VEINTICUATRO HORAS PARA MORIR.
¿Y
Cómo hacerlo en madrugada.
Cuando
aun no se anuncia la alborada.
Rodeada
de estrellitas y luceros
Sin
la esperanza blanca
de
tener como mortaja la neblina?
Y
¿cómo hacerlo cuando ya despunte el alba,
anunciada
con clarines de horizonte.
Cuando
inician los coros de turpiales
y
se alborotan en sus nidos los cucaracheros?
Tampoco
es buena hora
la
de atizar el rescoldo en los fogones.
Cuando
empieza a oler a pan
y
se bate el chocolate en espumas de colores.
Esperar
que inicie el trajín de las carretas.
Que
se echen a vuelo las campanas.
La
llegada de los peones hasta el corte.
Esperar
a que se abran las escuelas.
No
es hora de morir la del recreo.
Y
estén saltando el lazo las niñas en los corredores.
Y
los muchachos corren detrás de la pelota
o
a la sombra de un naranjo compartan sus envueltos.
Tampoco
al medio día.
A
las doce las campanas cantan Ángelus,
No
es hora de Réquiem todavía.
No,
no es prudente morir a medio día.
No
es hora conveniente
Ninguna
de los intervalos de la tarde.
Debe
darse prioridad a la partida del crepúsculo,
se
va con garzas, alcatraces y con golondrinas,
y
se lleva con ellas la nostalgia.
En
la noche, dando oídas a un tiple,… una bandola.
Uno
se muere dormido sobre el mar, sobre las olas.
Soñando
revivir mañana y es posible que despierte,
Y
si despierta será imposible que se encuentre a solas.
León
M.N. Dic. 23 de 2014.
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