domingo, 14 de octubre de 2012

ATARDECE



ATARDECE.

El viento frío bajó por los caminos desde la nevada.
el ganado aterido se agrupa y las ovejas en ovillo
como vellón dispuesto para la carrumba.

En silencio, los indios suspenden la labranza.
Y lento, como solemne procesión a capilla doctrinera
emprenden el regreso a la  kankurua.

Sarachuí  el cerro que gobierna el valle
se puso manta de neblina blanca.
Y la garúa serenita roció los pajonales en las faldas
y como nieve se quedó en las cabelleras azabaches.

Alimako, el que primero va marcando huella,
lleva un grueso leño al hombro
Y colgando de una diadema de cabuya
su afilado machete se humedece en su espalda.

Tejiendo pensamientos
en espirales de hilos, con aguja de hueso le sigue Semeja.
Lleva a su espalda el que antes ocupó su vientre
y ahora pende de una diadema de algodón tejido
 y no se humedece entre la tibia manta.

El perro negro recoge con su pelo largo:
cadillos del rastrojo y pequeñas gotas de garúa
que a veces sacude con un torbellino
que recorre su cuerpo desde la cabeza.

La neblina bajita y la garúa juegan
entre cafetos, matas de malanga y plátano.
Y en su jugueteo dejan ver la choza de paja
y a veces la ocultan y el perro se adelanta.

Queda en el estrecho alero
y de punta sostenido a la pared el leño de Alimako.
Semeja, empuja la puerta, entra,
deja al niño en su pusa sobre el seno.

Junta unos leños y sopla el hogar
y el dios del fuego ilumina la pequeña estancia
El humo asciende y se entibian los cuerpos
y el perro se acurruca y duerme                                                                            

Fotografía de Mauricio Sanchez
León M.N. Oct.2012.

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