miércoles, 12 de marzo de 2014

DEFINITIVAMENTE NOS GUSTAN LOS DICTADORES

DEFINITIVAMENTE NOS GUSTAN LOS DICTADORES.
En las elecciones nuevamente ganó el sometido que llevamos dentro.
48 millones de habitantes, tiene nuestro país.
33 millones de potenciales electores.
El 56% se sometió, no votó.  Claramente 18´480.000 de ciudadanos adultos dejaron que otros decidan por ellos.
990.000 votantes, llegaron a votar, no supieron cómo hacerlo y entregaron el tarjetón sin haber marcado nada.
1´650.000 votantes, tampoco sabían cómo hacerlo o les pareció un chiste, hicieron un mamarracho, entregaron sus tarjetones y claro, fueron anulados.
990.000 ciudadanos votaron en blanco.
Los votantes efectivos fueron 10´890.000, quiere decir que el 22% de los Colombianos decidió como y beneficiando a quién se harán las leyes que los próximos cuatro años, afectarán a 48 millones de personas.
Es lógico suponer que un buen porcentaje de los 10´890.000 que votaron lo hicieron porque les pagaron, les prometieron un puesto de trabajo, o un contrato en obras públicas, los invitaron a almorzar,  les dieron con que comprar un corrientazo, o un bulto de cemento para arreglar la casa, unas tejas para tapar una gotera, o un cupo en una universidad de garaje, etc. Acepto, unos cuantos no votaron por estar de acuerdo con las ideas de alguien, si no por estar en contra de alguien.
Esto hace que el número de los que votamos consciente y libremente, es todavía menor.
Sumados los departamentos de Atlántico, Córdoba y Sucre, tienen el 9% de la población Colombiana. Y allí se eligió la cuarta parte de los Senadores Colombianos, 26 legisladores. No me puedo imaginar que eso ocurra porque allí son más conscientes de la importancia de votar, más sabios para elegir y libres pare decidir. Tengo que sospechar que allí la compra de votos le ganó a la pereza cívica, a la indolencia ciudadana, a la ignorancia y fueron capaces de darle si “sí, acepto” al cacique que más chicha les dio, o por lo menos al que más chicha prometió.
Que me perdonen los inventores de la chicha, pero hago la alusión, recordando que ellos fueron los primeros que cambiaron su libertad por espejitos.
Recordando algunos cuados de la historia patria y sin detenerme mucho en los métodos que los conquistadores utilizaron para hacerse dueños de la libertad de nuestros aborígenes y del oro, de las esmeraldas, las pieles, las plumas, la sal y mil riquezas más que había y hay en estas tierra, tengo que recordar los espejitos, los collares de pepitas de vidrio y las lentejuelas, mejor dicho lo que hoy están llamado mermelada.
Debo recordar a la Maliche que en contra de su pueblo, se fue detrás de Hernán Cortés y de alguna manera, de la prole que ella parió, venimos todos. Esto quiere decir en el correcto sentido de las palabras, que somos Hijos de Mala Madre, Hijos de la Chigada, claramente: Mal paridos.
Demos en las historia unas cuantas zancadas y aparezcamos de sopetón en los albores de la independencia. Disque “albores de la independencia” vaya uno a creer en güe…
Los protagonistas de esas gestas exigían al Rey de España, que no les mandara más virreyes, no más segundones. Que viniera él mismo hasta aquí a gobernarlos y si no lo hacía, entonces no lo querían más de rey y ellos nombrarían el suyo.
Los mexicanos tuvieron su emperador Maximiliano y los brasileros también encontraron el suyo: Don Pedro I. Nosotros menos hábiles en artes cortesanas tuvimos que contentarnos con las peleas entre Bolívar y Santander y apoyar otras ideas que un señor Nariño se encontró a su paso por Paris: eso de derrocar a los reyes e implantar la república.
Y lo bueno fue que la implantamos.
No sabíamos muy bien, ni aun lo sabemos, qué es eso del gobierno del pueblo y para el pueblo, pero lo implantamos.
