipicio oscuro
Abierta en el camino de una caravana de viajeros.
Es la concavidad sin fondo que se abre antes de la ola.
El futuro es para mí una larga noche
En la que vago sin encontrar la madrugada.


León M.N. Nov. 8 de 2013.

UNA GOTA DE ROCÍO

Una gota de rocío este planeta
En el inmenso océano que imagino es el universo.
Y sus distancias…vecindades,
Donde lo increíble es que nos hayan cabido las fronteras.
Y su tiempo…ha transcurrido
Entre el batirse de las alas de una mariposa
Y el inicio de la tempestad que ellas  provocan.

Somos tan grandes, llenos de aromas,
Imbuidos de vida a tal extremos,
Que puede comparársenos al potencial que tienen
Las esporas que se adhieren al envés de los helechos,
Potencial que sin duda repoblará todas las selvas.

Y nuestro evolucionar ha devenido hoy
En logros tales que son parte
De la luz que se refleja
En un cristal del hielo
Que pende de cualquiera de los filamentos
De algún bosque de pinos en invierno.

Oh, la humanidad y los humanos que hoy la conformamos:
Inmensos de egoísmo, henchidos de vanidad y suficiencia,
Capaces de destruir el futuro al que estamos convocados
Y la nave en la cual debemos emprender el viaje.

Oh la humanidad y todas sus estupideces…

León M.N. Nov.10 de 2013.




martes, 5 de noviembre de 2013

MIGRANTES NO, HABITANTE




MIGRANTE NO, HABITANTE.

Hay cosas que me causan emoción y lo han hecho siempre de una manera íntima, callada; sospecho que tal vez sólo mis ojos lo revelan… No lo sé.

Me emociona llegar a una estación de trenes, a una terminal de buses, a un puerto, a un aeropuerto.
Ver el ajetreo de viajeros que llegan y que parten. Se abrazan, se besan, lloran de alegría por encuentros y de tristeza por las despedidas.

Vistan de manera festiva, casual, típica, exagerada o despreocupada, para mí siempre será llamativos sus atuendos. Muchos van tocados con turbantes llenos de colores o cubren sus cabezas con sombreros de paja, tela o fieltro. Algunos los adornan con plumas y a las señoras les gusta llevar en ellos un ramillete de flores, velos y aves. He visto familias enteras con diademas como crestas  tropicales. Hay quienes se adornan con pañuelos, con chales que dejan caprichosamente sobre sus hombros. Para otras no son adornos lo que llevan, son paños que pudorosamente, ocultan cabelleras y hasta pálidas telas sobre el rostro que sólo dejan descubiertos bellos ojos.

A la cintura se ciñen: correas, cinturones, fajas, cíngulos o simples telas que ajustan faldas, faldones, pantalones anchos o ceñidos. De esas cinturas penden machetes, dagas, espadas o navajas.

Caminando, corriendo o esperando, unos van con enormes pies desnudos o calzados con albarcas, guaraches, botas, o botines. Sandalias cubiertas de piedrecitas que brillan, o arrastran pesadas y altas botas o bellos zapatos labrados en madera.

Me gusta mirar los cuellos, los brazos, las narices, los tobillos, las orejas. De ellos cuelgan metales que relumbran, se mecen, tintinean. Destellan como soles, como gotas de roció. Despiertan envidias y codicia, sean finas, bellas, costosas o comunes baratijas. Imprimen gracias a quien las luce y adornan las sonrisas de las niñas y hacen brillar los ojos de  galanes que las miran.

Llevan maletas, bolsos, morrales y canastas. Y con cuidado como acunados, en los brazos, pequeños paquetes hechos con primor, algunas veces adornados con cintas de colores, son regalos, presentes, dádivas, recuerdos…

Escucharlos hablar en diferentes lenguas y con diversidad de acentos es estar en medio de un coro que interpreta una hermosa polifonía.

Algunos lo hacen quedo y otros por el contrario gritan, vociferan y se escuchan carcajadas que son recibidas por otros con sonrisas.

En todos esos lugares que he mencionado y en los parques, las callejuelas, las terrazas, los cafés, los bares y cantinas, e increíblemente, también en las iglesias, se ven miradas fijas, penetrantes, lesivas. Unas atentas a los bolsos, las alhajas, los relojes de pulso y las billeteras. Son los cacos, raponeros, ladrones callejeros. Casi siempre son llamados Ratas y como éstas viajan por todo el mundo, muchas veces como Polizones.  Pero recostadas a los faroles en las tardes, paseando aparentemente despreocupadas por las calles medio oscuras, fumando cursimente un cigarrillo, se ven las putas. Ellas son parte del paisaje citadino y multicultural.

