El Arriero y la
lírica.
Era una madrugada clara. La luna,
que había salido tarde de la noche, empezaba a derretirse en el firmamento que
poco a poco se teñía de azul. De la huerta y del cafetal llegaba la alegría de
los pájaros que desayunaban con plátanos maduros, con duraznos y otros con
lombrices en los surcos de legumbres.
Horacio, un grueso montañero traía
de cabresto, una mula vieja, y confiados en que recibirían hierba fresca y caña recién picada, le seguían dos
machos y un caballito flaco.
Atendió a las bestias y desayunó con
chocolate endulzado con agua de panela, dos arepas delgaditas, calentao, medio
aguacate y huevos revueltos con tomate y cebolla.
Se amarró a la cintura la paruma de
lona reforzada con cuero y el machete. Se terció el guarniel y una jíquera de
cabuya con el fiambre. Se caló el sombrero Aguadeño y cogió el zurriago. Y
sacando a la mula vieja de cabresto, la enrumbó para que las demás siguieran
detrás.
Las fue amarrando una detrás la
otra, en fila, y luego se le encaramó a la primera que era la veterana y
empezaron a subir la loma hacia el Chuscal.
Les dio a todas sus bestias un
vistazo cerciorándose de que fueran ajustadas las enjalmas, los cabestros: ni
muy largos, ni muy cortos. Los lazos de amarrar las cargas bien dispuestos y asegurados
con el de sobrecarga, bien fijas retrancas y pecheras.
Pasó su ojo experto sobre los
cerros. Sobre las fincas cercanas y lejanas, sobre los sembrados nuevos y los
que ya eran cosechados. Sobre las cicatrices que en el monte delataban nuevas
rozas y sobre los techos de teja y los de paja, donde el humo denotaba vida.
Tomó el zurriago por el cabezote y
apoyó su punta sobre la enjalma y repasó mentalmente lo planeado para ese día:
-
A
las ocho coronar el alto e iniciar el descenso al pueblo.
-
De
nueve y media a diez, estar cargando el maíz y la sal en la agencia del Señor
Aguilar en Guaca.
-
A
la salida del pueblo, una media mañana de arepa con panela y un trago de agua,
e iniciar la pendiente, ya a pié, pues
todas las bestias irán cargadas.
-
A
la una de la tarde, que será cuando inicia la bajada a Prado, haré un alto para
que la recua beba y yo almorzaré el fiambre envuelto en hojas que me empacó mi
mamá Quica.
-
De
tres a tres y media ya estarán bien bebidas, bañadas y pastando las bestias
nuevamente en el potrero.
-
Me
afeitaré y me bañaré. Ensillaré el Turpial y a galope tendido llegaré a las
cuatro pasadas para tomar el Bus en Prado y luego el tranvía para Medellín en
Induamérica.
-
Calculo
que a las seis y media me estaré tomando un tinto en el Café del Hotel Europa y
ya tendré comprado mi boleto para entrar al Teatro Junín, pues a la siete se
inicia la Temporada de Operetas y Zarzuelas.
A los 25 años, quien fue mi papá,
era un arriero culto, en ese entonces representante de la prometedora industria
del transporte.
Esa noche estrenaron: La del Soto
del Parral y al día siguiente presenció Los Gavilanes. Y a media noche cuando a
trote lento regresaba a la finca, iba cantando: Mi aldea, cuanto el alma se recrea al volverte a contemplar…
León M.N. Febrero de 2013.
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