INVENTOS NO PATENTADOS.
En algunos colegios
hoy día, les enseñan a los niños robótica.
Me muero de la
envidia.
Quisiera haber nacido
sesenta años después de que nací.
En la escuela de mi
pueblo nos enseñaban: el himno nacional, las vocales, las consonantes y las
tablas de multiplicar, el catecismo y
nos preparaban para hacer la primera comunión.
Los carritos, las
armas, los molinos de agua, los barquitos de vapor, los aviones y las cometas,
las teníamos que hacer después de clase, los sábados después de cargar el
mercado, o los domingos después de ir a misa en comunidad.
Hacíamos carritos con
una tablita sacada de la basura de la carpintería del pueblo. Se necesitaban
además, cuatro clavos y cuatro tapas de
gaseosa para hacer las ruedas. Cuando nos poníamos ingeniosos, le agregábamos
volante y una grapa para amarrar una cabuya y así poderlo arrastrar más fácil.
Con tronquitos de madera le improvisábamos asientos y si encontrábamos en el
cuarto de rebrujos, sobrados de pinturas, los pintábamos con todos los colores
que hallábamos.
El mejor jugadero con
estos carritos, eran las pilas de arena que encontrábamos en las nuevas
construcciones. También era bueno jugar con ellos en las barrancas, allí
construíamos carreteras, puentes y desbarrancaderos.
Cuando éramos
grandes, cómo de diez u once años, hacíamos carritos de rodillos y de
balineras, y apostábamos carreras por las calles empinadas. Estos eran juguetes
y también herramientas de trabajo. Pies si queríamos ganarnos unas monedas,
hacíamos mandados y sobre ellos llevábamos los encargos.
Con las minas
metálicas de los esferográficos, fabricábamos pistolas, en las que estallábamos
cabezas de fósforos. Luego progresábamos con la edad, y las hacíamos con tubos
de mayor calibre. Los expertos en este arte, fueron los que se inventaron la
escopeta de fisto y se volvieron cazadores o soldados. Otros se inventaron los
changones y se volvieron guerrilleros o sicarios. Los inexpertos nos fuimos
para el seminario.
León M.N. abril 2013.
MI MUÑECA DE TRAPO.
En mi pueblo no había
almacenes de juguetes.
Si querías una muñeca,
la tenías que hacer. Era toda una faena.
Primero esperar que
los frutos del palo de balzo se secaran y cayeran dejando esparcida por el suelo
y volando con el viento su lana color café y dorado.
Luego ir a recogerla,
llenándonos los bolsillos de esas pelusitas esponjosas que se te meten en la
nariz, te hacen cosquillas y te provocan estornudos.
Mi mamá nos regalaba
retazos de tela o una franela vieja para formar el cuerpo de la muñeca. Armadas
de lápiz, tijeras, hilo y aguja nos íbamos para el jardín.
Esto era trabajo de
nosotras las mujeres. Los muchachos
hacían caucheras o caballitos de palo, con los socos de las escobas.
Un pedazo de tela redondo,
relleno de lana de balzo, servía para hacer la cabeza de la muñeca, con sólo
anudarlo como una pelotica. Una tela cuadradita, doblada a la mitad y cocida
por sus bordes, formaba el cuerpo. Éste también se rellenaba con lana,
empujándola por un huequito con el lápiz, para que quedara apretadita.
Los brazos y las
piernas se formaban con tiras de la tela que cocíamos con puntadas finitas para
que la lana del relleno no se saliera. Luego no hacía falta sino pegar al
cuerpo: la cabeza, los brazos y las piernas.
Mi hermana mayor, que
ya sabía hacer puntadas de cordón, pasado y cadeneta, le bordaba los ojos, las
pestañas, la nariz y la boca. Cómo yo dibujaba más bonito que ella; con el
lápiz le delineaba por dónde ella tenía que bordar.
Cuando ya la teníamos
lista pero desnuda, nos íbamos para donde mi mamá a rogarle que nos diera lana
para hacerle el pelo y, que ella, que cocía tan bien en la máquina Singer de
pedal, le hiciera un vestido bien bonito, con falda repolluda, blusa con
letines y una pañoleta. Dejábamos largas las hebras de lana que formaban el
pelo, y de esa manera poderle hacer trenzas o cola de caballo, cuando jugábamos
a las mamacitas.
En esa tarea nos
gastábamos todo el día, y cuando ya lográbamos tenerla hecha, estábamos tan
cansadas que nos acostábamos en la cama con la muñequita de trapo y nos
quedábamos profundas hasta el otro día.
León M.N. abril 2013.
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