Señor Mauricio
Vargas, Usted es sensato en sus comentarios periodísticos y a mí me parece, que
no se deja fácilmente meter los dedos en la boca y que le interesa el futuro de
este país y no solamente el suyo. Por lo anterior me atrevo a escribirle.
Usted sabe, como
muchos colombianos que: De que la firman,
la firman…
En la Habana
firmarán lo que sea y a eso lo llamarán: LA
PAZ
Pero usted sabe
que eso no será ni de lejos: el inicio de
la Paz.
Una firma
protocolaria como esa que harán, no nos obligará a perdonar: ni a olvidar, ni a
acoger, ni a abrazar, ni a no temer.
Esa firma no
representará a todos esos bandidos y ellos no podrán abandonar sus cultivos de
coca y marimbo, sus minas de oro y de coltan, sus rutas de narcotráfico, sus
armas que les dan seguridad.
No soy tonto
para imaginarlos: yendo a la nocturna a validar su bachillerato, después de
todo un día en la rusa, echando palustre a sol y sombra. O yendo a misa o al
culto, llevando a sus hijos de la mano. No me los imagino comiendo piquete en
los pastos del Simón Bolívar o en el Parque Norte de Medellín.
No los imagino
en internados de resocialización como los que tienen las mil y una organizaciones
que luchan a favor de los narcodependientes o alcohólicos.
No, ellos no
saben hacer otra cosa, que: imponerse por la fuerza, obedecer ciegamente al
comandante, sin filtros éticos, ni morales. Y sobre todo su resentimiento y su
amor natural por elevar su nivel de vida, los hará seguir deseando de manera
fácil, los bienes ajenos y eludir el trabajo lento y abnegado.
Señor
Periodista, es carajada que yo le siga diciendo a usted, lo que usted mejor que
yo, ya sabe. Pero le ruego que utilice sus recursos periodísticos para insistir
en que para lograr si quiera algo de paz al cabo de unas dos o tres
generaciones, es necesario que se inicie ya un programa pedagógico serio que
nos enseñe a perdonar a quienes no nos han pedido perdón. A acoger en nuestro
vecindario, en nuestros colegios, en nuestras empresas a quienes hasta hoy sólo
han tratado de destruirlas. Necesitamos asesoría psicológica y psiquiátrica para
sanar de las heridas que por 60años o más nos han causado estos forajidos.
Necesitamos que nos llenen de un carácter especial para no temer a los nuevos
vecinos que llegarán a departir en nuestras fiestas patronales, mientras en el
solar de sus casas, regaladas por el gobierno, esconderán las armas que les dan
esa preponderancia de que siempre han gozado.
La paz no se
decreta, ni se logra con una firma y una foto. Por favor cuéntenos qué es lo
que ha ocurrido en Sudáfrica y en El Salvador, países donde ya la firmaron.
Confío en que
haya alcanzado a motivarlo y que de esa manera ayude usted, con otros periodistas
a que se inicie ya un programa masivo que nos prepare a nosotros: El Pueblo,
para hacer frente a lo que se nos viene encima, con ese embeleco de querer amasar
fieras.
Cordial saludo.
León Montoya Naranjo.
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