viernes, 26 de abril de 2013

SE NOS METIÓ LA CHUSMA


SE NOS METIÓ LA CHUSMA
Ya era tarde a las siete de la Noche en Armenia Mantequilla. Una noche sin luna, sin estrellas, y sólo quedaban dos o tres cantinas abiertas, para unos cuantos trasnochadores campesinos.
Dos policías hacían ronda por las calles y el restante cuidaba en la cárcel a un borrachito escandaloso.
El sacristán aseguró la puerta de la sacristía y el cura párroco debería estar terminando su merienda antes del rezo de completas en su breviario.
La rojiza luz eléctrica que llegaba de la vetusta planta movida por la rueda Pelton de la Horcona, estaba a punto de ser apagada, señalando así la hora de descansar a todos los Mantequillos.
Gutiérrez y Caicedo, que así se llamaban los policías, hoy de guardia, iban Calle Arriba y al llegar al monumento de la Madre, a la entrada al camino de Los Azulitos, se detuvieron a fumarse un cigarrillo Dandy. Quedaron pues, de frente a la oscuridad del cañón  de Sabaletas. y por el que podría ser el camino que de Cauca sube a la Quiebra, de allí al Encenillal , luego a La María y de allí llega al Pueblo, vieron unas luces que subían. Parecían ser mechones que alumbraran a nocturnos caminantes.
¿Eh? ¿Caminantes a estas horas y en una noche tan oscura?
Esto hay que informarlo en el cuartel y darle parte al Señor Alcalde. Para mí que se nos quieren meter al pueblo Los Chusmeros.
Dando un último y largo chupón a sus cigarrillos, dieron media vuelta de regreso a la plaza.
Iban sin hablar, a paso largo pero tratando de no ser alarmistas.
Entraron a la Inspección de  Policía a informar lo observado al Cabo Torres, quien era el comandante. Torres y Caicedo fueron hasta el Hotel a comentar los sucesos con el Señor Alcalde que a esa hora jugaba parqués con otros huéspedes, antes de retirarse a descansar.
Prudentemente lo llamaron aparte y le contaron lo visto, lo supuesto, las posibles consecuencias y las alternativas que sugerían adoptar.
El Señor alcalde tratando infructuosamente de denotar calma, se excusó por retirarse del juego.
La hotelera se sentó en la silla dejada por el alcalde y contó a los contertulios lo que escuchó a los policías. El silencio fue total, las miradas de incredulidad, fueron de uno a otro de los presentes en la sala. Unos salieron y golpearon la puerta de otros inquilinos que ya dormían en los cuartos. Llevando los sobreros en la mano y las ruanas al hombro, otros salieron a la calle, llamaban afanosamente a las puertas y relataban lo que sucedía a sus vecinos, a sus amigos y a los que no lo eran tanto.
-          ¿Qué vamos a hacer?
-          Hay que armarse.
-          Luis Emilio, el de la tienda, tiene pólvora y  balines, hay que ir a despertarlo.
-          Que los cazadores traigan las escopetas.
-          Que los que no tengan armas traigan: picas, palas, azadones y caben unas trincheras.
-          Que con la tierra que saquen, llenen costales para apertrecharnos.
-          Llamen a los comerciantes, que aun sin salvoconducto, siempre andan con revólver.
-          Díganle a Don Horacio y a Don Jorge que pongan a disposición del alcalde toda la munición, que en estas circunstancias nadie les exigirá permisos o salvoconductos.
-          Que los que no tengan armas de fuego traigan: machetes, peinillas cuchillos carniceros, palos, trancas, socos de escoba, caucheras…
Entre el tumulto que ya crecía en media plaza, vieron bajar al Alcalde con los policías, seguidos de todos los vecinos de la Calle Arriba.
Se repartieron entre los más responsables y hábiles, cuatro escopetas y una caja de cartuchos que era el arsenal del comando de Policía.
Se organizó la defensa con sesenta hombres y una veintena de muchachos, en cuatro grupos, uno para cada bocacalle del pueblo.
A las mujeres se les ordenó vigilar los caminos desde las ventanas y postigos y que cualquier cosa rara que vieran la informaran con los muchachos al comando central en la Alcaldía.
A las nueve como era costumbre la luz eléctrica fue cortada desde la Planta de la Horcona.
-          Apaguen las linternas y candiles.
-          Hablen en voz baja.
-          Hagan las señas necesarias con pañuelos blancos.
-          Que se apuren los de las trincheras.
-          Que lleven más costales del almacén del comité de cafeteros, para llenar con tierra.
-          Que las de la congregación de Hijas de María, los Niños de la Cruzada Eucarística y los ancianos se encierren con el Párroco en la Iglesia a rezar el trisagio y el rosario y que no salgan de allí por ninguna razón antes de que el alcalde avise que ya no hay peligro.
-          Que el doctor Castaño se quede de guardia en el Centro de Salud, listo para atender a los heridos.
Y luego de estas últimas recomendaciones: el silesio total… Las tinieblas por todas las calles del Pueblo… Algunas carreras de enruanados que llevaban y traían mensajes:
-          Que listos que ya vienen por el Encenillal.
-          Que ojo que parecen muchos.
-          Que suben gritando palabrotas y cantando corridos revolucionarios.
-          Que las Señoras de la Calle Abajo abran bien el ojo porque de seguro se van a dividir en dos batallones para atacar por vanguardia y retaguardia.
-          Que tengan listas ollas con agua por si quieren incendiar el pueblo.
Y nuevamente el silencio…, la incertidumbre…, la oscuridad y el miedo que se le cuela hasta entre los calzones de los más verracos.
Y como a media noche: Una Guitarra, un tiple y un requinto… y: Por aquí voy llegando, Señora María Rosa. Me vine madrugando y el alba está lluviosa…
La esperada cuadrilla de Chusmeros era un trío de Serenateros que venían desde Cauca, pues habían amenizado las vísperas de un matrimonio en Altamira.

León M.N. Febrero de 2013.

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