miércoles, 22 de mayo de 2013

ABRIR EL BAUL


ABRIR EL BAÚL.
A Hugo y Abad, mis hermanos,
Que con hermosas y olorosas maderas
Fabrican cajitas, joyeros, cofrecitos y baúles.

Las cosas que vamos guardando,
Acumulando, amontonando, a través de los años,
Arrumadas con recuerdos al fondo de las gavetas,
En los desvanes, el cuarto de reblujos, los zarzos.
En los cajones más bajos o más altos de los escaparates,
Los chifonieres, los armarios, los escritorios en desuso…

Las que no botamos por bellas o valiosas.
Las que quisimos retener para el recuerdo
De la gente y los momentos lindos.

Las que dijimos que no pasarían de moda,
Que consideramos atemporales,
Como el viento fresco de una tarde de canícula,
Como el aroma sonriente de pan recién asado,
O la caricia de un café al colarse…

Las que profetizamos que divertirían a los hijos y sin duda a los nietos.
A las que dimos un valor sentimental que supera todos los posibles precios
Todas esas cosas empolvadas donde anidan las polillas…
Todas ellas se unen para jodernos.

Se convidan, o tal vez tácitamente ya lo están
Cuando desde su penumbra constante nos ven llegar.
Nos reciben con su carga enorme de recuerdos,
Todos ellos tristes, melancólicos,
Con un sabor agridulce.
Pintados con el mismo color de los retratos viejos.
Van llegando en procesión y a trotecito lento
Como dice el pasillo.
Llegan en ataditos de cartas amarradas con cintas rojas.
Manchadas con flores y con besos de novias estampados.

Procesión que preside el perfume de mamá
Cuando salía del baño y mientras
Nos ordenaba apurarnos al colegio
Se iba secando delicadamente su pelo
Como dando forma anticipada a sus hermosos risos.
Ese es un recuerdo que permanece colgado
Como toalla en el aguamanil con ponchera de peltre floreado.

Colgado y desde un viejo perchero de cachos de venado
Me llega el olor a alforjas de cuero curtido
Y al sudor de las brillantes ancas de un caballo entero.
De dentro de ellas surge el olor a fiambre envuelto en hojas.
A frutas recogidas por los caminos y sin apearse
Directamente tomadas como obsequios de los árboles
Que forman cercas allí donde empiezan los solares ajenos.

Me golpea la cara el inconfundible olor a biblioteca
A libro releído hace tiempo,
Donde aún perduran las esquinas dobladas,
Estampillas que marcan el avance de lecturas lentas,
Subrayados en frases que con el tiempo
Han perdido sentido.
Y de pronto entre página y página,
El fósil de una flor ya sin perfume.

Al levantar la tapa manchada de un pupitre escolar
Me asalta el olor a tinta, a borrador, a goma
Al abanico de madera que formaba el sacapuntas.
Me llega en el griterío inconfundible pero incomprensible
De un recreo, con canicas de cristal, trompos y trompadas.
Este recuerdo tiene el esbozo de las sonrisas de los amigos idos.
El eco de apellidos y de apodos.
Están escritos con la letra de encabador y tinta china
Con que se escribían cuidadosamente
Ramilletes espirituales los días de la Madre.

Si, es un ataque a mansalva que convoca la añoranza.
Indefensos tenemos que sentarnos
Y rendirnos al revitalizante baño de una lágrima.
Y en su globo de cristal vibrante
Como en un universo microscópico
Llegan otros atacantes agrandados por la lupa acuosa:

Una canción infantil, una ronda girando tomados de las manos
A la luz de la luna llena.
Cacerías de cocuyos en noches estrelladas.
Pirotecnia en vísperas de fiestas patronales
Crepitar de fogatas alimentadas con bambucos
Y cuentos de espantos y algunas veces
Un roce, casi un beso a la amiguita con trenzas
De calcetines, mejillas de durazno
Y boquita pintada de mortiños maduros.

Las cosas que no dejamos ir, las que guardamos
Nos atacan cuando viejos.
¿Por qué no se lo pediste?
Tal vez te lo hubiera dado.
¿Y por qué lo insultaste, sí sólo quería consolarte?
Debiste abrazarle, eso era lo que estaba esperando
Y es ahora lo que te separa.
¿Por qué no lo intentaste?
¿Qué hubieras perdido?...
¿La dignidad, el amor, los amigos?

Sal al balcón y dejar que se vaya la mirada
Con el viento, con la tarde o con las golondrinas
No detenerla en un lugar preciso
Verás que cuando muera el sol
Se dormirán los recuerdos.
Y si les tienes miedo
No vuelvas a abrir éste baúl.
Hay que dejarlo quieto en el anaquel
Pues si se mueve,
Te atacaran  nuevamente y en gavilla,
Los recuerdos.
León M.N. V de 2013.

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