martes, 23 de septiembre de 2014

DE OÍDAS.
¡Qué maravilla los inventos y la tecnología!
El computador o la computadora, El PC u ordenador como es ahora común que se le diga. Ese artilugio que no sabemos si es masculino o femenino, pero si estamos seguros que no es neutro, ni inocuo, ni inverosímil, ni ambidiestro, pero si multidiestro, por todas las cosas que sabe hacer y que nos facilita.
Y el ipod, iphone, el ipad, blakberry,  joystick, el itunes, el wassap, el chat y las tablet o tabletas y sus mil y una aplicaciones. El skype, facebook, instagram y google más, los emails, youtube, kindel, apple tv, Netflix, y las consolas PlayStation, que nunca duermen solas. Los audio libros, los e-books, wikipedia y Wikileaks, que nunca están callados.
Que viva y reviva la robótica insipiente y la tecnología.
Nos conecta, nos une y nos desnuda.
Es como nuestro gran hermano.
Sabe por dónde vamos,
Dónde estamos
Lo que nos gusta
Y hasta en qué pensamos.

Pero por favor dueños del espacio virtual en que vivimos. Señores amos de los Bits, los kilobits, los megabits, los gigabites y ahora me abruman ustedes con los terabites.

Por favor denme vacaciones,
Desconéctenme un ratico,
Cierren mis cuentas en la red.
No me abran más ventanas,
No me ofrezcan más contactos.

Yo quiero quedarme muy callado, ojalá rodeado de nietos en el espacio real, no en el virtual y volver a sentir:

El Viento, la brisa, el huracán,
La tempestad, si es necesario, el tifón,
El torbellino, y el tornado.

Y cuando sople la briza en el solar de mi casa, simular que estamos en un barco, luchando contra  la tormenta.
Pero por favor, que nadie se dé cuenta, que me estoy volviendo un viejo tan tarado.

Quiero con ellos explorar el bosque para ver si encontramos el susurro, que es un ruidito que comúnmente llega cuando estamos solos, cuando en silencia avanzamos por los montes, cuando recorremos a altas horas de la noche las calles empedradas alumbrados por la luna. Es algo así como si a escondidas las hadas conversaran.

Quiero que escuchen el rumor. Que no es un chisme o una noticia que nadie sabe quién la dio o quién fue el malhechor que la inventó.
El rumor es el canto de las fuentes,
De los hilitos de agua que salen de las peñas
Y en ocasiones, si estamos bien atentos,
Podremos oír, que los imita el viento.

Los jóvenes de ahora tienen que conocer qué es el murmullo. Lo emiten las almas en pena, los espantos. Los seres de otra dimensión que con nosotros viven. A veces ellos se ponen a conversar muy quedo. Los escuchamos pero no entendemos. Arrimamos el oído a las paredes, a las puertas de los cuartos cerrados, a los muebles y los escaparates viejos. Y se escucha el murmullo como cantinela, pero vaya usted a ver si entiende, qué es los que dicen en sus charlas esos seres o almas invisibles.

Y el  ruido,
Parece muy común pero no crea.
Es algo que todos escuchamos, pero pocos conocemos.
Ocurre cuando entretenidos conversando,
Y de pronto todos nos callamos y alguien dice:
¿Qué pasó allí, qué es ese ruido?
Y salimos a ver y nada vemos.
El ruido es muy común pero también muy misterioso.

Yo quiero que los niños no crezcan sin saber que es el siseo, Los nuevos diccionarios dicen que sisear es repetidamente hacer el sonido de la S o el de la CH. Como cuando queremos que alguien se calle: un político, un predicador o un buhonero. Pero no, el siseo para mí es otra cosa. Es un ruidito que se escucha en el verano debajo de los árboles cuando a éstos se les han caído muchas hojas secas.

Uno va tranquilo caminando en medio de ellos
Y de pronto el siseo,
Y otro siseo y otro…
Con el ruidito que les digo también se ve que la hojarasca se estremece
Y corren a esconderse las iguanas y las lagartijas.
No hay que descuidase, pues también las culebras producen sus siseos.

