martes, 30 de julio de 2013

APÁTRIDA.

Se fue la magia.
Ese vibrar titilante que casi siempre tiene mi paisaje.
Esas como hondas que recorren lo que miro.
Que hacen del firmamento un lago colorido.
Eso se fue hoy, o se ha escondido.

Las sombras de los montes y jardines
Para mí pobladas de luciérnagas
Hoy no son la casa del misterio y del encantamiento.
Son oquedad, cuencas vacías,
Cubiertas de polvo de carbón ya frío.

El brillo de las palabras que resonaba mi lugar.
Las que oía al pasar,
Sin prestar atención a su sentido.
Era como música raizal, de acento conocido.
O lo que llaman: denominación de origen.

No encuentro consonancia.
No advierto resonancia.
Sólo un badajo sordo golpea la campana.
Y en un aire pesado como greda
Se engullen disonancias.

La atmósfera abrigante,
Ese aroma envolvente
Que tienen los patios conocidos
Que debe estar presente para extrañarnos,
Para no sentirnos forasteros,

El misterio, el duende, el hado.
La vecindad, el paisanaje, el compadrazgo.
Hoy al asomarme a la ventana
Me he percatado que se ha perdido.
Y sin saber cómo fue, me sentí sin gentilicio.


León M. N. julio de 2013.


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