viernes, 26 de abril de 2013


INVENTOS NO PATENTADOS.
En algunos colegios hoy día, les enseñan a los niños robótica.
Me muero de la envidia.
Quisiera haber nacido sesenta años después de que nací.
En la escuela de mi pueblo nos enseñaban: el himno nacional, las vocales, las consonantes y las tablas de  multiplicar, el catecismo y nos preparaban para hacer la primera comunión.
Los carritos, las armas, los molinos de agua, los barquitos de vapor, los aviones y las cometas, las teníamos que hacer después de clase, los sábados después de cargar el mercado, o los domingos después de ir a misa en comunidad.
Hacíamos carritos con una tablita sacada de la basura de la carpintería del pueblo. Se necesitaban además, cuatro clavos y cuatro tapas de  gaseosa para hacer las ruedas. Cuando nos poníamos ingeniosos, le agregábamos volante y una grapa para amarrar una cabuya y así poderlo arrastrar  más  fácil. Con tronquitos de madera le improvisábamos asientos y si encontrábamos en el cuarto de rebrujos, sobrados de pinturas, los pintábamos con todos los colores que hallábamos.
El mejor jugadero con estos carritos, eran las pilas de arena que encontrábamos en las nuevas construcciones. También era bueno jugar con ellos en las barrancas, allí construíamos carreteras, puentes y desbarrancaderos.
Cuando éramos grandes, cómo de diez u once años, hacíamos carritos de rodillos y de balineras, y apostábamos carreras por las calles empinadas. Estos eran juguetes y también herramientas de trabajo. Pies si queríamos ganarnos unas monedas, hacíamos mandados y sobre ellos llevábamos los encargos.
Con las minas metálicas de los esferográficos, fabricábamos pistolas, en las que estallábamos cabezas de fósforos. Luego progresábamos con la edad, y las hacíamos con tubos de mayor calibre. Los expertos en este arte, fueron los que se inventaron la escopeta de fisto y se volvieron cazadores o soldados. Otros se inventaron los changones y se volvieron guerrilleros o sicarios. Los inexpertos nos fuimos para el seminario.

León M.N. abril 2013.

MI MUÑECA DE TRAPO.
En mi pueblo no había almacenes de juguetes.
Si querías una muñeca, la tenías que hacer. Era toda una faena.
Primero esperar que los frutos del palo de balzo se secaran y cayeran dejando esparcida por el suelo y volando con el viento su lana color café y dorado.
Luego ir a recogerla, llenándonos los bolsillos de esas pelusitas esponjosas que se te meten en la nariz, te hacen cosquillas y te provocan estornudos.
Mi mamá nos regalaba retazos de tela o una franela vieja para formar el cuerpo de la muñeca. Armadas de lápiz, tijeras, hilo y aguja nos íbamos para el jardín.
Esto era trabajo de nosotras las mujeres. Los  muchachos hacían caucheras o caballitos de palo, con los socos de las escobas.
Un pedazo de tela redondo, relleno de lana de balzo, servía para hacer la cabeza de la muñeca, con sólo anudarlo como una pelotica. Una tela cuadradita, doblada a la mitad y cocida por sus bordes, formaba el cuerpo. Éste también se rellenaba con lana, empujándola por un huequito con el lápiz, para que quedara apretadita.
Los brazos y las piernas se formaban con tiras de la tela que cocíamos con puntadas finitas para que la lana del relleno no se saliera. Luego no hacía falta sino pegar al cuerpo: la cabeza, los brazos y las piernas.
Mi hermana mayor, que ya sabía hacer puntadas de cordón, pasado y cadeneta, le bordaba los ojos, las pestañas, la nariz y la boca. Cómo yo dibujaba más bonito que ella; con el lápiz le delineaba por dónde ella tenía que bordar.
Cuando ya la teníamos lista pero desnuda, nos íbamos para donde mi mamá a rogarle que nos diera lana para hacerle el pelo y, que ella, que cocía tan bien en la máquina Singer de pedal, le hiciera un vestido bien bonito, con falda repolluda, blusa con letines y una pañoleta. Dejábamos largas las hebras de lana que formaban el pelo, y de esa manera poderle hacer trenzas o cola de caballo, cuando jugábamos a las mamacitas.
En esa tarea nos gastábamos todo el día, y cuando ya lográbamos tenerla hecha, estábamos tan cansadas que nos acostábamos en la cama con la muñequita de trapo y nos quedábamos profundas hasta el otro día.

León M.N. abril 2013.

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