martes, 15 de mayo de 2012


Arena Negra. León M.N. 2012. Dibujo a lápiz digitalizado


FLUYE LA VIDA

¿Que se te va la vida?
Y lo dicen como mala nueva,
Como noticia intempestiva,
Como trueno que recorre el horizonte.

Y a todos nos sorprende aun que venga del pasado
Ha recorrido campos y ciudades,
Estepas, selvas y desiertos por milenios, por eras incontables.

Insensato yo no me percato que la mía también escapa,
Y fluye como agua entre las piedras, en busca de una playa donde hacer la casa
Y de repente encontraré el olvido.

No ha huido el asombro de tus bellos ojos
Y escucho tu risa de campana o aplauso colorido de  leves mariposas.
Y danzas en torno nuestro con los tules,
Las sedas, los amplios pollerines que visten tu frágil cuerpo que pasa
Y nos riegas con perfume,
Con el regalo de tu mirar atento,
De tu escuchar sonriente.

Me invitas un café y lo bebemos juntos
Y haces una fiesta con mi charla.

Regresa tu atención al niño que llega del colegio
Y admirada escuchas sus historias e inventas que todo le comprendes,
Le besas tiernamente y te deleitas en la segunda parte de su historia
Que prosigue mientras mama su leche del tetero
Y se duerme en el sillón al lado del abuelo.

Quiero decirte tantas cosas,
Pero temo a mi falta de tino, a mi imprudencia.
Quiero confesar que te siento afortunada,
Humana, conscientemente mortal, iluminada.
Ya no te engañarán las lisonjas, los mitos, los ilusos.
Sabes que tu tiempo es finito y tal vez corto.
Disfrútalo, aprovéchalo.

Has que tu recuerdo te supere en tu esposo,
En tu hijo y en tus nietos.
Diles ahora eso bello que has callado.
Cuéntales aquella etapa tierna de tu vida,
Aquellas historias que aún ellos desconocen.
Escríbeles cartas al futuro para que las lean
Cuando ya no puedan sentir tus caricias y consuelos.
Dales anticipadamente los inútiles consejos de abuela a díscolos adolescentes.

Esa carta será una nave que envías al futuro
Y en ella les llegará tu amor desde el pasado
Y se obrará el milagro de salvarte del olvido.

No te despidas.
No hay fecha de partida.
Vive. Vive tan feliz como bello quiero que sea tu recuerdo.
Degusta cada color en el atardecer y con ellos pintemos tu retrato.
Danza toda bella melodía y nos encontraremos en la brisa,
Y allí estarán contigo los que has querido
Todos los que en el camino encontrarás que merezcan tu cariño.

Vive tan intensamente como puedas,
Ama tan entrañable y desinteresadamente como sea posible,
Disfruta de todo lo que te rodea.
Eres tan sabia como los monjes ermitaños,… sin apegos.
Pero vive, vive cada minuto de la vida.
Bebe, bebe cada gota de néctar del rocío.
Canta, canta cada tonada de esta sinfonía,
Y compártela con nosotros que queremos escucharla.

No guardes para mañana el entusiasmo,
Gasta hoy todo el que tengas, mañana el sol, las aves y la lluvia lo renovarán.

Y sin nos separamos por distancias,
Nos encontraremos en la copa de vino que choca con la de los amigos,
En el rocío que baña y  reluce en cada pétalo,
En el perfume que la brisa lleva,
En las canciones que atrapan los oídos,
En el ruido de la playa cuando el mar la lame
Y en la risa de un bebe desde la cuna.

Para Luz Helena, con amor
De León.
Abril de 2012.

jueves, 10 de mayo de 2012


LA NOCHE
Dibujo digital León Montoya N. 2012.

Me despierto en un silencio hueco, una lejana profundidad, una oquedad me envuelve. El vacío se adhirió como cosa pegajosa a mi cerebro. Con  filamentos imantados me atrapo y me trajo hasta esta cueva. Es denso como la oscuridad que me rodea. No preciso la orientación de la cabecera de mi cama, mi estera, o lo que sea dónde reposo desde una noche que inicié no sé ya cuándo. No es provocado por ausencias, más bien es de entidades impalpables, aleladas o expectantes, que me escrutan.

Y de repente un rumor. Un silbido que se acerca, crece, y  multiplica y se vuelve estertor como de máquinas no lubricadas. Chirrido de rieles por los que resbalan sin obedecer al freno, ruedas de metal de las que brotan chispas. Tronar de rocas rodando por un despeñadero caen a la profundidad  de donde surge un vapor asfixiante de mina de carbón. Un polvo arenoso que haría cerrar los ojos como ante una luz que destellara.