Pitan los trenes listos ya sobre los andenes y hacen que suenen sus campanas. Gritan los cláxones de los autobuses convocando a sus pasajeros. Las bocinas y altavoces de las salas de espera, con vos gangosa autorizan abordajes y anuncias naves que aterrizan. Vuelan gaviotas, garzas y pañuelos en los muelles y sobre las barandillas en la cubierta de barcos; unos que atracan y otros que se alejan.
 Para mí esa escena es como la obertura de la vida. El viaje es la más esplendida metáfora del existir y, la quietud, el sedentarismo, es como la resignación o antesala de la muerte.

Llegar a una ciudad extraña es para mí liberador y al mismo tiempo una excitante aventura: Los ecos que rebotando en las paredes llegan a mi oído, son música con color, timbre y ritmos nuevos, unas veces discordantes, sincopados, estridentes, pero siempre incitantes despiertan mi curiosidad y se me pegan a veces más que la toponimia, en ese sitio singular de mis recuerdos.

Y los olores… me llegan de golpe, como en tumulto pugnando por ser el elegido para que en el futuro yo identifique esa nueva cuidad o ese lugar hallado oculto en la geografía amplia del planeta. Olores vegetales, crudos, recién salidos de las tierras de cultivos. Puestos como bodegones en los canastos, expuestos sobre costales o petates de juncos coloridos y a la vista de los compradores transeúntes que desfilan eligiendo: sabores, fragancias, aromas, perfumes, madureces y colores.

Los olores cocidos, los que viajan en el vapor que despiden los fogones, los hornos, los calderos. Que son el resultado de la alquimia ancestral guardada por abuelas arrugadas, lozanas, flacuchentas, desdentadas; de moñas de cabelleras blancas o entrecanas. Olores que exhalan viandas servidas en vajilla individual para cada comensal o las ofrecidas en gran bandeja a toda la familia en derredor de ellas reunida.

Olorosos alimentos fruto del trabajo de los mayores y sazonados con amor, con hierbas y especias recogidas por las mujeres y los niños en las huertas que casi siempre están al lado de los corrales donde pacen las vacas y escarban las gallinas.

Algunas hierbas, raíces, hojas o cortezas de árboles aromáticos o medicinales son traídas, de las selvas lejanas y dispuestas en pequeños manojos se ofrecen a los compradores.

Pero donde los olores, los colores, los acentos, los diversos vestidos conforman una verdadera sinfonía, es en las plazas de mercado. Para mí no hay museos que quiera visitar, no hay catedrales que me inspiren recogimiento, ni teatros que exalten mi alegría, ni parques donde la diversión está más garantizada que en una plaza de mercado. Una plaza de aquellas que está en los barrios populares, cerca de la estación de buses o al lado de los puertos. Allí donde el pescado es fresco y los mariscos se cuecen enjugo de limón aderezado  con picantes recién llegados de las huertas. Allí donde el calor, el sudor de los braceros, los insultos, las maldiciones se mezclan con piropos repentinos y con los brillantes ojos de los niños que mordisquean mangos maduros y naranjas.

Quiero viajar por las costas y por las montañas. Adentrarme en las selvas por los ríos, circunvalar los lagos y visitar los pueblecitos que hay en sus orillas y quedarme largo ratos en los mercados. Desde la madrugada, cuando con la neblina llegan los primeros comerciantes y hasta el anochecer cuando por fin cierran los que atienden los negocios de café, los que venden chicha, vinos, mistelas, licores finos y otros destilados clandestinos.

Amo tanto las plazas de mercado, como odio las garitas donde vigilan los policías que piden pasaportes. Detesto los policías aduaneros que  esculcan indecentemente los equipajes de mis amigos los migrantes. Quiero una epidemia que nos haga olvidar la xenofobia, el miedo a la diferencia. Quisiera incendiar esas frías oficinas enclavadas justo allí donde disque cruzan las invisibles líneas de las estúpidas fronteras.

Quisiera emprender una cruzada para que de una vez por todas borremos las fronteras que nos separan a nosotros los humanos. Pero es una tarea imposible, borrar esas atroces líneas, pues ellas son invisibles. No existen ciertamente, pero más de seis mil millones de habitantes de esta nave, las creemos reales y es más, tememos cruzarlas y hasta nos sentimos extranjeros pisando algunas faldas de nuestra madre tierra.

Los Migrantes, jóvenes o viejos, aventureros solitarios o aquellos que huyen de su suerte o escapan de venganzas prometidas. Los que conforman familias que cargan con su sueño de echar raíces en otras latitudes, los que no pueden estar quietos pues los impulsa su curiosidad de ver nuevos paisajes en cada amanecer. Todos ellos cargan con su historia, con sus conocimientos, con su forma de hacer y de sentir. Con su organología a la que extraen notas, ritmos y compases, para ellos viejos y tradicionales y para nosotros siempre nuevos. Traen en su equipaje pequeñas bolsitas repletas de semillas que plantarán en las vegas de los ríos. Cargan con libros releídos aun repletos de sapiencia, con formulas para la fabricación de  medicinas, recetas culinarias, inventos por publicar e investigaciones en ciernes que quieren continuar cuando el viajar les deje un tiempo de reposo.

