martes, 23 de septiembre de 2014

EL ACUA GARDEN
Calladito, de puntillas paseo yo por el jardín vecino.
Me gusta hacerlo cuando apenitas empieza a clarear.
Los verdes de las hojas son todos como nuevos.
Las flores también parecen estrenar vestidos.
Y los pájaros revolotean y beben la miel en la copa de las flores.
Las mariposas despacito se van desperezando.
Uno se puede quedar mirándolas sin que se asusten,
Apreciando todos sus colores y los dibujitos estampados en sus alas.
Su lengua larga que es como un pitillo que se enrosca.
Los pelitos de sus patas y sus ojos saltones y brillantes.
Cuando el sol las calienta, baten sus alas y entonses juguetean.
En una hoja grande como una sombrilla en forma de corazón, vi una reunión  de goteritas de agua.
Unas eran pequeñitas, de las que se llaman el rocío.
Otras más grandes. Esas eran las goteras y otras juntas en medio de la hoja formaban un charquito,
Tan limpio que el sol se reflejaba y brillaba como si fuera un espejito.
A poco mira me di cuenta que era una escuelita de agua.
Allí en medio del jardín y sobre esa hoja, su maestra les estaba enseñando a las goticas a ser agua.
Y les insistía en que fueran buenas estudiantes, aplicadas, pues cuando crecieran tenían que ser:
Arroyitos, quebradas, ríos, llovizna o aguaceros.             
Tendrán que aprender a lloviznar y acariciar las mejillas de los niños escueleros, la frente de viejitos y la testa de todos los terneros.
Habrán de rociar y refrescar la piel de las manzanas, los duraznos, las guayabas, las moras y las fresas, les decía.
Sobar los golpes que se dan  los niños  al  caer, cuando van corriendo a hacer mandados, cuando corren detrás de las pelotas o en los parques elevando las cometas.
Bañarlos cuando regresen a casa empantanados y lavarles las manos antes de que se sienta a la mesa a merendar.
Deben aprender a salpicar y chapotear bonito y gracioso, como haciendo cosquillitas; cuando sean fuentes, o quebradas, sobre los potros, los terneros  y sobre los muchachos que pasan corriendo con los perros.
Rociar y salpicar haciendo un remolino, como cuando los perros se sacuden de la cabeza a la cola luego de haber sacado del lago el palo que les tiró su dueño.
Pero lo más importante jovencitas, les dijo la maestra, serán sus obligaciones en la huerta: Cuando los campesinos hayan terminado de preparar la tierra. Después de que hayan  rozado los rastrojos, abierto los surcos y plantado con la coa las semillas; ustedes deben llegar a humedecer la tierra y las semillas. Deben caer regando como lluvia fina, que irrigue, empape y cale muy adentro, pues sólo así despertarán los brotes de flores y frutos que duermen allá dentro.
Pero pónganme atención y no estén tamborileando, ni salpicando tanto. Todo eso lo deben hacer con tino, y con cuidado. No se les vaya a ocurrir llover por  mucho rato, ni caer como grandes goterones, ni mucho menos como troncos de granizo. Pues en vez de ayudar, arruinarán al pobre campesino.
No inunden, no aneguen, no empantanen, no ahoguen los cultivos. Todo en la justa medida. Ni todo el día, ni mucho menos todos los días. Las huertas necesitan el agua y el sol bien turnaditos. Unos días de lluvias rociaditas y otros días de sol y nubecitas.
Encharquen solamente al arroz y los juncales. Llenes los bebederos del ganado, las lagunas, las ciénagas y los estanques de cultivo de pescados.
Mojen y enloden la tierra para hacer ladillos, y a las calles polvorientas denle cada día una rociada.
Al final de la tarde cuando lleguen los vaqueros y las recuas de mulas con arrieros, dúchelos a todos por parejo. Eso los alegrará y se refrescarán. Unos seguirán para el potrero a pastar y al bebedero. Los otros a buscar a sus novias o a sus hijos y a esperar que les sirvan sus refrescos que les mitigue la sed que da el cansancio.
Cuando las llamen a ustedes para hacer refrescos: deslían, diluyan, disuelvan la panela y el azúcar. Mézclenlo bien con el jugo de naranjas, de moras o el de los limones. O si es guarapo lo que quieren ellos que fabriquen, métanse entre los canutos de la caña y broten de ellos refrescantes, alegres y dulzonas.
Hay obligaciones que agua no puede olvidar por ningún motivo:
Debe manar, brotar de rocas limpias del camino.
Rodar por las quebradas y por las acequias y pasar por los poblados.
Surgir entre los juncos y los lotos y formar lagos donde, naden los niños y los patos, vivan los peses y pesquen los ancianos.
Saltar en las cascadas con gracia y estruendosas carcajadas que se vuelvan neblina refrescante.
Correar humedeciendo las rocas, los helechos y las lianas.
Gotear en medio de los quiches, las bromelias y catleyas, allí es donde comen los osos y saltan ranitas de colores.
Fluir por las tuberías, así sean de guadua campesina. Escurrir como jugo de pastos y bejucos. Destilar como néctar en las frutas. Esparcir en los bosques la frescura. Apagar los incendios, hidratar a los enfermos, enjuagar las ropas, en especial la de los niños. Y humectar los ojos de las gentes, sobre todo cuando lloran de alegría. En una escuelita como la que vi aquel día, yo me quedaría estudiando todo el día.

León M.N. Septiembre 16 de 2014.

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