Y pasa ese chirrido y escucho acercase un redoble de tambores desacompasados. Lo acompaña el pisar de cascos y de botas con puntas de metal, y lanzas y gritos de guerra y tronar de cañones. Huyen los vencidos con sus gritos de terror y muchos caen y lloran. Se retuercen en el fangal de sus lamentos los que no velaban de pié junto a las trincheras o tras el almenar de las garitas.

Se fueron los tambores y su redoblar mortuorio. Llegaron altavoces emitiendo órdenes en lenguajes extraños y arrean en la oscuridad una luctuosa caravana: Mujeres envueltas en pañolones, esconden  sus rostros cruzados de cicatrices clandestinas, retratos de desesperanza y de llanto silenciado. Arrastran de su mano a chiquillos de ojos desmesurados que reflejan el miedo. No saben si quienes les guían son sus madres, sus abuelas o una madre que perdió a su hijo. Los ancianos se apoyan  en bastones o en el hombro de un joven que tose  y calla y mira en derredor y siente que ese no es su lugar. Se agacha, maldice y avanza obedeciendo el arreo de esas voces que cruzan como rasguños en el  viento.

Un grupo de niños de enjuto pecho y de abdomen abultado se apiña buscando agua en  el cuerno del continente negro. Y en el cuenco que forman unas caldeadas dunas, mujeres que visten mantos, sostienen bajo el brazo canastos con hambre de mijo para amasar el pan y sobre la cabeza cantaros sedientos. Esperan a sus hombres que partieron tras  las arengas de un nuevo salvador llegado en carro blindado, oculto por vidrios ahumados. Y son miradas por los ojos de ametralladoras que les temen.

Desde las rocas de Afganistán me llega olor a dinamita, un estallido de bazuca, una oración repetida a lo largo de esta noche vestida de turbante polvoriento. Pugnantes tribus, hordas de traficantes de armas. Los adoradores del petróleo cargados de promesas de prosperidad, no ven el rio de lágrimas que brota de ojos escondidos tras la burqa y resbalan por los relieves de las mejillas quemadas por el odio y el desprecio.

Me chilla el silbar de las balas que desde la selva atacan la casucha cuartel de policía. Retumban las granadas y en derredor quedan tiradas: tejas de cinc, unos taburetes y el azul uniforme de alumnos de la escuela. El estallido de un cilindro bomba siembra el silencio desde el campanario, y los audaces vencedores se pierden en la selva llevando a rastras: un joven policía, dos niñas vírgenes y cinco  jóvenes reclutados.

En la estrecha explanada tres niños juegan al futbol con pelota de trapo, y el que hace de portero se apoya en una muleta hecha de la horqueta de un guayabo. Sin que él entienda por qué, le falta la pierna izquierda desde  que se desvió del camino de la escuela. 

Arrecia el ventarrón que escucho como letanía, una salmodia mendicante de perdón por culpas inventadas. Las profiere un coro de encapuchados que en fila preceden el de las togadas monjas. Y todo su pesado ropaje que el ventarrón arremolina, se diluye en la noche, se pierde en la colina donde brilla la pizarra; por entre gruesas lajas a modo de lápidas de sepulturas.

Aquí, en esa posición que toman los cuerpos liberados de la gravedad, y a oscuras, siento el aletear de multitud de seres que convergen. Escucho el griterío de voces agresivas e indolentes que pugnan por un lugar desde dónde contemplarme. Intuyo la presencia de cóndores, águilas, buitres, halcones, búhos, lechuzas, y  toda especie de carroñeras y rapaces. Sin duda pugnan por colgar de perchas los murciélagos. Y mariposas negras se camuflan posándose sobre los troncos de árboles fosilizados.

Y llega el llanto de las madres de los niños que en las esquinas de las urbes, juegan: unos a contar los autos azules que pasan, y otros a contar los rojos.

Presente está el rencor en los pechos de las esposas de los obreros despedidos, de los peones desplazados, de los campesinos despojados y de tantos y tantos que hacen filas de la madrugada a la noche al pie de la puerta de los burócratas, y de los políticos y también en la de los empresarios que no encuentran cómo generar más empleo sin que las ganancias mengüen. Y los más viejos y los más enfermos se apostan en los atrios de diferentes templos, de los diferentes dioses, a la espera de una moneda de los que entran y salen o de un milagro del que reina dentro.

Y el huracán prosigue como estampida de rinocerontes o galope de potros en la estepa. Escucho sus relinchos y el rugir de fieras que los acosan y un demonio como bola de fuego, que cabalga con ojos chispeantes, los fustiga llevándolos hasta el desfiladero por donde inconscientes y aterrados saltan y les llega el vacío y en mí, queda el silencio.  

Abril de 2012.
Playa Coronado Panamá.