Qué diferencia puede haber entre ser gobernados y sometidos a un rey, cuyo derecho a gobernar le viene de dios y se transmite por linajes de sangre azul, producto de preñeces y cruces que se hacen entre razas de Habsburgo, Borbón, Borgia u otras  orgías, unas más o menos lecheras o de doble propósito, con la de ser gobernados por alguien que disque el pueblo elije para que mande. Y como dice el dicho: Que mande el que manda aun que mande mal, y sino pa´que es el poder, sino para poder. Y sí no pa´que estudiamos pues marica…
De esa pragmática filosofía viene el devenir triste y desesperanzado que hoy podemos constatar en los periódicos como resultado de la “Fiesta de la democracia”.
Cuál fiesta, sí nosotros no sabemos Festejar. El colombiano no festeja, se enrumba, se va de juerga, se emborracha.
Pero salgámonos de la cantina y volvamos a la historia.
Veníamos ya en mil ochocientos treinta y pico exactamente.
Aquella época en que a punta de tiros de escopeta, de machetazo ventiao, de garrotazos, puñaladas traperas, cortes de franela, de incendios de casas, haciendas y poblados; unos caciques se imponían a otros y para diferenciarse, y no ir a matar a uno de su cuadrilla, decidieron distinguirse: unos con un trapo rojo y los otros con un trapo azul.
De esa manera ganaba el que le tocaba ganar, que era el más verraco.
Gobernaba como le viniera en gana por el tiempo que le viniera en gana, hasta que los otros, los del trapo de color distinto se enverracaban, lo tumbaban y casi siempre lo mataban.
Eso de matarlo era muy conveniente, pues además de quitarse de encima un enemigo, encaramaban en “el altar de la patria” a otro héroe. Y otro héroe significa un día más de fiesta, un puente más y una razón más para una nueva manifestación y en ella, otros supuestos héroes más, muertos, y más razones para celebrar. Qué digo celebrar. Para enrumbarnos, para emborracharnos y que siga y prosiga la fiesta de la democracia.
He releído lo que he escrito hasta aquí, sobre todo la segunda parte después de los datos estadístico. Parece que fuera un chiste, un guión para un sainete.
Pero no, perdónenme, yo no estoy para chistes. Estoy triste, desesperanzado y creo que he entrado en depresión profunda.
Los paridos de izquierda con sus “nosotros y nosotras, sus millones y millonas, sus polos, que ya no se sabe si son polo sur o polo norte, sus Angelinos que no se sabe si son angelinos o Diablinos Santos.
Los de la oposición con sus Alianzas descoloridas, no sé si son verde claras, verde botella o verde boñiga.
Los de la U tan enmelocotados, que olvidaron sus ancestros, aunque algunos griten que son Centro demócratas. Y junto a ellos los del trapo rojo y unos de trapo azul, piden leche para pasar tanta mermelada.
Los del centro democrático, esperanzados en que como somos adictos al autoritarismo  iban  a salir electos, se olvidaron que 18´480.000 ciudadanos apáticos no votan. Esperan que otros elijan por ellos. Ellos, los abstemios, sólo están para criticar y despotricar de cualquiera que quede electo y también de los que no queden elegidos.
Y ¿qué decir de la Santa profetiza Piraquive?. Ella representa a los que creen que el cielo está en lo alto, en el más allá, después de muertos. Y que ese cielo se gana pagándoles a la familia Piraquive y al partido Mira sus diezmos y primicias.
Yo también me la voy a dar de profeta, ¿por qué no?.
Profetizo que sólo dentro de 16 años, lo que quiere decir que luego de que pasen cuatro períodos electorales, y sólo si nos aplicamos a enseñar a los niños y a los jóvenes: qué es la democracia, qué es la libertad, qué es el respeto y tolerancia, Sólo después de que inculquemos en ellos carácter, autoestima y amor al estudio y a la crítica profunda y constructiva, sólo hasta entonces podremos celebrar una verdadera fiesta democrática.
Y para que vean cómo es de jodido el diablo, terminé yo como la Piraquive, ofreciéndoles el cielo, a sabiendas de que el cielo no existe.

León Montoya Naranjo
Marzo 12 de 2014.





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