CULTURA ETÍLICA
Llevo unos cuantos días releyendo y meditando el artículo del conocido
antropólogo y especialista en gastronomía, a más de dueño de restaurantes,
Señor Julián Estrada.
Lo he releído y meditado varios días para no pecar de calienturiento, de
intolerante o de agresor de nuestra cultura, pero sigo teniendo la misma
opinión dispar, no concordante, diferente, y a mi modo de ver, más objetiva y
sana, que la de mi admirado investigador de la cocina colombiana.
Se queja el Señor Estrada de el revuelo formado por los medios de
comunicación alrededor de los accidentes ocasionados por conductores con grados
de alcohol en su sangre.
En hora buena por los medios de comunicación. En “otras latitudes” que
usted también trae a cuento, las gentes salen a manifestarse, por la
desaparición de un niño, por la violación de una mujer, por que se maltrata a
un infante o a un anciano. Aquí esas cosas nos pasan de largo. Tan
acostumbrados estamos a la violencia que eso se nos estaba convirtiendo en
parte del paisaje, de ese paisaje que a los no poetas, pasa inadvertido.
Que los medios de comunicación cumplan su tarea de informar y que analistas
como usted y otros bien informados y estructurados en cada tema, hagan análisis
en sus columnas, susciten debates en aras de generar opinión que es, según
entiendo, una de las formas más eficaces de crear “cultura”
Se queja usted, Señor Estrada, de que la nueva ley sobre consumo de alcohol
para conductores de autos, hace aparecer a los conductores como asesinos en
potencia, ¿Y qué otra cosa pueden ser, Señor Estrada? Corrijo, también pueden
ser conductores muy “de buenas, al punto que en el recorrido de regreso a casa,
no tropezaron con ningún niño persiguiendo una pelota, con ninguna beata
madrugadora que iba hacia la iglesia, con ningún obrero que iba a su trabajo,
ni con sus propios hijos que salían a tomar la ruta del colegio, ni con un
poste o un árbol donde quedara una cruz y un ramo de flores en testimonio de la
falta que seguiría haciendo a su familia.
Dice usted una cosa muy cierta: El auto a más de ser una herramienta de
trabajo para algunos, es para casi todos un icono de prestigio. Yo que soy
pueblerino, le cuento que el primer icono de prestigio que anhelé y pude
conseguir, fue una bicicleta Monark y el segundo fue mi diploma de
bachillerato, el cual mi papá y mi mamá enmarcaron y exhibieron orgullosos
junto al de mis hermanos mayores, en la sala de mi casa. Tengo que confesar que
en lo anterior que he escrito debe haber algo de resentimiento mío, pues en la
actualidad no tengo carro y decidí romper mi licencia de conductor por inútil y
también para no ir a cometer la torpeza de a mis 65 años y con una motricidad
muy reducida, ir a conducir algún vehículo ajeno. También reciento que el
título de bachiller fue el único que logré conseguir y no precisamente porque
despreciara la cultura que se consigue en las instituciones educativas, la poca
que tengo la conseguí por los caminos de la vida.
Pero sinceramente creo que usted se equivoca y ha logrado que muchos que
han respaldado su postura se equivoque también, cuando afirman que la ley a la
que nos referimos: “esta ley corta de un tajo la costumbre cotidiana de millones de personas
que antes de llegar a su casa se tomaban uno o dos tragos “ Yo soy uno de los que sigo celebrando y hasta
en su restaurante lo he hecho, y en la casa de mis amigos y en algunos bares
del Parque Lleras y la semana pasada bailé en una cantina en Jardín Antioquia y
creo que éste fin de semana me toca cantar tangos en casa de mi hermano, pero
no conduzco carro. Señor Estrada, ya se inventaron el conductor elegido. Ya a
alguien se le ocurrió eso de entregar las llaves.
Lo que no se le ha ocurrido a los dueños de restaurantes y de bares es
crear una empresa con todas las de la ley, con excelente selección de personal,
para que en carros bien reconocidos, conducidos por expertos carnetizados,
devuelvan a sus hogares a sus clientes que tanto quieren y de paso les cobren
un poquito más por ese nuevo servicio y de esa manera en vez de ver sus
ingresos reducidos, vean que estos pueden aumentar y fidelizar aun más a su
clientela.
Señor Estrada, yo espero con entusiasmo sus columnas gastronómicas en VIVIR
EN EL POBLADO, las leo y al hacerlo se me vuelve agua la boca; pero Señor esto
que usted escribió sonó muy feo:” El desempleo que está
generando esta ley tendrá consecuencias de violencia tanto o más absurdas que
aquellas que hoy está suprimiendo.”
Sonó como una amenaza de traqueto y por lo que he leído de usted y por lo
poco que de usted he escuchado, usted no es un integrante de la “Cultura
traqueta” que disque hemos heredado.
Yo apoyo su cruzada por una cultura etílica, pero por una cultura etílica
de sibaritas que entreguen las llaves, que no canten rancheras, ni música del
despecho a todo taco, que canten tangos, guabinas bambucos y boleros, que
celebre con música a volumen moderado hasta media noche y que luego sigan si
quieren hasta el otro día, pero respetando el descanso de los vecinos. Que
ustedes, los que saben de eso, nos enseñen de vinos y cocteles, para que no
hagamos el oso cuando nos inviten a la casa de los “cultos”.
Quiero que siga el debate culto, que sigan sus columnas sobre gastronomía y
sus investigaciones sobre la cultura gastronómica colombiana, que logremos un
alto grado de cultura etílica, que se implante la cultura del respeto y la
cultura de la tolerancia, que Antioquia no sólo es la más educada, sino que
está poblada de gente culta.
A propósito que bueno sería saber qué significa la palabra: cultura.
Cordial abrazo.
León Montoya Naranjo.
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