miércoles, 12 de marzo de 2014

CULTURA ETÍLICA

CULTURA ETÍLICA
Llevo unos cuantos días releyendo y meditando el artículo del conocido antropólogo y especialista en gastronomía, a más de dueño de restaurantes, Señor Julián Estrada.
Lo he releído y meditado varios días para no pecar de calienturiento, de intolerante o de agresor de nuestra cultura, pero sigo teniendo la misma opinión dispar, no concordante, diferente, y a mi modo de ver, más objetiva y sana, que la de mi admirado investigador de la cocina colombiana.
Se queja el Señor Estrada de el revuelo formado por los medios de comunicación alrededor de los accidentes ocasionados por conductores con grados de alcohol en su sangre.
En hora buena por los medios de comunicación. En “otras latitudes” que usted también trae a cuento, las gentes salen a manifestarse, por la desaparición de un niño, por la violación de una mujer, por que se maltrata a un infante o a un anciano. Aquí esas cosas nos pasan de largo. Tan acostumbrados estamos a la violencia que eso se nos estaba convirtiendo en parte del paisaje, de ese paisaje que a los no poetas, pasa inadvertido.
Que los medios de comunicación cumplan su tarea de informar y que analistas como usted y otros bien informados y estructurados en cada tema, hagan análisis en sus columnas, susciten debates en aras de generar opinión que es, según entiendo, una de las formas más eficaces de crear “cultura”
Se queja usted, Señor Estrada, de que la nueva ley sobre consumo de alcohol para conductores de autos, hace aparecer a los conductores como asesinos en potencia, ¿Y qué otra cosa pueden ser, Señor Estrada? Corrijo, también pueden ser conductores muy “de buenas, al punto que en el recorrido de regreso a casa, no tropezaron con ningún niño persiguiendo una pelota, con ninguna beata madrugadora que iba hacia la iglesia, con ningún obrero que iba a su trabajo, ni con sus propios hijos que salían a tomar la ruta del colegio, ni con un poste o un árbol donde quedara una cruz y un ramo de flores en testimonio de la falta que seguiría haciendo a su familia.
Dice usted una cosa muy cierta: El auto a más de ser una herramienta de trabajo para algunos, es para casi todos un icono de prestigio. Yo que soy pueblerino, le cuento que el primer icono de prestigio que anhelé y pude conseguir, fue una bicicleta Monark y el segundo fue mi diploma de bachillerato, el cual mi papá y mi mamá enmarcaron y exhibieron orgullosos junto al de mis hermanos mayores, en la sala de mi casa. Tengo que confesar que en lo anterior que he escrito debe haber algo de resentimiento mío, pues en la actualidad no tengo carro y decidí romper mi licencia de conductor por inútil y también para no ir a cometer la torpeza de a mis 65 años y con una motricidad muy reducida, ir a conducir algún vehículo ajeno. También reciento que el título de bachiller fue el único que logré conseguir y no precisamente porque despreciara la cultura que se consigue en las instituciones educativas, la poca que tengo la conseguí por los caminos de la vida.
Pero sinceramente creo que usted se equivoca y ha logrado que muchos que han respaldado su postura se equivoque también, cuando afirman que la ley a la que nos referimos: “esta ley corta de un tajo la costumbre cotidiana de millones de personas que antes de llegar a su casa se tomaban uno o dos tragos “ Yo soy uno de los que sigo celebrando y hasta en su restaurante lo he hecho, y en la casa de mis amigos y en algunos bares del Parque Lleras y la semana pasada bailé en una cantina en Jardín Antioquia y creo que éste fin de semana me toca cantar tangos en casa de mi hermano, pero no conduzco carro. Señor Estrada, ya se inventaron el conductor elegido. Ya a alguien se le ocurrió eso de entregar las llaves.
Lo que no se le ha ocurrido a los dueños de restaurantes y de bares es crear una empresa con todas las de la ley, con excelente selección de personal, para que en carros bien reconocidos, conducidos por expertos carnetizados, devuelvan a sus hogares a sus clientes que tanto quieren y de paso les cobren un poquito más por ese nuevo servicio y de esa manera en vez de ver sus ingresos reducidos, vean que estos pueden aumentar y fidelizar aun más a su clientela.
Señor Estrada, yo espero con entusiasmo sus columnas gastronómicas en VIVIR EN EL POBLADO, las leo y al hacerlo se me vuelve agua la boca; pero Señor esto que usted escribió sonó muy feo:” El desempleo que está generando esta ley tendrá consecuencias de violencia tanto o más absurdas que aquellas que hoy está suprimiendo.”
Sonó como una amenaza de traqueto y por lo que he leído de usted y por lo poco que de usted he escuchado, usted no es un integrante de la “Cultura traqueta” que disque hemos heredado.
Yo apoyo su cruzada por una cultura etílica, pero por una cultura etílica de sibaritas que entreguen las llaves, que no canten rancheras, ni música del despecho a todo taco, que canten tangos, guabinas bambucos y boleros, que celebre con música a volumen moderado hasta media noche y que luego sigan si quieren hasta el otro día, pero respetando el descanso de los vecinos. Que ustedes, los que saben de eso, nos enseñen de vinos y cocteles, para que no hagamos el oso cuando nos inviten a la casa de los “cultos”.
Quiero que siga el debate culto, que sigan sus columnas sobre gastronomía y sus investigaciones sobre la cultura gastronómica colombiana, que logremos un alto grado de cultura etílica, que se implante la cultura del respeto y la cultura de la tolerancia, que Antioquia no sólo es la más educada, sino que está poblada de gente culta.
A propósito que bueno sería saber qué significa la palabra: cultura.
Cordial abrazo.


León Montoya Naranjo.

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