martes, 24 de septiembre de 2013

EL JARDÍN DEL FUTURO


EL FURUTO JARDÍN
Nosotros: los balsos, los cedros, las caobas, abarcos, sietecueros y yarumos.
Todos los que tenemos vocación de selva, de rastrojo o de monte,
De glorioso bosque o de campiña florecida:
¿Por qué dejamos tiradas las semillas?
Fijémonos bien que en nuestras ramas también crecen aves siniestras.
Las raptan, las roen y corroen.
Si no las dejamos en tierra fértil de cultivo,
Podrán podrirse.
O crecer enfermas y torcidas.
Y más tarde darán frutos malsanos y degenerados.
Sus flores serán tempranamente mustias.
No podrán entre las yerbas o los setos
Anunciarse con la fragante suavidad de su perfume.

Los niños, los de fácil sonrisa y fácil llanto.
Los de mejillas rosaditas.
Los de piel aduraznada y pecosita.
Los de ojos vivaces y oído atento.
Aquellos que copian nuestro acento,
Nuestro andar acompasado o discordante.
Nuestros gestos, mohines, muecas y blasfemias.
Los convocados a las rondas y al recreo,
Están siendo amenazados, violados y robados.
Engrilletados, no en los talleres escolares,
En clandestinas cárceles de producción de baratijas.
A los postes que sostienen los semáforos
Atados a una caja de confites
Para ellos siempre inaccesibles.
Obligados a trasnochar en lupanares,
Como ofrenda en sacrificio a la lascivia
De una asquerosa horda de  degenerados.

Con espejitos y juguetes electrónicos
Son llevados por reales flautista hasta la montaña.
Y cuando la manigua se cierra sobre ellos
Les cambian sus juguetes por fusiles.
Les enseñan a matar y los premian cuando así lo hacen.
El tiempo y los insultos de los comandantes
Les borran la sonrisa de sus labios.
En sus ojos siembran la indolencia,
Cuando aún el acné no ha colonizado sus mejillas,
Se apaga el brillo de sus ojos
Que en sus largas noches no distinguen
Entre hadas o fantasmas.
Sueños o terribles pesadillas.

Los niños, nuestros niños, nuestros hijos.
No demos por sentado que ellos son felices.
No pasemos de largo por su lado.
Miremos bien qué es lo que hacen en las calles,
A qué y con quién juegan en los patios.
Quién insidioso los vigila, los convida o acaricia.
Por qué se callan o entre las cobija lloran.
Démosles tiempo para hablar, mucha confianza.
Hagámosles sentir la seguridad de nuestros brazos
Y la presencia de nuestra paternal mirada.
Y de esa forma llegarán a ser:
Las flores que veamos en el  jardín que es el futuro.             

León M.N. Sept. 2013.


 




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