PRETEXTO
PARA TOPE, SERENDIPIA, CENTÓN Y RAPSODIA.
Morrales, mochilas, tulas, maletas, sobre todo las pequeñas y
cómodas de llevar, me duele que vayan a parar siempre al desván, al cuarto de
rebujos, al zarzo, al llamado cuarto útil, ubicado en el sótano al lado de los
parqueaderos.
Y lo peor es que sólo hoy,
a mis 65 años, me he dado cuenta de ese enojo que he sentido oculto tanto
tiempo.
Es única la oportunidad
de recorrer este mundo al que vinimos. Alguna razón habría de haber en el hecho
de que tenemos pies. No vinimos pesados como piedras que a lo sumo ruedan
empujadas por los arroyos que la lluvia forma, o arrojadas por las mulas que
las pisan cuando ascienden los caminos. No vinimos dotados de raíces que se
fincan, se afincan y se agarran a su tierra sin voluntad alguna de moverse.
Tampoco somos como el agua o el viento que parecen libren pero dependen del
gobierno de las temperaturas y del temperamento de la luna.
Disque somos libres, si,
algunos tan libres e inconscientes, que nos quedamos sembrados en un mismo
lugar haciendo parte del paisaje y sin ejercer para nada nuestra absoluta
libertad.
Quiero salir aunque sea
al tope* de alguien que se acerca de visita o
a hacer una pausa en su viajar.
Quiero pasar la noche con
ellos al pie de la fogata. Escuchar sus historias y sus aventuras. Ver que me
muestren sus recuerdos, sus fotos a la orilla de los bellos lagos, al pie de
las montañas, en los muelles de los puertos, en las escalerillas de los
aviones, en las ferias, en las plazas, al lado de hermosos monumentos.
Abrazando a sus amigos y otras despidiéndose no con adioses, sino con
hastaluegos.
Y si lo pienso bien,
sería bueno matricularme en algún circo como ayudante de bufón o ir como el que
lleva de cabresto a los camellos en una caravana que vaya de regreso de Venecia
hasta Samarakanda.
Para no presumir me
bastaría con ser ayudante de diversos buses de escalera. De esos que recorren
los pueblos de Colombia y de vez en cuando colarme de indocumentado en la
frontera de Ecuador y de allí hasta la Patagonia y dar la vuelta por la costa
del Atlántico, oyendo tangos y bailando sambas.
Y por esos caminos, por
esas carreteras, en medio de esas interminables carrileras, cruzando nubes, las
aguas de los ríos o las olas del océano, dejarme sorprender por alguna
serendipia* o ir componiendo mi rapsodia* con retazos que tome de canciones que
escuche en las fondas camineras, en las cantinas de los puertos o en las
fiestas que en casi todos los lugares les hacen a los santos.
Ya mismo haré uso de mi
albedrío, bajaré del zarzo mi maleta, la desempolvaré y por lo pronto empacaré
mi viejo centón*, un lápiz y un cuaderno nuevos.
León M.N. Nov. De 2013.
*
Topar: Hallar casualmente: Salir al
encuentro de viajeros.
Serendipia: Descubrimiento afortunado
cuando se está buscando otra cosa.
Centón: Colcha de retazos.
Rapsodia: Composición formada por
fragmentos de otras canciones.
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