sábado, 6 de septiembre de 2014

MEDITACIÓN DESDE EL GERIÁTRICO.

Después de visitar a ligia.
Sobre abandono, desapego, entrega, soledad, felicidad y cielo.
Sobre eso he meditado en estos días.
Y también sobre silencio, sonrisas y miradas que acarician.
Y que bien me hace el meditar en ello.
Pienso en el abandonarse,
No en ser abandonado por los que hemos querido y acunado.
Abandonarnos como la acción de prescindir de vanidades,
De lo accesorio, no preciso, ni urgente, ni vital, de lo cosmético.

Y el desapego, es un  regalo que nos llega a casi todos con los años,
Y cuando llega a los jóvenes, siempre es sabiduría o santidad.
Con él, son bien recibidos los regalos
Y nunca reclamados cuando no han llegado.
Es no quejarse por lo que perdemos o lo que nos es arrebatado.
Desapego es ausencia de ansiedad y concentración en lo esencial.
Es orfandad de expectativas,
Muralla que no cruza el desengaño o el dolor por el olvido.

Y entrega es don, regalo, dádiva siempre dispuesta.
Seguridad de acogida, de abrazo y de caricia.
Es una mano tendida que saluda,
Es una mano tendida que se ofrece.
Es compañía que como acompasado respirar se siente.
Es un hombro donde recostar la frente,
Es un bastón donde apoyar los pasos.

Y la soledad es el descanso de la mente en blanco.
Es el aquí y ahora en frente de la vida.
Sin estar atareado en equipajes
Ni alistado con armas, herramientas y fiambreras.
Es la realidad del ser humano ya parido
No desgastarse en llantos, ni preparativos.
Es mirar con frente limpia el horizonte
Y descansar en la noche mirando de frente las estrellas.

Y la felicidad es un estado de ánimo entusiasta,
Es no perder la sorpresa de sentirse vivo,
Estar atento al tintineo, al destello sutil y a los perfumes.
Es escuchar la sinfonía de la briza
Con sus largos silencios
Y la tempestad con sus redobles de relámpagos.
Es un sol que temprano llega a los balcones
Precedido del trinos de los pájaros.

El cielo es un lugar que la imaginación nos brinda.
Con música, con coros y con viandas.
Es un claro salón repleto de buenas compañías
Es una fiesta que nunca se termina
Es una ronda en el jardín de niños con abuelos.
Es la placidez de la tarde donde la noche llega sin apuros.
Y se concilia el sueño sin dolores y sin remordimientos.

Y el silencio es una conversación consigo mismo
Franca, llena de perdones y de agradecimientos.
Es la ausencia de palabras torpes y concejos tontos.
Es la paciencia de esperar que también ellos,
Los otros, corregirán el rumbo y les llegará
El tiempo de callar, de enmendar y perdonarse.
Es recorrer palmo a palmo con el pensamiento
El fabuloso escenario de la vida
Y poder decir calladamente: El drama ha concluido.

Y al retirarme por la calle
Miro nuevamente hacia el geriátrico
Y tras la reja, en la ventana
Una mirada que acaricia
Me dice: Adiós con su sonrisa.

León M.N. junio 21 de 2014.


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