AHORA, A ESTA HORA
Ahora, a esta hora, sólo frente a la pantalla en blanco que me
presenta este artilugio tecnológico que me maravilla y que aun no entiendo cómo
puede al mismo tiempo reproduce para mi
capricho: Tocata y Fuga en Re menor. Medito.
Ese órgano que escucho es un lamento, una súplica de justicia a un
Dios callado.
Es una y toda las denuncias de injusticias que ahora, a esta hora el
hombres cometen contra el hombre y en contra de la vida.
Es el eco del oleaje que devora en el mediterráneo, muy cerca a
Lampedusa, muy cerca a Melilla y Ceuta, a un viejo carguero de cabotaje repleto de migrantes que lloran su patria
perdida a lo lejos en la otra orilla, la familia que dejaron y la costa inalcanzada
que se desvanece entre burbujas que ascienden, mientras ellos se hunden tratando
de agarrar un sol que nunca volverán a ver.
Ahora a esta hora los plenipotenciarios de la Unión Europea escuchan
un discurso traducido que quiere motivar una acción urgente en favor de los
refugiados de hoy y de mañana. Un continente de migrantes, de invasores, de
colonialistas, cierra sus puertas, sus ojos, sus iodos y también sus puños.
Cierran con alambres punzantes los campos sembrados de carpas para refugiados y
también cierran las tumbas donde yacen los que la marea dejó sobre las playas.
Ahora, a esta hora, se desvanece el sentido que en diferentes
lenguas tienen las palabras: urgencia, especie humana, indocumentados,
ilegales, euros, dólares y hambre, derecho al trabajo, derechos humanos, ONU,
fraternidad y vida.
Ahora, precisamente a esta hora,
un condenado más es conducido silenciosamente hasta una fría y aislada celda en
el Callejón de la Muerte. Y un testigo circunstancial, ahora, a esta hora,
siente que mil dedos lo señalan y lo acusan, pero calla.
Ahora, a esta hora, se derrumban las paredes del socavón, donde con
ansiedad, escavaba un hombre de aproximadamente cuarenta y cinco años, de tez
morena, a quien nadie ha identificado.
Quién hubiera podido sacarlo a tiempo de entre las rocas que lo asfixiaban, si
hacerlo era perder las pocas horas de trabaja que le permitían para sacar en
formas de polvillo de oro, el alimento de los hijos.
Ahora, a esta hora, por cuenta de las multinacionales de la minería
y de las de la industria de fertilizante, fungicidas y pesticidas, una madre
envenena inconscientemente a sus hijos con
alimentos cargados de residuos tóxicos.
Ahora, a esta hora, en todos los vertederos, los basureros y
rellenos sanitarios, niños mocosos y descalzos. Madres agachadas escarban entre
la inmundicia, latas y frascos rotos, buscando algo de valor que puedan cambiar
por un pan duro.
Ahora, a esta hora, las ratas y los buitres y los gérmenes de todas
las enfermedades, no distinguen entre tanto hedor que aquellos que llevan en
sus ojos el brillo de la esperanza, no pueden ser su presa.
Ahora a esta hora, se entrega a los camiones recolectores de
residuos, el 30% de todas las cosechas y de todas las bodegas de supermercados,
hoteles y cocinas, y es natural, eso debe incinerarse.
Ahora, a esta hora, una asustada madre joven sola, da a luz un hijo
no buscado y menos deseado. Lo acaricia con manos que tiemblan con temor, lo
cobija con una mirada de incredulidad y asombro, y lo baña con llanto mezcla de
dolor y de alegría.
Ahora, a esta hora, un franco tirador oculto a la sombra de una
ventana rota, apunta su rifle a algo que agazapado se mueve entre los escombro
de la otra calle. Y dispara. No puede permitir que aquello que se mueve pueda
ser el oscuro cañón del arma de su vecino que contra él pueda dirigirse.
Ahora, a esta hora sigo escuchando a Bach y siento que mi piel se eriza,
mis ojos se nublan y todos los tendones que conectan mis músculos a todas mis articulaciones, se contraen y
electrizan. Es culpa de las fugas. Siempre me han emocionado.
Ahora, a esta hora, un nuevo tratado de comercio internacional se
firma para favorecer a unos, con el sacrificio de otros. Y debe ser así. El
progreso no puede detenerse.
Ahora, a esta hora, nuevamente se modifican las fronteras en los
Balcanes, allende los Urales y en medio del continente negro. No puede ser de
otra manera, esas tierras igual que Berlín lo fue, también deben ser ahora
repartidas, y los vecinos, los familiares, los amigos separados.
Ahora, a esta hora, en algún sitio del variopinto mapa político de
este planeta, se abren las urnas donde se depositará la voz del pueblo. Y la
diosa democracia, representada por la aplastante mayoría, ayudada por la
corrupción y la publicidad, marcarán la hora de iniciar un nuevo período de
bienestar para los otros, para los que antes fueron minoría.
Ahora a esta hora, mueren las ilusiones de un recién graduado con
honores, sobre el escritorio de un gerente de recursos humanos que no pudo
contratarlo. Y junto con él, toda una generación perdida. No sólo en las
Américas, también en Europa, Asia, África y Oceanía. Y el PIB crece y el
mercado global se expande y la investigación avanza y hay esperanzas serías de
que próximamente el Alzheimer será curable y la expectativa de vida crecerá y
habrá turismo a la Luna y a Marte y a Saturno.
Ahora, a esta hora, una anciano tiembla de terror al intentar cruzar
la calle para llegar a la banca del parque a alimentar a las palomas.
Ahora, a esta hora, arde de dolor el rostro de una mujer, bañada con
acido por no amar a su agresor o a su dios o simplemente por ser bella.
Ahora, a esta hora, un juez, un policía, un periodista, un diputado recibe,
debajo de la mesa un sobre blanco repleto de billetes verdes.
Ahora, a esta hora, se forman filas de ancianos reclamando su
pensión en frente a las taquillas de los bancos y otros esperando que les
confirmen su derecho a ella, en los andenes de la burocracia.
Y al frente, ahora, a esta hora, largas filas de quienes aprietan una
moneda para comprar un pan que engañará el hambre de sus hijos.
Ahora, a esta hora, estoy seguro que alguien más estará escuchando a
Bach y espero que se una a mí para brindar con esta lágrima de dolor que la
emoción me causa y que acuno como en copa de coñac en el cuenco de mi mano.
León M.N. mayo de 2014.