QUIERO LA PAZ.
Y
que las armas sólo estén en poder de
quienes les demos por encargo: Defendernos.
Quiero
arsenales oxidados y obsoletos, museos del terror que debemos evitar y que los
obreros los fundan y con el metal purificado construyan azadones, arados,
esculturas de Ninfas, Venus, Adonis y labriegos.
Quiero
incinerar todos los cuentos infantiles donde la oscuridad de la noche infunde
primitivo miedo.
Quiero
la noche convertida en el patio donde se juega con luceros y es, para los
enamorados, la emocionante expectación de amaneceres claros.
Que
en las plazas y jardines todos podamos debatir nuestras ideas, y nos
enorgullezcamos de la diferencia.
Que
logremos matizar nuestras certezas con tonos encontrados en la paleta del
vecino.
Quiero
perdonar a quien reconozca su error y quiera mi perdón.
Quiero
poder decirles al oído: perdóname tú, porque yo también te he odiado.
No
quiero ser gobernado por quien anhela el liderato como cheque en blanco de
inmerecidos beneficios. Por quien no ve en él, la responsabilidad y el deber
impostergable del servicio y de su cumplimiento esperen sólo el honor de haber
servido. Y menos aun quiero ser gobernado por quien está manchado por la sangre
de sus hermanos, así los hayan creído enemigos.
Es
mejor que les diga la verdad: no quiero ser gobernado.
Quiero
vivir en paz y en medio de otros que también lo quieran y que a diario nos
empeñemos en hacerla.
No
quiero ser juzgado por quien quitó la vida a otros en juicios sumarios, en
falsos positivos, o por quien inventó pruebas judiciales. Ni por quienes
hicieron de las leyes un escabroso galimatías, de trampas, laberintos,
instancias, impunidad y conveniencias.
No
creo en el poder redentor que después de tantos siglos de fracasos, le
reconocen a las cárceles.
Quiero
a los enfermos del alma lejos de los niños.
A
los incapaces de vivir en sociedad y respetarla, alejados, donde no puedan hacerse mal, ni
hacérnoslo a nosotros.
Creo
en el continuo reiniciar después de
haber caído y espero la mano del vecino que me ayude.
Quiero
que se callen todos los predicadores de etéreos cielos y a los recolectores de
diezmos y limosnas, jubilados.
Quiero
en grupo a los más sabios que se esfuerzan por ser santos, ojalá viejos, para
que lleven las teas en este camino que busca la verdad, la belleza y la
felicidad.
Quiero
la paz que es el respeto de la vida y del derecho ajeno.
Quiero
equidad, justicia, que no es despojar, quitar, expropiar y repartir
indiscriminadamente. Las riquezas son para todos pero no todos sabemos hacerlas
florecer para el bienestar de todos.
Creo
que el agua, como el aire y la tierra son propiedad común e inalienable.
Quiero
que la milenaria transformación de los huesos de los dinosaurios en petróleo,
siga su curso natural en las profundidades de la tierra.
Que
el oro siga allí donde nació y que de vez en cuando la erosión causada por el
arroyo lo saque a relucir sobre la arena y que por la sorpresa se abran los
ojos de una niña y se ilumine una sonrisa.
Quiero
que el carbón pueda tranquilamente florecer como diamante y solo aflore para
nuestro placer cuando la tierra se estremezca.
Espero
con ansiedad el día en que comer no sea el lujo de unos pocos y el hambre la
certidumbre de millares.
Quiero
un techo que proyecte sombra y abrigo a todas las familias que lo quieran, y
que los que gustan de viajar, aquellos coleccionistas de paisajes, tengan
siempre un lugar donde erigir sus carpas y a la orilla de un arroyo limpio
puedan: contarle sus amores a la luna, extasiarse de placer al contemplar
amaneceres o desnudos temblar de amor abrazados en los atardeceres. Y que
nuevamente madruguen a la huerta, al molino y al horno que es el pebetero donde
se fabrica el pan que es alimento y es perfume.
Quiero
educación para todos, pero de calidad, con pertinencia y con propósito personal
que busca la mejor ruta a seguir por el planeta, que es una nave a la deriva en
el espacio sideral que es el futuro.
Quiero
que todos los Templos, las Sinagogas, las Mezquitas y lugares construidos a los
dioses, se conviertan en escuelas, teatros y museos; lugares de meditación y de
conciertos.
Que
se termine la división del espacio sagrado y el profano; y que todo espacio sea
sagrado y allí cada uno se encuentre con su dios o con la soledad de no
tenerlo.
Quiero
tener grandeza para amar y reconocer valor a toda forma de vida.
Quiero
tener paciencia suficiente para esperar que a la vuelta de unas cuantas
centurias, habré sanado del dolor que he causado y del que me causan.
Quiero
que permanezca firme mi propósito de no volver a hacerlo y mansamente no volver
a permitir que me lo causen.
De
verdad quiero la paz y sobre todo quiero que esto que hoy declaro, me acompañe
en los años que me quedan por vivir, como mi credo y que quede a mis hijos como
herencia.
Y
para lograr todo esto, es preciso que me ayudes.
León
M.N. Sept.2013.
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