lunes, 18 de noviembre de 2013

PRETEXTO

PRETEXTO PARA TOPE, SERENDIPIA, CENTÓN Y RAPSODIA.

Morrales, mochilas, tulas, maletas, sobre todo las pequeñas y cómodas de llevar, me duele que vayan a parar siempre al desván, al cuarto de rebujos, al zarzo, al llamado cuarto útil, ubicado en el sótano al lado de los parqueaderos.

Y lo peor es que sólo hoy, a mis 65 años, me he dado cuenta de ese enojo que he sentido oculto tanto tiempo.

Es única la oportunidad de recorrer este mundo al que vinimos. Alguna razón habría de haber en el hecho de que tenemos pies. No vinimos pesados como piedras que a lo sumo ruedan empujadas por los arroyos que la lluvia forma, o arrojadas por las mulas que las pisan cuando ascienden los caminos. No vinimos dotados de raíces que se fincan, se afincan y se agarran a su tierra sin voluntad alguna de moverse. Tampoco somos como el agua o el viento que parecen libren pero dependen del gobierno de las temperaturas y del temperamento de la luna.

Disque somos libres, si, algunos tan libres e inconscientes, que nos quedamos sembrados en un mismo lugar haciendo parte del paisaje y sin ejercer para nada nuestra absoluta libertad.

Quiero salir aunque sea al tope* de alguien que se acerca de visita o  a hacer una pausa en su viajar.

Quiero pasar la noche con ellos al pie de la fogata. Escuchar sus historias y sus aventuras. Ver que me muestren sus recuerdos, sus fotos a la orilla de los bellos lagos, al pie de las montañas, en los muelles de los puertos, en las escalerillas de los aviones, en las ferias, en las plazas, al lado de hermosos monumentos. Abrazando a sus amigos y otras despidiéndose no con adioses, sino con hastaluegos.

Y si lo pienso bien, sería bueno matricularme en algún circo como ayudante de bufón o ir como el que lleva de cabresto a los camellos en una caravana que vaya de regreso de Venecia hasta Samarakanda. 

Para no presumir me bastaría con ser ayudante de diversos buses de escalera. De esos que recorren los pueblos de Colombia y de vez en cuando colarme de indocumentado en la frontera de Ecuador y de allí hasta la Patagonia y dar la vuelta por la costa del Atlántico, oyendo tangos y bailando sambas.

Y por esos caminos, por esas carreteras, en medio de esas interminables carrileras, cruzando nubes, las aguas de los ríos o las olas del océano, dejarme sorprender por alguna serendipia* o ir componiendo mi rapsodia* con retazos que tome de canciones que escuche en las fondas camineras, en las cantinas de los puertos o en las fiestas que en casi todos los lugares les hacen a los santos.

Ya mismo haré uso de mi albedrío, bajaré del zarzo mi maleta, la desempolvaré y por lo pronto empacaré mi viejo centón*, un lápiz y un cuaderno nuevos.


León M.N. Nov. De 2013.
*
Topar: Hallar casualmente: Salir al encuentro de viajeros.
Serendipia: Descubrimiento afortunado cuando se está buscando otra cosa.
Centón: Colcha de retazos.

Rapsodia: Composición formada por fragmentos de otras canciones. 

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