Cuanta riqueza en los bártulos de los migrantes, cuanta estupidez en el alma de todos los xenófobos.

León Montoya Naranjo.

Noviembre 3 de 2013.

lunes, 4 de noviembre de 2013

CON VOCACIÓN DE TANGO




POEMA CON VOCACIÓN DE TANGO.

Abajo el valle como de cristal azul oscuro.
La luna va dejando pinceladas sobre los pedruscos.
Sombras equinas pasean por la vega.
El viento oculto entre las sombras cómplices
Sopla la flauta que dejó escondida entre los pajonales.
Y yo aquí, habitado de añoranzas
Detengo la creciente  del río que quiere desbordarse.
Y canto y sin quererlo despierto con el canto mis fantasmas.
Regresar por los caminos que un día recorrí tan inconsciente.
Buscar en otros brazos los abrazos y una boca que me bese.
Y la compañía de los amigos que dejé sin despedidas.
Y el calor de los fogones que de joven no estimé.
Y una botella de vino que guarda aun dos tragos rancios.
Ir vagabundo queriendo hallar el hilo de aquella melodía
Que se perdió en el tiempo que fue y ya que no existe.
Abajo el valle oscuro y sin camino de regreso.
Y sabiendo que el futuro ya no es como el de antes.


León M.N. Nov. 3/13.

viernes, 4 de octubre de 2013

DURMIENDO CON EL ENEMIGO

DURMIENDO CON EL ENEMIGO
La gran verdad de este libro es que la bondad puede ser un lastre y que es preciso aprender a renunciar a ella cuando nuestra supervivencia está en peligro. De lo contrario, nos hacemos cómplices de quienes quieren destruirnos.
La anterior es una afirmación del escritor Gustavo Arango, columnista del periódico: VIVIR EN EL POBLADO, al referirse al Libro, El Príncipe, de Maquiavelo.
Me impactó pues se parece a una frase muy común entre las Señoras de mi pueblo, Armenia Mantequilla, que decían: Una cosa es ser bueno y otra muy distinta es ser pendejo.
No puedes pelearte con tus amiguitos. Era el consejo que siempre me daba mi mamá, cuando me besaba al despedirme rumbo hacia la escuela. Y claro, en la tarde al saludarme de regreso, yo estaba con la boca reventada, chorreando sangre o con un ojo amoratado por los puñetazos de mis amiguitos.
Y mi papá me increpaba: Usted es que es bobo, pues si le van a pegar defiéndase…
Y al día siguiente intentaba esta nueva estrategia. Cuando se acercaron los brabucones en el recreo, ya estaba yo preparado y como: el que pega primero, pega dos veces, fueron otros los que resultaron con el ojo colombino.
Pero al reiniciar las clases se amotinaron contra mí: La defensoría del pueblo, las ONG, la comisión de los derechos humanos, la corte penal internacional, los vecinos y muchos otros incluido el papa, y me acusaron y condenaron por abusivo, por haber golpeado en  un descuido al contrincante, por tener más fuerza o estar mejor alimentado y no se por cuantas ventajas más que disque yo tenía.
No te juntes con malas compañías, fue la admonición con que se lavaron las manos mi papá y mi mamá cuando llegué a casa, suspendido de las clases, por una semana y con la orden de no regresar a la escuela si no me acompañaban ellos a pedirles perdón a mis verdugos delante de todos los alumnos del plantel formados en el patio en acto solemne y con izada de bandera y todo.
Dime con quién andas y te diré quién eres. Ese fue la siguiente máxima hogareña que aprendí como parte de mi preparación para la vida adulta.
Siendo cuidadoso en dar estricto cumplimiento a la prédica, me convertí en el Huraño, El Solitario (pero sin caballo, ni antifaz) en el Cusumbo Solo, el engreído que no se junta con nadie y casi que me convierto en el novio del muchachito afeminado y rechazado por los demás. Por mi nueva actitud de no querer untarme de pueblo, de esconderme de los que hacían trampas en los exámenes y en los juegos de trompo y de canicas, de los que tenían navajas y caucheras, de los que apretujaban a las amiguitas contra las tapias paro robarles besos, de los que apostaban las moneditas al pares y nones, de los que decían malas palabras cuando los molestaban, de los que no iban a misa todos los días y le decían mentiritas a los papás y los maestros, todo eso me convirtió en serio candidato para irme de cura y como entrenamiento, el párroco me nombró monaguillo.
Todo esto que viene a mi memoria por la alusión que hizo hoy el escritor Gustavo Arango de El Príncipe de Maquiavelo, lo escribo como un cariñoso regalito para el Señor Presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, al Dr. Humberto de la Calle, al General Oscar Naranjo y todos sus compañeros; que duermen con el enemigo en los Hoteles de la Habana.
Recuerden: que la bondad puede ser un lastre y que es preciso aprender a renunciar a ella cuando nuestra supervivencia está en peligro. De lo contrario, nos hacemos cómplices de quienes quieren destruirnos.
Y a los congresistas que les dio por viajar de vacaciones a Cuba, les digo lo que me decía mi mamá: No te juntes con malas compañías, porque, Dime con quién andas y te diré quién eres.
Quiero, como todos los colombianos, LA PAZ, pero una cosa es ser bueno y generoso y otra muy distinta es ser pendejo.
León Montoya Naranjo. Oct.4-2013.




