viernes, 23 de mayo de 2014

CONFIESO QUE HE PECADO

CONFIESO QUE HE PECADO.
Ayer estuve en el concierto. Una orquesta juvenil, un joven director, un compositor joven y un solista joven, y para mí, tal vez avergonzantemente jóvenes y sabios en la música.
Y lo peor: tocaron entre otras bellas obras, una que para mí resultó ser nueva. Sí, nueva aunque la compuso Beethoven hace poco más de doscientos años: La sinfonía N. 7 en La mayor, Op. 92.
Con tantas ocupaciones importantes en mi vida no había tenido oportunidad de oírla verdaderamente.
No había visto como danzan las flautas y violines. No había escuchado un enjambre cuando imita a los violines, o cuando ellos se  disfrazan de abejas, susurrando rodean una flor y regresan a la colmena con el néctar.
Y al salir me sentí viejo y apurado. Tanta música por escuchar y yo haciéndome el que aun tiene tiempo para hacerlo.
Tanta música aun por componer y yo haciendo ruidos.
Si, tanta música aun  por componer y tanto tiempo que tendrán que perder mis descendientes trabajando en cosas como conseguir pan, techo y salud, cuando todo eso ya lo deberíamos haber resuelto.
¿Les llegará también a ellos la vejez, sin haber podido degustar como se debe: placenteramente, las bellezas de que es capaz la mente humana?


León M.N.  Mayo de 2014.

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