martes, 23 de septiembre de 2014

VIBRACIONES
Cuando amanezca saldré de entre las cobijas y también  de la ignorancia o de mi incertidumbre.
No precisamente cuando amanezca; debe ser antes de que esto ocurra, porque sólo así estaré seguro de que es verdad lo que ahora estoy pensando:
He llegado a la conclusión, a la certeza de que las montañas no son de tierra, ni los árboles de madera, ni las piedras son de piedra. Y que el agua no es un líquido que fluye, se congela y se evapora. Y los colores no son algo que está adherido a las cosas coloradas.
Nada de eso es verdad. Todo lo que vemos y sentimos es una gran mentira. Bueno, no digamos que mentira, es una ilusión. El producto del espectáculo de un gran mago ilusionista, y nosotros, todos nosotros y lo que nos rodea, somos producto de sus trucos, somos fantasía.
Cuando me levante mañana podré comprobar que sólo existe el vibrar, las vibraciones.
Me daré perfecta cuenta de que cuando ellas salen, nos hacen aparecer: cosas, personas, eventos y los animales y hasta los sentimientos, los propósitos, las intenciones, son apariencias dibujadas por las vibraciones.
Antes de que salga el sol, que es la punta de la varita mágica del gran mago que les he revelado; se sentirá un estremecimiento ondulante que recorrerá toda la oscuridad. Y rápidamente una incitación electrizada con apremio irá disponiendo el escenario.
De las tinieblas que aun habrá a aquellas horas tan tempranas, se irá borrando lo tenebroso de la noche. Solamente quedará lo que llamamos sombras, que son muy útiles, pues con ellas apreciamos: la profundidad, el peso, la textura y las formas. Aquellas que va tomando la ilusión por causa de la vibración, y que crea el lugar en donde estamos,  el entorno reluciente que habitamos.
Se verán primero unos como rabitos de luciérnagas que alumbran. Primero uno muy pequeño y luego otro y otros. Se verán como volar, o navegar o serpentear por el espacio. Y digo espacio, por decir algo, pues aun no hay nada que se vea. Solo estará la vibración de que ya he hablado y serpenteando titilosos; esos que yo llamo rabitos de luciérnaga.
Se encenderán unas alucinaciones extendiéndose en distintas direcciones como ramas de árboles. Refulgirán deslumbramientos como flores. Y titilantes vibraciones les darán colores embrujantes.
La fascinación, que es una vibración más menudita, se regará como vaho de neblina en un estanque. Allí veré reflejos de la aurora formada por el vibrar de chispitas  de colores, que andarán construyendo los jardines, los parques y  los bosques.
De ellos se colgarán columpiándose: el celaje, la neblina, el vapor y la briza matutina, que aunque vibra, no se le puede ver pues no se le pega la luz que es la vibración más fina.
Y cuando logre mirar al horizonte, que es donde la vibración se vuelve una rayita que va como dibujando todo lo que en los extremos del espacio ha hecho, podré ver: espejismo, ensueño, fantasía y provocaciones.
Sin duda tendrán forma de: montañas, de nueves, riscos, precipicios, volcanes y en ocasiones tomarán apariencia de cascadas, de ríos, de caminos y hasta de caravanas que van en procesiones y migran sin respetar fronteras. Pero no, no hay que caer en esa trampa, esas son otra clase particular de vibraciones.
Más o menos de esa forma es que el mago de la varita destellante, construye lo que los poetas llaman  alborada. Le fabrica un  aura que rutila y espejea en lentejuelas. Ah, se me olvidaba que también le agrega vibraciones que producen música, diga usted: trinos de pajaritos escondidos, bramar de becerros, validos de cabritos, relinchos, maullidos, ladridos y algunos kikirikies. Todo eso envuelto en el susurro de la briza, rumor de quebraditas y zumbidos de abejas colmeneras.
Las vibraciones de tripas de gato y los metales, para poder existir se inventarán: los violines, los chelos y los contrabajos. Las guitarras, los tiples, las bandolas, el arpa y hasta los pianos. Y cuando todos estos juntos, lanzan la vibración de sus acordes, querrá decir que habrá concluido la obertura.
Esa es la señal que dará el mago para anunciar que ha terminado de darle forma a la mañana y de que va a empezar a fabricar el medio día.
Serán el momento en que alumbren relumbros que deslumbran. Con precaución habré de cerrarlos muy bien los ojos. Pero aun, con los ojos cerrados podré sentir el cosquilleo que hará que se me ericen todos los pelitos sembrados en mi cuerpo, cuando la punta de la varita mágica del mago, se eleve alumbrando, que es lo mismo que decir: vibrando.
Ya no sólo se tratará de rabitos de luciérnagas. A esa hora, todas las  vibraciones alumbrarán con mil destellos. El destello es una vibración tan fuerte que si nos descuidamos nos deja como ciegos. Y por eso a los niñitos que juegan en las canchas, a esa hora, les meten muchos goles, pues están encandilados.
Cuando se vaya haciendo tardecito, el vibrar se tornará en seducción, ensueño y en delirio y los enamorados correrán a buscar la lobreguez del monte. Mejor dicho se irán a buscar la vibración de una sombrita.
Yo sé que allí van a encontrarse con otras formas de vibrar: El frescor, el arrobo, el embeleso. El encanto, la enajenación, el hechizo, el embrujo. Ojo pues jovencitos les advierto, que esas vibraciones además de dulces, empalagan. No vaya a ser que por andar  tan extasiados se les haga tarde para regresar a casa.
Si no se apuran los agarra el desvarío, que es una vibración muy peligrosa. Sobre todo si los ataca en el atardecer, poquito antes del crepúsculo. Esa vibración llega de la mano del ocaso. Ambas tienen efectos vespertinos escondidos tras de dorados arreboles, y enseguida que se apoderan de uno, se va la vibración, se atardece, se anochece y se oscurece.
León M. N. Septiembre 19 de 2014.



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