viernes, 27 de septiembre de 2013

ME QUITÉ LA CAMISETA

Foto tomada del: EL ESPECTADOR

Equidad y Santa Fe se hicieron poco daño.
Titular de El Tiempo. Septiembre 25 de 2013.

ME QUITÉ LA CAMISETA
Algo va de los verbos a la guerra
Y de los colores a la muerte.
De los escudos e insignias
A los ejércitos y a las barras bravas.
Y de la celebración a confrontación.
De las fiestas a la muerte

En los cincuentas preguntaba yo a mi padre:
¿Papá, quiénes son los liberales?
¿y por qué se están matando con los godos?
Los liberales son los que llevan las banderas rojas
Y los godos, o mejor conservadores,
Llevamos azules las banderas,
Y se matan para demostrar que son mejores.

Y luego aparecieron los amarillos que viven en el polo
Y los verdes que disque aman los bosques y los prados.
Y los maricas con sus banderas llenitas de colores.
Y el arco iris que de diamantes como gotas de rocío
Nos muestra la redondez del universo y
Sigue apareciendo para todos.

Y los locutores y periodistas
Al servicio de los señores del poder y del dinero,
Igual que los pregoneros de Nerón en el anfiteatro
Nos piden aplaudir a cada grupo de los gladiadores.
Y…: perfectamente uniformados los equipos en contienda
Forman fila junto con los árbitros frente a la tribuna.
Y la tribuna llena de tribunos, llena de pueblo
Y los que van a morir te saludan.
 ¿Y quiénes han de morir?
Los tontos: el pueblo.

Y para hacerlo se pintarrajean sus caras
Del  color de sus banderas
Del mismo color de sus flamantes camisetas.
Y suenan los tambores y trompetas.
Los himnos que en coro gritan y brincan
Y se estremecen las bases del estadio, las del coliseo.

¡Alerta! ¡Alerta!: Una avanzada de los verdolagas ataca por el costado izquierdo
Y ya en terreno de los contrarios hace el disparo
Que se estrella contra el travesaño que defiende el cancerbero de sus enemigos.
Con un riflazo que detiene con el pecho el capitán de los de azul y grana,
Avanza ordenadamente toda la vanguardia en un demoledor ataque.

Un potente cañonazo que pretende perforar la barrera verde y también las redes,
Acerca  la victoria a los visitantes que ahora van en contraataque.
 Y cae el delantero derribado por el oponente.
Y la multitud grita enardecida,
Y el campo se cubre de confetis, papeles, banderolas,
Palos, latas de cerveza, baterías de radios transistores.
Estallan en la noche las bengalas, los petardos,
Y en el aire los insultos, las blasfemias y los hijueputazos.

El árbitro no sanciona el penalti,
que reclama la mitad de los parciales,
ni tampoco el fuera de lugar
que aduce la otra mitad de la fanaticada.
Un grupo de hinchas salta a la arena
A vengar la gran ofensa.
Y otro grupo con diferentes insignias
Y en número parecido, también salta.

Puñetazos, bolillazos, patadas, botellazos.
Y desde la televisión y el radio:
Hacemos una pausa para comerciales.
Celebre usted con Aguardiente sus festividades
Y recuerde: El alcohol es perjudicial para la salud.
Prohibido su expendio a menores de edad.

¡Extra! Extra…:
Nuevamente la violencia de las Barras Bravas
Enluta la familia de un hincha del club visitante.
Un grupo de violentos fanáticos del equipo local, atacó
A piedra el bus de los militantes de la escuadra vencedora.
En confusos hechos los atacantes se dieron a la fuga
 Y en la calle, frente a la estación de autobuses
Quedó tendido el cuerpo sin vida del joven
Que vestía ensangrentada la camiseta de su equipo.

Que viva el deporte.
La juventud tiene derecho a divertirse.
Mente sana en cuerpo sano.

… Algo va de los verbos a la guerra.
Y… esta noche no me esperen en la casa. Porque….


León M.N. Sep. 2013.