Otro de los sonidos que sólo percibimos si estamos de la red desconectados, es el silbo. Este es de los que parecen más triviales, pues silban o chiflan los hinchas en el estadio y los contradictores en los bancos del senado.
Pero el padre de los silbos es el viento.
El verdadero silbo se produce a campo abierto,
Pasea por los pajonales,
Por los bosques y se mete entre los cañaverales
Y escondido allí silba con diversa intensidad,
Con diferentes notas.
De él aprendieron a silbar las aves,
Los pájaros, las torcazas y las loras.

Hay en las sabanas de los Llanos Orientales y en las vegas de los ríos grandes y más en aquellas sembradas de extensos pastizales, un ser mitológico que asusta a los paisanos, a los vaqueros trashumantes.

Les silba como llamándolos para que se acerquen.
Y ellos curiosos o habidos de compañía se le acercan.
Y el Silbón les silba de más lejos
Y así los va llevando hasta hacerlos perder de su camino.
Y ya cuando los ve perdidos…,
Se les ríe burletero
Y cabalgando en la sabana él se marcha.
Y les silba de muy lejos.

Pero se debe descubrir qué es el sonido. Pues los hay de muchas clases: agudos, roncos, altos, tiernos, estridentes, placidos, sensuales, arrullantes, musicales… Y es una tarea que debe hacerse pronto, antes de que nuestros hijos queden sordos de estar escuchando tan fuerte el Rock colgados de los auriculares.
El sonido es la vibración de todo lo que existe
Cuando es rozado, pulsado, pellizcado o se golpeado
Y se transmite en las hondas del aire hasta nuestros oídos.
Suenan las campanas, suenan las guitarras,
Las pisadas, los portazos, los cañones,
Suenan los disparos, suenan las canciones,
Y los besos, aunque no lo creas, también suenan.

Deseo de todo corazón que mis hijos y mis nietos y todos sus amigos, no mueran sin escuchar su voz, sin saber cómo suena: La suya y la de sus compañeros. Ahora sólo conversan en el chat, se mandan sus e-mails, masajes, que tuitean y retuitean. Y aún estando en una misma sala, para lograr que todos los escuchen, se envían sus mensajes ilustrados con sus emoticones.

La voz, la que se forma en la garganta con las cuerdas bucales, cuando con intención sacamos el aire de los pulmones. Ese timbre que nos identifica a nosotros y a todos los demás animales.
Tiene un sonido bien particular,
Es como nuestra firma,
Como nuestras huellas digitales.
Cada que podamos
Hagámosle sentir
Nuestra voz a los que amamos,
Diciéndoles: te quiero.
Y retuitiémosles lo mismo cada día,
Pero en mensajes de voz, con alegría.

Y ablando de sonidos, como estamos, no sé si sabrán qué es la cantinela. La cantinela digamos que es como la abuelita querida de la Señora Cantaleta.

Es un sonido que suena,
Suena, suena y se repite,
Como telón de fondo,
Como algo que es oye sin escucharlo,
O se escucha sin haberlo oírlo.
Pero abuela y nieta se distinguen.
La nieta es una vieja muy cansona
Que hasta hace que nos duela la cabeza.
La cantinela en cambio nos arrulla, nos mece.
Es el canto de la paloma en el alero,
Las flautas que ensayan los conciertos
Es la canción de cuna de las madres.

Si dejas de jugar con ese PlayStation y rápido te asomas a la ventana, podrás saber qué es el tintineo. Te darás cuenta que va a doblar la esquina un caballo que arrastra una carrosa y un cochero. Y ese sonidito que acompaña el pasitrote sobre el pavimento. Que es metálico, claro y limpio, es el tintineo.
 Es un sonido que algunos confunden con el tamborileo,
Otros afirman es como una campanilla.
En las noches cuando me desvelo y pasan los cocheros,
Me arrulla: el viento, el tintineo,
Los murmullos, los ecos
Y el recuerdo de canciones y el gorjeo.

León M.N. Septiembre 16 de 2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario