CAMPAÑA ELECTORAL.
Se fue llenando cada espacio, al que pudiera ir, de una asquerosa
congregación de ruidos.
Tantos eran que me costaba gran esfuerzo dar un paso sin tropezar con
uno nuevo aún más estridente.
En su locura, esa creciente algarabía me ofusca el pensamiento y pugnan
mis ideas alteradas por llegar a una sabia determinación de retirada.
Halan de mí, voces chillonas simulando
seducciones baratas y groseras.
Y me queda, en un espacio hueco y resonante del cerebro, un bullicio
ininteligible como tambores golpeados por borrachos, obedeciendo a una vara que
cimbreara desacompasadamente.
Por el piso se escabullen y regresan chirridos de metal, y chispean al
rozar contra las rocas.
Y un estremecimiento electico rasgó debajo mi piel y huyó después de
agredir furiosamente mis oídos.
En derredor las gesticulaciones, brazos en alto y puños cerrados
golpeando el firmamento.
Gritos de arengas chocaban furiosos en el aire cayendo como lava
encendida sobre frentes calenturientas y rostros sudorosos.
A cada minuto el ritmo iba en aumento y una novísima furia estertórea
envolvía a todos los presentes. Agarraba a los que desesperadamente se querían
alejar y atraía con discordancias roncas a quienes desde lejos curioseaban el
aquelarre infernal que no menguaba.
Sonidos como voces de caballos furiosos relinchando.
Algarabía de primitivos canticos en coro disonante, iban y venían
sobre oleadas de arengas y berridos de frases de cajón coloreadas de rojo,
azul, verde y amarillo, amarradas con promesas a papalotes anclados en los
postes, pegados en los muros de las avenidas y de los callejones donde niños
desnudos mean sobre la arena recalentada de la tarde, mientras sus madres
taciturnas miran desdeñosas un nuevo atardecer pintado en fucsias, naranjas y
dorados.
León M.N. junio 20 de 2016.