SE NOS METIÓ LA CHUSMA
Ya era tarde a las
siete de la Noche en Armenia Mantequilla. Una noche sin luna, sin estrellas, y
sólo quedaban dos o tres cantinas abiertas, para unos cuantos trasnochadores
campesinos.
Dos policías hacían
ronda por las calles y el restante cuidaba en la cárcel a un borrachito
escandaloso.
El sacristán aseguró
la puerta de la sacristía y el cura párroco debería estar terminando su
merienda antes del rezo de completas en su breviario.
La rojiza luz
eléctrica que llegaba de la vetusta planta movida por la rueda Pelton de la
Horcona, estaba a punto de ser apagada, señalando así la hora de descansar a
todos los Mantequillos.
Gutiérrez y Caicedo,
que así se llamaban los policías, hoy de guardia, iban Calle Arriba y al llegar
al monumento de la Madre, a la entrada al camino de Los Azulitos, se detuvieron
a fumarse un cigarrillo Dandy. Quedaron pues, de frente a la oscuridad del
cañón de Sabaletas. y por el que podría
ser el camino que de Cauca sube a la Quiebra, de allí al Encenillal , luego a
La María y de allí llega al Pueblo, vieron unas luces que subían. Parecían ser
mechones que alumbraran a nocturnos caminantes.
¿Eh? ¿Caminantes a
estas horas y en una noche tan oscura?
Esto hay que
informarlo en el cuartel y darle parte al Señor Alcalde. Para mí que se nos
quieren meter al pueblo Los Chusmeros.
Dando un último y
largo chupón a sus cigarrillos, dieron media vuelta de regreso a la plaza.
Iban sin hablar, a
paso largo pero tratando de no ser alarmistas.
Entraron a la
Inspección de Policía a informar lo
observado al Cabo Torres, quien era el comandante. Torres y Caicedo fueron
hasta el Hotel a comentar los sucesos con el Señor Alcalde que a esa hora
jugaba parqués con otros huéspedes, antes de retirarse a descansar.
Prudentemente lo llamaron
aparte y le contaron lo visto, lo supuesto, las posibles consecuencias y las
alternativas que sugerían adoptar.
El Señor alcalde
tratando infructuosamente de denotar calma, se excusó por retirarse del juego.
La hotelera se sentó
en la silla dejada por el alcalde y contó a los contertulios lo que escuchó a
los policías. El silencio fue total, las miradas de incredulidad, fueron de uno
a otro de los presentes en la sala. Unos salieron y golpearon la puerta de
otros inquilinos que ya dormían en los cuartos. Llevando los sobreros en la
mano y las ruanas al hombro, otros salieron a la calle, llamaban afanosamente a
las puertas y relataban lo que sucedía a sus vecinos, a sus amigos y a los que
no lo eran tanto.
-
¿Qué
vamos a hacer?
-
Hay
que armarse.
-
Luis
Emilio, el de la tienda, tiene pólvora y
balines, hay que ir a despertarlo.
-
Que
los cazadores traigan las escopetas.
-
Que
los que no tengan armas traigan: picas, palas, azadones y caben unas
trincheras.
-
Que
con la tierra que saquen, llenen costales para apertrecharnos.
-
Llamen
a los comerciantes, que aun sin salvoconducto, siempre andan con revólver.
-
Díganle
a Don Horacio y a Don Jorge que pongan a disposición del alcalde toda la
munición, que en estas circunstancias nadie les exigirá permisos o
salvoconductos.
-
Que
los que no tengan armas de fuego traigan: machetes, peinillas cuchillos
carniceros, palos, trancas, socos de escoba, caucheras…
Entre el tumulto que
ya crecía en media plaza, vieron bajar al Alcalde con los policías, seguidos de
todos los vecinos de la Calle Arriba.
Se repartieron entre
los más responsables y hábiles, cuatro escopetas y una caja de cartuchos que
era el arsenal del comando de Policía.
Se organizó la
defensa con sesenta hombres y una veintena de muchachos, en cuatro grupos, uno
para cada bocacalle del pueblo.
A las mujeres se les
ordenó vigilar los caminos desde las ventanas y postigos y que cualquier cosa
rara que vieran la informaran con los muchachos al comando central en la
Alcaldía.
A las nueve como era
costumbre la luz eléctrica fue cortada desde la Planta de la Horcona.
-
Apaguen
las linternas y candiles.
-
Hablen
en voz baja.
-
Hagan
las señas necesarias con pañuelos blancos.
-
Que
se apuren los de las trincheras.
-
Que
lleven más costales del almacén del comité de cafeteros, para llenar con tierra.
-
Que
las de la congregación de Hijas de María, los Niños de la Cruzada Eucarística y
los ancianos se encierren con el Párroco en la Iglesia a rezar el trisagio y el
rosario y que no salgan de allí por ninguna razón antes de que el alcalde avise
que ya no hay peligro.
-
Que
el doctor Castaño se quede de guardia en el Centro de Salud, listo para atender
a los heridos.
Y luego de estas
últimas recomendaciones: el silesio total… Las tinieblas por todas las calles
del Pueblo… Algunas carreras de enruanados que llevaban y traían mensajes:
-
Que
listos que ya vienen por el Encenillal.
-
Que
ojo que parecen muchos.
-
Que
suben gritando palabrotas y cantando corridos revolucionarios.
-
Que
las Señoras de la Calle Abajo abran bien el ojo porque de seguro se van a
dividir en dos batallones para atacar por vanguardia y retaguardia.
-
Que
tengan listas ollas con agua por si quieren incendiar el pueblo.
Y nuevamente el
silencio…, la incertidumbre…, la oscuridad y el miedo que se le cuela hasta
entre los calzones de los más verracos.
Y como a media noche:
Una Guitarra, un tiple y un requinto… y: Por aquí voy llegando, Señora María Rosa. Me
vine madrugando y el alba está lluviosa…
La esperada cuadrilla
de Chusmeros era un trío de Serenateros que venían desde Cauca, pues habían
amenizado las vísperas de un matrimonio en Altamira.
León M.N. Febrero de
2013.
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