viernes, 1 de marzo de 2013

LA MUERTE DE JUAN LOLO


LA MUERTE DE JUAN LOLO.
A Margarita Arredondo, ese lunes, no la despertaron los cantos de los gallos, ni el cacarear de las gallinas, ni el ladrido de los perros, ni los llamados de las campanas para misa de cinco.  La despertó el silencio. Era un silencio raro, como pesado, quieto, detenido.
-          Qué escozor tan raro siento. Algo extraño está pasando, se dijo. Malaya haberse muerto Lola, mi mama, que era tan buena para adivinar, interpretar y leer los acontecimientos y presagios.
Trabajosamente se sentó en la cama, donde la artritis, las neuralgias y goma de las coyunturas, la tenía  postrada. Apoyada en su caminador, fue a la cocina, y preparó café.
Con el pocillo humeante trabajosamente sostenido entre sus torcidos dedos, abrió la puerta y salió al patio. A través del pequeño solar que separaba las casas, vio a Rosita Sánchez, la hija mayor del difunto Elías, el viejo sastre, que estaba regando las matas de su jardín.
-          Tan juiciosa vos regando las flores tan temprano.
-          Miráme a mí, y sin alzar ni la aguapanela para el desayuno.
-          No le hace mi´ja, qué afán. Miná p´acá te tomás un tito.
-          Quedate vos ahí sentadita que yo misma me lo sirvo.
Y con la confianza de una vecindad de años entró a la cocina de Margarita y se sirvió un pocillo de café y salió al patio a conversar con la vecina.
-          ¿Vos no sentís este día como extraño?
-          Sí, hay como un silencio…, una quietud…, una soledad…
-          Mirá para la Casa de Juan Lolo, Está cerrada, como embrujada, ni se ven en el solar las gallinas, ni los pollos, ni las palomas. Esto está muy raro.
Las dos amigas con ademanes de preocupación y alarma, y caminando con dificultad, cruzaron el patio y la estrecha calle. Abrieron el portillo que da a la propiedad de Juan y se acercaron la puerta de la casa.
Todo estaba en silencio, la puerta y las ventanas cerradas y no se escuchaba como de costumbre, el radio en el que  oía las noticias.
Llamaron: Juan…, Juaaan. Primero en voz baja y luego más fuerte y más intensamente.
Y para eso que ni Yiyo, mi hijo, ni la Plasta de mi marido están, para que de una patada tumben esa puerta, pues yo estoy segura que algo malo le pasó a ese hombre ahí viviendo solo. A ellos les salió un trabajito en la Herradura y se quedaron a dormir allá.
Risita se acercó a la puerta y la empujó con timidez. La puerta se abrió de par en par dejando entrar un chorro de luz que iluminó el rincón derecho de la única habitación que conformaba la vivienda.
-          Margarita, vení que la puerta está abierta.
Las dos amigas, cogidas de la mano entraron, se agachaban un poco para adelantar la cabeza y tratar de ver más claro en la penumbra de la casa.
Con la mano que les quedaba libre a ambas, se taparon la boca y mirándose con ojos desorbitados se dijeron:
-          ¿qué está pasando aquí?
Había pollos, gallinas y palomas en toda la habitación. Silenciosos los animales las miraban desde la cómoda, el escaparate, los taburetes, el fogón y las repisas. La viga paralela al caballete estaba llena de palomas y unos pollos piscuizos. El espaldar de la cama y los pilares que sostuvieron un antiguo baldaquín, eran ahora las perchas donde se acomodaban otras aves. Y en la cama que quedó huérfana luego de la muerte de la otra Lola, la mamá de Juan, anidaban unas diez gallinas y rondaban curucuteando las palomas.
En el catre del rincón, acostado, como durmiendo plácidamente, con un brazo detrás de la cabeza y el otro sobre el estómago, estaba Juan Lolo. Tenía una sonrisa como si estuviera soñando algo muy bueno.
El catre, las cobijas y el mismo Juan estaban limpios, libres de rila de gallinas o palomas.
-          Juan… Juaan, Oiga mijo, despierte.
-          Juan…, a vos que te está pasando, despertate.
Lo llamaban, lo empujaban, pero nada…
-          Margarita: … Juan está muerto… Juan se murió aquí solito…, llamemos al Padre.
-          Llamemos al Dotor.
-          También hay que avisarle a la policía.
Las mujeres caminaban de un lado a otro de la habitación, abrieron las ventanas, entraban y salían, y las palomas, los pollos, las gallinas, silenciosas, apenas se movían para que en el trajín las mujeres no las fueran a pisar.
Por fin lograron ordenar sus pensamientos, cerraron nuevamente la puerta y las ventanas y fueron a avisar lo ocurrido a las autoridades.
Llegó el párroco con monaguillos, agua bendita, hisopo y los santos oleos. El Cabo de la policía y un sargento, el inspector de higiene, pues no había médico ese día en el pueblo.
Lo único que pudieron hacer fueron: unos rezos del cura que contestaron el monaguillo, las vecinas y la policía. Un acta que redactó el comandante y firmaron como testigos las vecinas y el cura. Y el inspector de higiene fue a la alcaldía a solicitar un ataúd pues la falta de familiares directos hacía necesaria la contribución del fisco o la de la Congregación de San Vicente de Paul.
La Noticia se regó como verdolaga en playa. Llegaron beatas rezanderas, plañideras espontáneas, amigos, curiosos, las monjas del colegio, una delegación de los estudiantes y unos empleados de la alcaldía llevando el ataúd donado.
El sacristán preparó el cadáver y le puso el hábito de San Francisco de Asís: El difunto quedó como un santico.
Mientras todo esto ocurría, los gallos, los pollos, las gallinas, las palomas, no salieron de la casa, no se asustaban con el gentío, sólo se corrían para los lados para no estorbar o para que no atropellaran.
Pero lo  verdadero milagroso fue cuando sacaron el catafalco y se formó la procesión rumbo a la Iglesia y luego al cementerio. Todas las aves se fueron detrás y en silencio como los parroquianos. En la iglesia se quedaron atrás y de vez en cuando alguna gallina cacareaba y las palomas currucuteaban.
Terminada la ceremonia, cuando el sacerdote acompañó al difunto hasta el atrio de la Iglesia, de ahí en adelante, nadie volvió a ver a ninguna de las aves. Ni gallos, ni pollos, ni gallinas, ni palomas. Dicen en el pueblo y muchos lo creen, que las aves eran los ángeles de la guarda y las almas del purgatorio que se llevaron a Juan Lolo en cuerpo y alma para el cielo.

León M.N. febrero de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario